57.

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Ella durmió en el sofá, porque tenía miedo de estar sola en la cama con Dexter. Tenía miedo de que despertara y él estuviera muerto a su lado.

Preparó un caldo de pollo, se paró delante de la habitación y respiró hondo antes de entrar. Dejó la bandeja en la mesita de noche y se sentó en la cama. Él se veía tan pálido. Le parecía un poco extraño verlo con barba y pelo largo. Y, aun así, no sabía cómo lograba verse tan atractivo.

Lucía más bien amenazante, pero también atractivo. Ella acarició su mejilla. Él abrió sus ojos grises y la observó. —¿A dónde fuiste?

—A ningún lado —respondió con una sonrisa nerviosa.

—No pasaste la noche aquí —dijo con voz rasposa, sentándose despacio en la cama.

Ella no respondió a eso, solo acomodó las almohadas y le pasó antibióticos y pastillas para el dolor, él los tomó los medicamentos, pero no le quitó los ojos de encima. —Te traje algo para comer. Y sin esperar respuesta puso la bandeja entre ellos, metió la cuchara en el plato y lo alimentó.

Cayeron en un silencio incómodo. Cada vez que él trataba de decir algo, ella metía una cuchara en su boca. En cinco ocasiones pudo conseguirlo, pero a la sexta, él detuvo su mano, obligando a meter la cuchara nuevamente en el plato. —Para —dijo firme—. ¿Qué está pasando?

Ella quitó la bandeja de la cama y evitó mirarlo. Empezó a arreglar las sábanas. —¿Estás bien? ¿Necesitas algo? Abriré las ventanas, creo que te vendrá bien un poco de luz —dijo tratando de pararse de la cama, pero él la apretó tan fuerte del brazo, que la obligó a sentarse nuevamente.

Aun estando débil y con su brazo derecho lastimado, era increíble la fuerza que podía emplear. Gruñó. —Odio que hagas eso. Mírame a la cara, Camila.

Ella jugueteó con el reverso de su blusa, pero al final lo miró. Él rápidamente relajó su mirada. —¿Qué pasa, cielo? ¿Qué está mal?

Su mirada de ogro había cambiado, y ahí estaba su hombre bueno. Ella se encogió de hombros, conteniéndose para no llorar. —Todo está mal.

—Voy a estar bien, Camila. Mírame, me estoy recuperando, solo es cuestión de días.

—¿Y después qué? —Preguntó directamente.

En ese momento, la niña entró a la habitación. Tenía un conjunto de pijama morada que había encontrado en el armario. Su pelo era un desorden, pero la hacía ver de lo más tierna.

Llevaba calcetines de ositos, entró en la habitación rascándose los ojos, y sin pensarlo, se acostó en la cama. Dexter y Camila la miraron asombrados, cuando la niña se acomodó debajo de las sábanas, y volvió a cerrar los ojos.

Ambos padres se quedaron viéndola al menos cinco minutos, hasta que Camila comprobó que se había vuelto a quedar dormida. Dexter sonrió y la acercó más a él, se acomodó en la cama, y miró a Camila. —Ven a la cama conmigo.

Ella sonrió y se acomodó en la cama, a su lado. Quiso estar apartada, pero él movió su brazo lesionado y la envolvió en un abrazo. Camila descansó su cabeza en su pecho. —No deberías estar moviendo el brazo, amor.

Él entrelazó sus dedos con los de ella y respiró hondo. —Relájate.

Camila se mordió el labio. —No puedo hacerlo, Dexter. ¿no lo ves? Estamos en peligro.

Él sonrió amargamente. —Siempre lo hemos estado.

—No es gracioso —dijo rodando los ojos.

—Esta vez será diferente, lo prometo.

Ella quiso decir algo más, pero sintió él se había quedado dormido. Esperó al menos una hora, y se levantó de la cama, lucille se había acurrucado contra él, era como si buscara su protección, como si supiera que él era su padre.

Se sentó en el sofá y abrió una lata de cerveza. Y sin pensarlo, en las próximas horas, se tomó al menos seis cervezas. No había comido nada más que un poco de la sopa que le había llevado a Dexter. Apenas era medio día, y estaba borracha.

Lo hacía para olvidar, su cabeza últimamente la había llevado a escenarios demasiados sangrientos para poder tolerarlos. Solo necesitaba olvidar, al menos por un rato.

Sin proponérselo, se recostó en el sofá y se quedó profundamente dormida. Escuchó la voz de la niña, y reaccionó al instante, solo que al pararse del sofá comprobó que alguien había quitado las latas de cerveza a su alrededor y que había anochecido.

—Bebé, ¿Comiste algo? —preguntó caminando por el pasillo, rastreando la voz de la niña. Se sorprendió al verla metida en la cama con un conjunto de pijama diferente, comiendo palomitas y a su lado estaba Dexter.

Ella se sostuvo del marco de la puerta para no caerse. —¿Estás bien? —Preguntó.

Lucille frunció el ceño, y después asintió. Se acurrucó entre las sábanas y abrasó al peluche de emoji que Dexter había conseguido para ella.

Camila tocó su cabeza, dolía horrores. Comió un sándwich y se dio una ducha. Secó su cuerpo y tomó una bata de baño extra grande, y sin ningún motivo se sentó en el retrete al menos media hora. No sabía lo que estaba pasando, pero tenía la necesidad de esconderse.

Cuando finalmente salió, vio a Dexter metido en la cama, mirándola. —¿Te sientes bien? —Preguntó él.

Ella asintió. —Solo fueron un par de cervezas, estaré como nueva mañana.

Él no le quitó los ojos de encima. —¿Qué está mal?

Camila rodó los ojos. —Ya para de preguntarme eso, estoy bien —dijo buscando algo que ponerse en el armario.

—Entonces, demuéstralo.

Ella se giró. —¿De que hablas?

Él sonrió. —Quítate la bata y duerme conmigo.

Camila abrió los ojos como platos. —¿Qué? —Preguntó sorprendida. 

****

QUÉ

Continuará...

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now