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El ruido de su teléfono sonando lo despertó.
Contestó.
  - ¿Si? -- Dijo con todo el sueño del mundo.
  -¿Gastón tienes hambre? --Preguntó Ricardo, su mejor amigo.
En ese momento no sentía hambre, pero cuando su amigo se lo preguntó, sintió un enorme hueco en el estómago.
  - Claro que si. ¿Donde te veo?
  - Estoy en el centro, cerca de la Plaza de Armas.
  - No digas más, te veré ahí en 20 minutos.
Colgó. Se lavó la cara, arregló el desmadre que tenía por cabello y salió.
No sin antes agarrar su patineta.
Había aprendido a andar en ella cuando vivió en el norte.
No era un experto pero tampoco un idiota.
Salió directo al boulevard y pasó frente a la escuela naval. Le habían hecho unos retoques a la fachada desde la última vez que la había visto.
Jamás se imagino en una escuela de ese tipo. No era lo que quería para su vida.
Ser escritor, eso si era lo que quería.
Paso justo por encima del Canal de la Cortadura. Pequeños recuerdos le bombardearon la cabeza en ese momento.
No, no era tiempo aún de recordar eso.
En ese momento tenía hambre. Quería comer. Iba a comer.
Subió por Emiliano Carranza hasta llegar a la Plaza de Armas, Ricardo lo esperaba sentado en el kiosco.
Era una de sus partes favoritas de la ciudad, a parte de ser una de las construcciones más llamativas del centro.
Al verse los dos se abrazaron, habían pasado 5 años desde la última vez que se habían visto. Y siempre habían sido inseparables.
Ricardo era mayor que él tan sólo por meses, regularmente tenía el pelo corto y vestía siempre ropa deportiva. Ya que, por sobre todas las cosas, Ricardo era un deportista incansable.
Y no uno de esos maricas que sólo van un mes al gimnasio para tomarse estúpidas fotos y subirlas a las puñeteras redes sociales para llamar la atención.
No, Ricardo no necesitaba presumir su vida.
Era alguien sencillo, dedicado y con un carácter muy especial y divertido.
Una persona de verdad, pensaba Gastón.
  - Es bueno tenerte aquí otra vez. --  Comentó Ricardo.
  - Es bueno estar aquí otra vez.
  - ¿Buffet todo lo que pueda comer? -- Preguntó Ricardo.
  - Carajo, si.

El lugar era un local de 5 por 9 aproximadamente. Sinceramente no necesitaban más.
Sirvieron sus platos de lo que cualquier hombre de 23 y 24 años considerarían indispensable.
Pizza, hamburguesas, pasta y más carne.
Durante su ameno banquete conversaron de cómo los había tratado la vida.
Ricardo se había convertido hace dos años en el mejor y más rápido corredor de la ciudad. Superando sus marcas personales en 5 y 10 km.
En pocas palabras, ya se los cogía fácilmente a todos.
Hacia poco empezó a rentar un departamento cerca de donde Gastón se había mudado, y estaba a nada de terminar su carrera universitaria.
Enterarse de cosas así alegró mucho el tono oscuro y un tanto deprimente que regularmente tenía su vida.
Compartieron la tarde conversando y comiendo. Reviviendo los viejos tiempos y conociendo los nuevos.

  - ¿Asi que ya estás escribiendo otro?
  - Si, -- Dijo mientras bebía lo último de su refresco.
  - Así que piensas vivir de esto.
Ése es el plan. Pensó Gastón.
  - Así es.
Ricardo sonrío al ver la seguridad con la que Gastón hablaba. Hasta el propio Gastón se sorprendió.
De verdad quería vivir de eso.
Pidieron la cuenta y Gastón se ofreció a pagarla, a lo que Ricardo se negó. Discutieron por dos segundos y quedaron en pagar mitad cada quien.
Algo típico a la hora de pagar algo.
Salieron, Ricardo en bicicleta y Gastón en patineta.
Ricardo siempre andaba en bicicleta, decía que era mejor que pagar por pasajes, y en cierto modo era verdad.

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