77.

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Camila tenía ojeras, desde la pelea que había tenido con Dexter no había podido dormir, así que ahora tapaba su cansancio con maquillaje. El día de la fiesta de bienvenida de la escuela, tuvo que forzarse a sí misma para no llorar. Sabía lo que implicaba, Dexter se iría al otro día, para siempre, como ella le había pedido.

No sabía cómo sentirse, él estaba haciendo lo que ella le había pedido, debía estar tranquila, que él se fuera, que se alejara de ellas para siempre, significaría que estaría en paz, porque lo único que él había traído a su vida, había sido destrucción, dolor y tristeza. Bajo ese pensamiento lógico, todo parecía ser correcto, sin embargo, no se sentía bien. Nada se sentía bien.

Estaba preocupada por Lucille, la niña parecía a punto de enfermarse, o ya lo estaba, porque no comía, no dormía bien, ya ni siquiera quería estar en los brazos de su padre, tan solo se quedaba acostada en su habitación, viendo la tv sola.

Dexter tampoco hacía mucho por buscarla. Había estado ocupado con Gilleos, así que casi no estaba en casa, y cuando estaba, se sentaba en el sofá con la laptop por horas.

El día estaba gris, justo como se sentía ella en el interior. Cepillaba con cariño el pelo de la niña, el cual había crecido hasta su espalda. Estaban frente al espejo, lucille en ropa interior mirando sus uñas mal pintadas. Camila apretó los ojos y forzó una sonrisa. —Hoy te puedes poner la ropa que quieras —dijo en tono bajo—. Te he escogido un vestido verde, como no te gusta el rosa, he visto otras opciones y...

—Ya me gusta el rosa —la interrumpió la niña.

—¿Por qué? —preguntó curiosa.

Lucille la miró, a través del espejo. —Porque soy una niña, mamá, y me gusta el rosa.

Camila sintió que algo dentro de ella se apretaba, había luchado con Lucille desde los tres años, porque la niña juraba que era un niño, y estaba lista para llevarla con un psicólogo que si determinaba que la niña realmente estaba en plena facultad mental para decidir que no quería ser una niña, iniciaría el proceso para que fuera un niño.

Había llorado mares por el tema, lo había sufrido, y no había contado con el apoyo de Roger en su momento, había pasado por toda la ansiedad de ver a una niña de tres años queriendo ser un niño, y sufriendo. Y ahora su niña, le decía que era una niña, no un niño.

—¿Y desde cuando eres una niña? —Preguntó con la voz en un hilo.

La niña se encogió de hombros. —Desde que papá me dijo que podía hacer cosas de niño, y ser una niña. Puedo cortarme el pelo como un niño, y pintarme las uñas, y atrapar ranitas, y usar corona, puedo hacerlo todo.

Camila sintió que las lágrimas se desbordaban por sus mejillas, sonrió entre lágrimas porque estaba llorando de felicidad, y no podía parar. —Él es el mejor —susurró la niña desviando la mirada.

Camila se mordió el labio. —El mejor —repitió, secándose las lágrimas.

Sin poder contenerse abrasó a la niña y la llenó de besos. —Te amo —le dijo varias veces, y su corazón saltó al escucharla reír—. Me estás pintando la cara. Para, mamá.

Camila la giró y empezó a limpiarla. Lucille la miró fijamente, y sus ojos se llenaron de lágrimas. —Mamá —dijo lentamente—. Ya no quiero tener otro papá —dijo tristemente—. Cuando papá se vaya, no quiero a nadie más.

Camila frunció el ceño entre lágrimas, pero antes de poder preguntarle, la niña habló. —Los escuché discutir en la camioneta.

Ella quiso abrasarla, pero la niña se alejó y fue hasta el closet, seleccionó un vestido rosa que le había comprado Dexter y lo puso en la cama. —Me quiero poner este —Camila solo asintió, porque si decía algo iba a llorar, y ya no quería hacerlo.

Camila se terminó de arreglar, llevaba un vestido azul claro ceñido al cuerpo y zapatos de tacón, miró su móvil, pero al alzar la vista, vio a Dexter, se veía tan sexy, vestido completamente de negro, con el pelo amarrado en una coleta baja.

Ella condujo, de camino a la escuela todos estaban en silencio. Lucille bajó del auto, al ver a una niña conocida. Dexter no dejó de tamborilear sus dedos, de hecho, había estado inquieto todo el camino. —¿Qué te pasa? —Preguntó apagando el auto.

—Me estoy controlando.

Ella frunció el ceño. —¿Controlándote? —Preguntó sin entenderlo.

—Controlándome para no tocarte, pero no me ayudas, si te pones ese vestido con ese maldito escote —dijo entre dientes, saliendo del coche y cerrando la puerta. 

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D:

A LEY DE TRES CAPS PARA ACABAR LA NOVELA :C

Continuará...

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now