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Editado 11/01/21

Las palabras de David retumban en mi cabeza una y otra vez.

La situación, en vez de incomoda, me parece abrumadora en especial porque yo, más que nadie entiendo como se siente. A fin de cuentas yo también temo que mi mamá deje atrás al maravillosos hombre que alguna vez llamó su esposo por Marcos. La única diferencia es que yo lo he aceptado, por más duro que haya sido con ayuda de mi hermano hemos aceptado que sí queremos que mamá sea feliz y siga adelante, debemos aceptar a Marcos.

Centro mi mirada en la fría expresión de David y por primera vez, después de tantos años de conocerlo logro ver lo que hay debajo de su fachada, de su ego, de su reputación de jugador, y veo al verdadero David. Al indefenso, al que teme por la memoria de su madre, al que aún vive pensando en el pasado y que no ha podido seguir adelante.

De repente, la sangre me hierve por lo que parece milésima vez en los últimos dos días.

Ahí es dónde diferimos, desde que tengo memoria de él, David siempre ha sido el centro de atención, ya sea por algo bueno o malo,  desde que es un niño él se ha estado acostumbrando a que todo gire al rededor de él. En cambio, Axel y yo no. Al ser mellizos hubo incontables ocasiones en las que el uno opacó o se destacó mejor que el otro y desde pequeños hemos estado acostumbrados a vivir así, a no estar celosos de los logros del otro, sino que compartimos la alegría como si fuera un logro propio.

—Escucha, espero que no creas que eres el único que está siendo afectado por todo esto. Axel y yo también tuvimos que pasar por momentos difíciles, así que por favor no seas un egocéntrico, y por una vez en tu vida, piensa en alguien más que no seas tu mismo— espeto furiosa.

Los ojos azul celeste que llevo mirando fijamente desde que David entró en la habitación se encuentran con los míos y por unos minutos nos sumimos en una competencia de miradas, es cómo si al lanzarle la mirada mas cargada de odio al otro pudiéramos decidir quien tiene la razón en este argumento.

Soy yo la que rompe el rotundo silencio después de algunos instantes de miradas intensas e hirientes—. Creo que es mejor que salgas de mi habitación.

Sin esperar respuesta alguna, me doy media vuelta y con pasos decididos me dirijo al armario. Al mismo tiempo que abro las puertas del mueble, la puerta de mi habitación se cierra con un fuerte golpe.

Envuelta en el absoluto silencio de mi habitación las lágrimas amenazan con desparramarse de mis ojos. David, con su egoísmo no se dio cuenta de que todo lo que el mismo dijo, es lo que en algún momento llegué a opinar de el y su padre. Además, de un modo u otro, sus palabras causaron que una ráfaga de recuerdos de mi difunto padre brotaran como burbujas en un jarrón de agua hirviendo.

Cerrando los ojos con fuerza y volviéndolos a abrir, me termino de vestir y arreglar. Cuando bajos las escaleras escucho un montón de voces en la cocina, además noto un delicioso olor a  pan recién tostado que hace que el estómago me cruja.

Rápidamente le hecho un vistazo a mi reloj de mano y este me dice que son las 6:28 de la mañana. Con suerte lograríamos llegar a las 7:00 al instituto.

Con los ánimos por el piso entro en la cocina y me siento en una de las butacas de la barra. Para rematar la pelea con David, es Lunes en la mañana, la semana no ha ni empezado y ya quiero que vuelva a ser fin de semana. Estoy exhausta.

—Buenos días— saludo al montón de gente en la cocina e intento con todas mis fuerzas que la voz no me suene desganada, lo último que quiero en estos momentos es un escuadrón de amigos y familiares preguntando qué me pasa.

—Karen, David se fue hace una rato, parecía molesto, ¿se han peleado?— Inquiere mi madre ignorando por completo mi saludo.

Noto como al rededor mío las conversaciones cesan y siento la mirada de mis amigos y hermano, todos están esperando a que responda.

Mi Hermanastro ©|+18| [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora