37.

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La puerta se cerró y sintió un vacío horrible, como si su vida se hubiera ido detrás de esa puerta, y en parte, así lo era. Se giró y notó que Roger estaba estoico.

—Lo siento, yo solo sentí que debía hacerlo... Yo... —pero él no dijo nada, solo miró sus manos y luego a sus ojos—. Roger... —intentó nuevamente, pero él se quedó en total silencio.

—¿Qué quieres que te diga? —Preguntó encogiéndose de hombros.

—lo que sea... Hablemos de esto, siento haber...

Él ondeó su mano y respiró hondo. —Solo déjame en paz... Saldré un rato, siento que no puedo estar aquí —dijo pasándole por el lado, ella trató de tocarlo, pero él se apartó.

Camila sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, ¿cuándo su relación con Roger se había vuelto tan complicada? Y recordó un punto en la historia, cuando todo empezó, cuando se trataba del viejo Roger, cuando ambos eran felices.

Camila terminó de acomodar la última caja en su habitación, Roger había comprado un apartamento más pequeño, de tres habitaciones, le gustaba, tenía buenas vistas, y era completamente distinto a los anteriores en los que había vivido. Por alguna extraña razón a Dexter le gustaba vivir lejos del bullicio, en casas alejadas, sin embargo, Roger había buscado un piso en el centro de la ciudad.

—No tienes que cargar con eso, cariño...

ella respiró hondo. —Estoy embarazada, no enferma.

Él asintió, metiendo la mano en sus bolsillos. —Como digas, solo trato de ayudar.

Ella le brindó una sonrisa, mientras sacaba las pocas cosas que se había traído de la antigua casa. No podía creer que hubieran pasado tres meses desde que Dexter había sido encarcelado. Roger no había vuelto a sacar el tema, y ella tampoco lo había hecho. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver el portarretratos de ellos tres abrazados.

Se suponía que eso era un nuevo comienzo. Se sentía estúpida llorando por un hombre que la había hecho sufrir tanto. No podía creer que le estuviera permitiendo que también afectara su embarazo. No era justo, pero no podía evitarlo, lo echaba de menos, no al monstruo de los últimos meses antes de que estuviera tras las rejas, quería de vuelta al viejo Dexter, su Dexter.

En casa quedaba una habitación vacía, la cual decorarían para la niña, aun no sabía cómo llamarla, había estado tan absorta en la mudanza, y procesando todo lo que había pasado, que no había pensado en un nombre para su bebé.

Sintió un dolor punzante en la espalda y maldijo. Ajustó las almohadas y se sentó en la cama, acarició su vientre. Su bebé pronto estaría con ella, de tan solo pensarlo, la alegría la asaltaba. Ya quería tenerla en sus brazos y abrasarla.

Roger entró en la habitación y se sentó en la cama. —Ya casi termino con mi habitación, al final, son menos cosas de las que pensé.

Camila sonrió. —¿Cómo le pondremos a la niña? —preguntó preocupada.

Él acarició su abultado vientre. —No lo sé, ¿Lucía?

—¿Lucille? —Preguntó y sonrió—. Me gusta Lucille.

Él siguió acariciando su vientre. —A mí también —declaró Roger, mirándola.

Ella puso su mano encima de la de él, y cuando ambos se miraron a la cara, su corazón empezó a latir con más fuerza, empezó a sentir algo extraño, algo que no se parecía a la amistad.

**

Cuando el mes de marzo se asomó, se sintió algo nerviosa, era el cumpleaños número 32 de Dexter. Podía ignorarlo, y hacer como que ese día, era igual a cualquier otro, pero no podía hacerlo. Cada año por cinco años, no pudo evitar llorar ese día, pensando en lo triste y solo que debía de estar pasándola Dexter en la cárcel.

Quiso visitarlo, pero después de lo mal que la había tratado, sentía que lo mejor era mantenerse alejada. Lucille entró en la cocina, sobresaltándola. —Quiero galletas —dijo subiéndose en la silla y tomando el tazón—. Haces las mejores galletas, mamá.

Ella sonrió, pero no pudo hablar. Lucille, esa cosita tan pequeña de ojos negros y cara redondita, la cual no era parecida en nada a Dexter, era su hija. La veía y se imaginaba cómo sería una vida con su pequeña, y con Dexter. Antes ni siquiera se le habría pasado por la cabeza esa opción, pero ahora... Ahora todo era diferente.

—¿Me estás escuchando, mamá?

Camila tomó su carita entre las manos y besó su frente. —Te amo, pequeñita, mucho, mucho, mucho.

La niña la abrasó y después se marchó a su habitación. Camila respiró hondo, y entonces sintió que algo se caía, miró hacia atrás, pensando que la niña se había tropezado, pero se trataba de Roger. Él había estado distante después de que habían regresado a casa.

—Hice un pastel, cielo, ¿Quieres un poco? —Preguntó brindándole una sonrisa.

Él la miró sin sonreír, hacía semanas que no veía una sonrisa en su cara. Solo eran gruñidos, enojo y rabia. —No —dijo quitando los primeros botones de su camisa.

—¿Tuviste un buen día? —preguntó tratando de sacar conversación—. Estuve bastante estresada en el trabajo, se averiaron tres computadores, y es bastante gracioso, porque cuando...

—Ahórratelo, Camila, estoy cansado.

Ella asintió, no quería llorar, quería golpearlo. Sentía rabia por su maldito comportamiento, sabía que había estado muy mal dormir con Dexter en casa de Greta, pero quería arreglar las cosas.

—No quieras hacer que esto funcione —dijo mirándola con desdén.

Ella lo miró fijamente. —Talvez ya no quiero que esto funcione —dijo saliendo de la cocina. Todo tenía un límite, si él no tenía ni la más mínima intención de arreglar las cosas, no se pasaría la vida entera rogándole.

Después de unas horas, entendió que necesitaba salir de esa casa. Empezó a conducir y aparcó frente a la casa de Dexter. Respiró hondo, estaba nerviosa, tocó a su puerta, él estaba tan sorprendido como ella.

—Camila... ¿Qué haces aquí? —Pregunto rascando su frente.

Ella quitó el nudo de la bata, revelando su cuerpo desnudo. —Nadie debería estar solo el día de su cumpleaños.

***

:O

PD: A partir de ahora subiré capítulos más seguido. 

pd2: A todas las chicas de Puerto Rico, República Dominicana, espero que estén a salvo después del huracán Irma, así como a las mexicanas, después del terremoto. BE SAFEEEE❤️

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now