8

18 0 0
                                    

8

El resto de la tarde se la pasaron juntos y hablando sobre el tiempo y sucesos ocurridos cuando no estuvieron juntos.
Eran más de 10 años de amistad, para Gastón, Ricardo ya no era su mejor amigo, era su hermano.
Casi para el anochecer se despidieron, pero prometieron verse pronto. Tal vez en dos días.
Como en los viejos tiempos. Pensó Gastón.
Regresó inmediatamente a su nueva casa para darse un baño y preparase para verse con sus amigas.
Amigos, una de las grandes razones por las cuales había regresado. Completaban su vida de manera enorme.
Otro de sus mejores amigos se encontraba en ese momento fuera del país, haciendo prácticas de medicina. Había sido el mejor de su clase y una institución extranjera le había ofrecido esa oportunidad.
No la desaprovechó, pues como Ángel decía, "Los buenos halcones cazan excelentes ofertones."
O algo así.
Y otro, Hugo, estaba también trabajando en el extranjero. Bueno no trabajando. Al ser un chelista excepcional, había sido invitado junto con otro grupo de personas a unirse a una prestigiosa agencia estadounidense.
Sus amigos más cercanos habían logrado el éxito.
Y Gastón estaba en proceso de seguir creciendo.
Salió de bañarse, agarró la camisa más hipster que pudo, tomó su chaqueta de mezclilla y subio a su Cadillac.
Condujo hasta estacionarse cerca de donde vería a sus amigas, ya que por esos lugares no había donde estacionarse.
Se estacionó entre Aduana y Francisco I. Madero. Justo frente a la Plaza de la Libertad.
Al salir, vio el centro, la plaza y los hermosos edificios cubiertos por el velo de la noche. Joder era hermoso.
El centro histórico de Tampico es un lugar hermoso cuando se ve de noche. Podría decirse que hasta mágico.
La vieja oficina de correos de Tampico, La Sevillana justo debajo del Hotel Sevilla, la bajada del mercado.
Se sintió sumamente en casa al volver a estar rodeado de los viejos y maravillosos edificios.
Caminó atravesando la plaza para llegar a donde se encontraria con sus amigas, El Café Selecto. Donde servían el mejor puto café que alguien se podría beber.
Al estar afuera entendió otro cigarro y justo antes de acabarlo, sus amigas llegaron.
Las gemelas lo abrazaron tan fuerte que casi le hacían mierda su caja torácica.
- Mis gemelas, -- Dijo aún siendo apretado. -- no saben cómo las he extrañado.
- Tu no sabes lo mucho que te extrañamos a ti, flaco. -- Exclamó Karla.
Aquello era cierto. Gastón no tenía el cuerpo más atlético de todos, no estaba musculoso como mucha gente traumada con el gimnasio a su edad, pero tampoco era un palo de escoba.
Se sentía bien consigo mismo, era lo que importaba.
- Vamos, -- Dijo Salma. -- hemos esperado 5 putos años para volver a tomar un café contigo. No perdamos el tiempo.
Nadie discutió. Todos entraron.
Se sentaron como siempre lo habían hecho, sobre la barra que se encuentra justo al entrar al lugar.
Y Gaston, como siempre, de sentó en medio de ellas. Para facilitar más la plática.
Los tres pidieron lo de siempre, un café negro.
- Así que por fin, después de tantos años de escribir y no terminar nada, por fin escribiste un libro. -- Comentó Salma.
- Lo sé, lo sé. Tardó su tiempo pero lo conseguí.
- Y vuelves a estar aquí, que es lo más chingon de todo esto. -- Prosiguió Karla.
- Exactamente, y no saben lo pinche feliz que estoy de estar aquí nuevamente.
Sus cafés llegaron.
Las gemelas agregaron azúcar a sus cafés, pero Gastón no. Desde hacía tiempo le gustaba el café totalmente negro.
Eso lo hacía estar más despierto a la hora de escribir.
Pasaron poco más de dos horas sentados en ese lugar conversando sobre mil temas. Todo lo que no se habían contado en 5 años.
Salma había empezado a salir hace poco con el guitarrista de una banda local que empezaba a ganar reconocimiento y prestigio. Y Karla hacia meses había terminado una relación, pero había estado hablando con un chico de su pasado y habían empezado a salir apenas unas semanas atrás.
A Gastón le gustaba que la vida le sonriera a sus amigas.
Pagaron la cuenta y salieron a sentarse a la plaza que estaba frente al café.
Salma saco su celular.
- Apenas y son las 10 de la noche. Tenemos toda la noche para hacer mil cosas.
- ¿Y qué tienes en mente? -- Preguntó Karla.
Gastón rápidamente empezó a considerar lugares.
- Sinceramente, no tengo ni puta idea. -- Respondió Salma.
Lo tenía.
- ¡Yo si la tengo! -- Dijo Gastón.
-- Siganme.
Se levantó rápidamente y caminó en dirección a donde había estacionado su auto.
Ellas no titubearon, lo siguieron casi pisándole los talones.
La noche era joven aún, y Gastón sabía dónde podrían pasar la noche tranquilamente.

PULPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora