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- Mierda. Eso es lo que es, Gastón. Una puta y jodida mierda.
Se dirigía con Oscar a un billar en el centro de Tampico. La Caverna, su favorito.
Esa tarde había refrescado, y Gastón llevaba su chaqueta de mezclilla.
Aunque pasa ser sinceros nunca se la quitaba.
Se retiró el cigarro de la boca para contestarle a su amigo.
- ¿Tu crees eso?
- ¡Claro cabrón! Es sólo un puto mosoco que trata de asustarnos.
Dio una calada.
Decidió aceptar la opinión de Oscar, no quería pensar en ello.
Ganarle en el billar, eso quería.
- Tienes razón. Es una pendejada presionarnos por ello.
- Claro que tengo razón. -- Alardeó. -- Te lo dice Oscar, tu padre.
Se carcajearon. Gastón le dio un golpe de amigos en el brazo.
- Seas mi padre o no, voy a darte una arrastrada en el billar.
- ¡Ja! Te voy a hacer morder calzón. -- Dijo antes de darle una calada a su cigarro.
Gastón estuvo a punto de responderle cuando tropezó con alguien que caminaba de frente a ellos.
No le vio el rostro. Llevaba la capucha de su suéter puesta.
- Disculpa viejo. -- Trató de ser amable.
- La gente siempre se disculpa cuando ya hizo el daño. -- Exclamó el encapuchado.
Ambos voltearon, extrañados por la frase que había dicho.
El encapuchado miraba en dirección a ellos. Era difícil adivinarlo ya que no le veían la cara. Sólo de la nariz para abajo.
Tenía un aspecto sucio. Suponieron que era un vagabundo.
- ¿Qué mierda con eso wey? -- Estalló Gastón. -- ¿Eres idiota acaso?
Habían casi 3 metros de separación entre ellos. Gastón ya había avanzado varios pasos cuando Oscar lo detuvo.
- Hey hey hey, -- Dijo sujetándolo. -- tranquilo. Es sólo un idiota.
El sujeto dio media vuelta y se marchó sin más.
Gastón decidió no hacer más alboroto.
No sin antes.
- ¡Chinga tu madre!
La gente a su alrededor se le quedó viendo. Indignados.
Aquel sujeto no volteó, siguió su camino.
- Te encanta meterte en pedos. ¿Verdad?
- El pendejo se lo buscó. Son mamadas.
Dio una calada más para bajar su enojo.
- Como sea. Vámonos.
Volvieron a caminar hacia el billar. Gastón volteó atrás para ver si lo veía caminando entre la gente.
Nada.

El mingo chocó contra las demás bolas, esparciéndolas por toda la mesa.
La lisa 4 entró a uno de los agujeros.
- Yo lisas, tu rayadas. -- Comentó Gastón.
- Sólo fue suerte inicial.
- Veamos.
Observó que la 7 y 3 estaban muy cerca de otro agujero.
Probó suerte y se arriesgó. El mingo se dirigió ferozmente hacia aquellas dos bolas. Al chocar con ellas logró hacer que el 7 entrara. Pero el 3 rebotó y se alejó al centro de la mesa.
Dio una calada a su cigarro y analizó la situación. No había bolas cerca de ningún agujero.
Debía arriesgarse.
Podía hacer que el mingo rebotara contra una de las paredes para golpear el 1 e intentar que entrase en un agujero.
La boca se le secó.
Agarró su cerveza y dio un gran trago.
Oscar lo miraba impaciente.
Sudor en su frente. Mirada fija en el 1. Taco en mano.
Se inclinó, puso el taco frente al mingo.
Golpeó.
Rebotó como él quería, pero no logró darle al 1.
Falló.
- ¡Mierda!
- Lástima Gastón.
Dio otro trago antes de responderle.
- Voy dos adelante que tu.
- No por mucho.
Con el primer tiro Oscar logró meter dos al mismo tiempo.
- ¡Qué hijo de puta!
En este momento la mierda iba a ponerse real.

Habían pasado más de 30 minutos desde que habían empezado la partida.
Sólo quedaba una bola.
El 8 Negro.
Ambos habían abierto una nueva botella de cerveza. Hicieron un brindis.
- Mira y llora, G. -- Dijo poniendo toda su atención en el 8.
- Muestrame como se hace.
A pesar de que La Caverna se encontraba llena en ese momento, un silencio espectral los envolvió. Como si toda la atención del mundo se fijara en ese crítico momento.
El mingo estaba casi a mitad de la mesa. El 8 negro se encontraba ligeramente posicionado en un lateral de la mesa.
Su frente sudaba, estiró sus dedos para agarrar mejor el taco.
Un tiro en diagonal era todo lo que Oscar necesitaba para ganar la partida.
Se posicionó del otro lado.
Estaba preparado.
Gastón observaba el momento como si su vida dependiera de eso.
Golpeó finalmente.
El mingo salió velozmente disparado. Atravesó la mesa de lado a lado.
Impactó contra el 8, el cual se disparó contra una de las esquinas de la mesa.
Parecía inminente que entrara en el agujero. Todo estaba perdido para Gastón.
Pero en última instancia rebotó contra la esquína y giró hasta el centro de la mesa.
- ¡Puta madre!
Gastón no se contuvo y se carcajeó en su cara.
Ahora todo estaba a favor de Gastón. El mingo estaba colocado justo frente al 8, que a su vez estaba en una posición buena.
Tomó el taco, colocó la punta frente al mingo y eligió uno de los agujeros laterales.
Contuvo la respiración y fijo bien si objetivo.
Disparó.
Taco contra el mingo. Mingo contra el 8.
Y el 8.
¡Al agujero!
- ¡Putisima madre! -- Exclamó Oscar.
Gastón se burló en su cara y se empinó la botella entera.
- Creo que es una victoria.
Oscar prefirió no decir nada y empezó a colocar las bolas para un juego nuevo.
- ¿Mejor de tres? -- Sugirió Gastón.
- Acepto.

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