11.

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Escuchó que Roger gritaba su nombre, pero estaba tan enojada que lo ignoró, salió de la casa y bajó las escaleras, solo necesitaba espacio, se abrasó a sí misma cuando el frio amenazó con congelarla.

Caminó lentamente, todo estaba oscuro, pero aun así no le importaba, se estaba ahogando en un vaso de agua, nuevamente. Y no lo entendía, es decir, había vivido cinco años con él, y todo había estado bien, pero desde que Dexter había salido de la cárcel, todo había cambiado. Roger cambió, Lucille cambió, y todo empezó a complicarse.

Quería que todo se mantuviera igual que antes, pero sabía que era cuestión de tiempo para que las cosas se rompieran, y no estaba lista para que nada de eso pasara, porque la única que saldría perjudicada iba a ser la niña, su pequeña niña.

Sintió pasos detrás de ella, se giró, pero no vio a nadie, frunció el ceño, por un momento pensó que encontraría a Roger pidiéndole que regresara a casa, sonrió, se había acostumbrado tanto al control de Dexter, a que la persiguiera, a que la obligara a detenerse. Qué patética era.

Regresó a casa y vio a Roger con el teléfono en la mano. —No vuelvas a irte así, Camila, estaba preocupado.

Ella asintió, no tenía ganas de seguir discutiendo, entró a la habitación, y después de ponerse la ropa de dormir, se tiró en la cama, demasiado agotada, para pasar más tiempo con los ojos abiertos.

—Tendrás que llevarnos —dijo arreglando la mochila de Lucille—. Mi auto se descompuso.

Roger asintió. —Está bien, preciosa.

Camila arregló el pelo de la niña y le pasó la mochila. —Vamos, bebé —le dijo tomándola de la mano.

En el auto todos iban en silencio, Camila cruzó las piernas, y notó que Roger no dejaba de mirar su cuerpo, talvez era porque se había puesto un vestido negro que le quedaba bastante bien, él posó su mano en su muslo y le dio un beso en la mejilla. —¿Para quién te pones tan hermosa?

Camila no respondió, solo miró por la ventana, extrañaba como eran las cosas antes, extrañaba las risas, y las extrañas conversaciones que tenían en el auto.

Cuando aparcaron frente a la escuela, la niña la observó con tristeza. —¿Qué pasa, bebé? —Preguntó preocupada.

—¿Vendrás por mí?

Camila tragó forzado. —Por supuesto que sí, ¿Quieres que entre contigo?

Lucille negó, se bajó del auto y Camila sonrió al ver a la pequeña niña ajustarse la mochila, miró hacia atrás y se despidió agitando la mano, su pelo exageradamente corto la hacía ver muy tierna.

Roger estacionó el auto frente a su trabajo. —Haré que te traigan el auto.

—Gracias.

Roger respiró hondo. —Camila, yo...

Ella negó. —No hablaremos de esto ahora, tengo que trabajar.

—No quiero perderte.

Ella lo observó unos segundos, mas no dijo nada, solo salió del auto.

Fue un alivio encontrar su auto aparcado afuera, cuando salió del trabajo, esperó frente a la puerta de la escuela y sonrió al ver a Lucille correr hasta ella, subió al asiento trasero y se colocó el cinturón de seguridad.

—Tengo mucha hambre —dijo Lucille.

—Eso es perfecto, porque hoy iremos a donde quieras.

—Gracias, mami.

Camila la observó por el espejo retrovisor y sonrió, Lucille era sin duda, lo mejor que le había pasado.

Al llegar a casa, fue directo a su habitación, se quitó los tacones y frotó tus pies, se paró de la cama y justo cuando pensaba darse un baño, vio a Roger entrar, tenía una gran sonrisa.

—Mira lo que te traje —dijo pasándole unos papeles coloridos—. Campamentos de verano para niñas.

Camila los leyó unos segundos, y sintió que algo dentro de se rompía en muchos pedazos. —Estos campamentos son en otro país.

Roger pareció sorprendido, ella negó lentamente, pasándole los papeles. —Ni siquiera los viste, ¿Quién hizo esto por ti? ¿Tu secretaria?

Él se quedó unos segundos en silencio. —Los vi cuando iba en el auto —reconoció.

Camila no pudo evitar romper a llorar. —No, no, no... Por favor, no llores, Vamos, preciosa, no llores.

—¿Sabes qué me estás diciendo con esto? Me estás diciendo que no quieres a Lucille, me estás diciendo que quieres enviarla lo más lejos posible porque no quieres tenerla cerca, y ni te esfuerces en negarlo, tú no la quieres.

En ese momento se escuchó un ruido y Camila vio con horror a Lucille correr por el pasillo, Roger caminó hasta la salida, pero ella lo detuvo. —Déjame hacer esto a mí, ya lo has arruinado demasiado.

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OMGGGGGG D:

Continuará...

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now