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- ¡No! No eres Johan. -- Gritó Brandon. -- Eres un pendejo tratando de asustarnos.
- ¿Pendejo? Jamás me lo habías dicho de esa manera Brand.
Brandon puso cara de susto. Nadie excepto Johan le decía así.
Porque él le había puesto ese apodo.
- Demuestranos que eres Johan. -- Dijo Pablo.
- ¿Aún no me creen? Vamos Mosco, tu eres el mayor de todos. Eres quien más listo debería ser.
Mosco, otro apodo que Johan había puesto.
- Cualquiera puede conocer los apodos de las personas.
- Tienes razón Gastón. Pero no cualquiera sabe que tu cerveza preferida es la oscura. ¿Verdad?
Ahí sintió temor. Johan era el único de sus amigos que sabía que la cerveza favorita de Gastón era cualquiera que fuera oscura.
- Imposible. -- Susurró Gastón.
- Así como no cualquiera sabe que Pablo tiene una secreta adicción a los juegos en línea. -- Prosiguió aquella voz a través del celular.
Una sombra atravesó la cara de Pablo.
- O que por ejemplo, Oscar no renunció cuando trabajó en una panadería, sino que lo despidieron.
- Nos dijiste que habías renunciado por que te cagaba tu jefe. -- Le dijo Lalo a Oscar.
- Ese era un secreto entre Johan y yo. -- La expresión de Oscar lo decía todo. No podía creerlo.
- O que Lalo era excelente en el fútbol. Pero después de su accidente a los 7 años, tuvo que dedicarse al basquetball. Y Brandon, al principio no le gustaba el fútbol, y ahora mirenlo.
Todos estaban consternados. Estaba dando a la luz los secretos de todos.
- Miguel al principio no confiaba en ustedes. Y Carlos siempre busca la manera de que todos se empeden primero para que no le jueguen una broma.
- ¡Suficiente! -- Gritó Gastón.
La voz al otro lado de la línea comenzó a reír.
Era odioso en todos los sentidos.
De la rabia, había apretado su cigarro hasta reducirlo a una basura sin forma.
- ¿Lo ven? Soy yo, amigos.
- No, no puedes ser tú. Tu estas..
- ¿Muerto? -- Interrumpió a Miguel. -- No lo estoy. De ser así ¿cómo estaría hablando con ustedes en éste momento?
Todos permanecieron en silencio.
- Ustedes me dejaron morir, tú en especial Gastón.
- Callate. -- Dijo Gastón tratando de tranquilizarse.
- Aún lo recuerdas, ¿no es así? Oh, yo se que es así.
- Callate. -- Repitió.
- Yo sé que eso aún te persigue todas las noches cuando duermes.
- ¡CALLATE!
Todos se sobresaltaron al oír gritar a Gastón.
El hombre de negro - o Johan, según parecía. - había logrado desesperarlo.
- ¿Te persiguen los recuerdos Gastón? ¿La culpa?
- Nos persigue a todos desde ese día. -- Le contestó Miguel.
Gastón encendió otro cigarro para calmar sus nervios. Carlos y Pablo también tomaron uno.
- Pues así debe de ser. Ahora seré yo quien los persiga. Uno por uno.
Todos se miraron.
- Empezando por ti. Gastón.
- ¿Qué mierda?
- Así es. Lamento que no verás caer uno por uno a tus amigos, pues serás tú el primero en caer.
Lalo levantó el celular y lo puso cerca de si. Como tratando de encararlo.
- ¿Cómo que caer? ¿A qué te chingados refieres con eso?
Soltó una pequeña risa.
- Ya lo verán. Dentro de poco.
Y colgó.
- Puta madre.
Lalo trató de llamar al número pero fue en vano.
Tal como le ocurrió a Gastón, la llamada nisiquiera entró.
- Me cago en todo. -- Exclamó Lalo intentando llamarlo nuevamente.
- Dejalo, es inutil, -- Le dijo Gastón. -- seguramente apago el celular o le quitó el chip.
Todos se recargaron sobre los sillones. Exhaustos y consternados por lo que acababa de ocurrir.
La casa se llenó de un silencio sobrenatural.
Gastón dio una calada mientras se alborotaba el pelo por estrés. Se quitó los lentes y se masajeó un poco la frente.
- Esto está jodido.
Bebió un largo trago.
- Tu lo has dicho. -- Comentó Miguel. -- Joder, es él.
Parecía ser lo más obvio después de todo lo que les había dicho. Pero Gastón tenía todavía sus dudas.
Podría ser paranoico. Pero también escéptico.
- Yo no creo que sea él. Es decir, los muertos no reviven así como así. No existe ningún pozo de Lázaro para que pueda suceder algo así.
- ¿Bromeas? Gastón el cabrón sabe nuestros números, direcciones y secretos. Peor aún, sabe la verdad de esa noche. Debe de ser él. No hay de otra.
Meditó un momento lo que Miguel acababa de decir.
Y no quería admitirlo, pero tenía que ser cierto.
Nadie más que Johan podía saber todo eso.
De alguna manera, debía de ser él.

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