28.

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—Roger —dijo lentamente—. ¿Quieres hablar de esto ahora? —Miró por la ventana, ya había amanecido, un día nuevo, y apenas podía mantenerse de pie—. Mi cabeza va a explotar —dijo tocando su cien y caminando, pero Roger la tomó bruscamente del brazo y la hizo retroceder, empujándola, contra el refrigerador.

—Maldita sea, Camila —dijo acercándosele—. ¿Te acostaste con él?

Ella parpadeó rápidamente. De repente las cosas empezaban a moverse, necesitaba dormir rápidamente. —No —dijo poniendo una de sus manos en la meseta—. Por supuesto que no.

Él la tomó por la barbilla, obligándola a que lo mirara. —Te acostaste con él, ¿Verdad?

Ella frunció el ceño. —Amor...

—¡¿Por qué me mientes?! —Gritó, sobresaltándola—. Sabías donde vivía, te has estado viendo con él a mis espaldas, ¿Por qué demonios tendría que creer que no te has acostado con él?

—¿No confías en mí? —preguntó, mirándolo fijamente—. Yo confío en ti.

Él rio amargamente—. Tú no confías en mí, deja de mentirme.

Ella se tambaleó nuevamente. —Roger, por favor, ¿Podemos hablar de esto en otro momento?

—¿Cuándo, Camila? ¿Cuándo demonios hablaremos de esto?

Él había bajado la voz, y tan solo escuchar la tristeza en sus palabras, la hizo tragar forzado, quería arreglar las cosas, pero no era el momento, aparte de que estaba mareada, un lunático casi asesinaba a su hija, y para rematar Dexter estaba en casa. Era demasiada presión.

—No sé si seremos capaces de superar esto algún día... Por dios —dijo bajando la voz—. Yo te amo, y te necesito, y daría lo que fuera para que me necesitaras.

Ella respiró hondo, sintiendo las lágrimas apilarse en sus ojos. —Roger... No estoy bien —dijo lentamente.

En ese momento, Camila alzó el rostro, solo para encontrar a Dexter cruzado de brazos en la cocina. Roger miró hacia atrás y maldijo. —Tú —dijo señalándolo—. Te quiero fuera de esta casa ¡Ahora!

Dexter rodó los ojos. —No empecemos otra vez.

—¡Largo de aquí! —Gritó Roger.

—¡No me iré! —Gritó de vuelta—. No me importa lo que pienses y mucho menos lo que hagas con tu vida, estoy aquí por ellas, no por ti. Y hasta comprobar con mis propios ojos que están bien, no me iré.

Camila rodó los ojos. Estaba harta de tantas peleas, se puso en medio de ambos, pretendía volver a repetir que dejaran de pelear, pero su cuerpo no quiso colaborar, y sin poder postergar su descanso más tiempo, perdió el equilibrio.

Los brazos de Dexter la sostuvieron a tiempo para que no impactara contra el suelo. —Estoy tan casada —susurró mirándolo.

—Lo sé, corazón, es por eso que vas a descansar sin interrupciones, te lo prometo —dijo alzándola en sus brazos.

Ella se acurrucó en su pecho, y cuando la dejó en el sofá junto a Lucille y la arropó a ambas, le sonrió. —Gracias, Dex... —Fue lo último que dijo antes de caer en un sueño profundo.

**

Dos días pasaron y no pudo volver al trabajo ni la niña a la escuela. Lucille había estado tan nerviosa que no había podido hacer sus actividades normales. Dexter seguía en casa, y era una situación incómoda.

Había mantenido las distancias con él, pero era imposible ignorarlo, cuando ambos estaban bajo el mismo techo, en una casa relativamente pequeña. Al tercer día sintió que debía salir, más por la niña que por ella misma, ya que la pequeña estaba tan aterrada que no podía dormir en su habitación. La entendía, cuando encontró a Emily sin vida, cubierta de sangre en la casa, había tenido pesadillas por semanas. no se creía capaz de pasar por ese lugar sin que los recuerdos abordaran su mente.

Ese día, se vistió con ropa de deporte, y le buscó ropa cómoda a la niña, no sabía a donde iría, solo necesitaba salir. Se sorprendió cuando vio a Franco entrar en la casa, no había cambiado su aspecto desde la última vez que lo había visto, hace cinco años.

Su pelo estaba un poco más corto, pero aún era la suficientemente largo para amarrarlo en una coleta baja, se veía mucho más amenazante que la última vez. Le brindó una sonrisa y su mirada se detuvo en Lucille.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó asombrada.

Él metió ambas manos en sus bolsillos. —¿Cómo estás, Diablilla?

Ella sonrió. —He estado mejor —respondió sinceramente, pasando por su lado con la niña tomada de la mano.

Subió a su auto y respiró hondo, la niña la observó, esperando que dijera algo, pero ella solo sonrió. Era bueno estar fuera de casa, bajó los cristales, y tomó la carretera, la brisa despeinaba su cabello y ese pequeño gesto, la hizo sentirse libre.

Se detuvo en una gasolinera, pretendía dejar a la niña en el auto, pero ella no quiso quedarse sola ni un segundo, así que ambas bajaron y entraron en la pequeña tienda de comida chatarra. —Toma lo que quieras —le dijo, mientras miraba el área de helados.

Tardó más de lo normal, y cuando miró a los lados, notó que la niña no estaba a su alrededor. Su corazón se aceleró. —¿Lucille? —Preguntó, caminando por la tienda—. ¡¿Lucille?! —Gritó preocupada.

Se detuvo de golpe al ver a la niña, aceptando un caramelo de manos de una señora, frunció el ceño, y cuando la señora miró hacia arriba, un frio recorrió su columna vertebral. —Camila —dijo lentamente.

Ella tomó a Lucille de la mano, dejó todo lo que había tomado, y salió prácticamente corriendo de la tienda. Dos camionetas negras estaban aparcadas frente al local. Sus manos empezaron a temblar. Sintió el agarre de Lucille, la niña también tenía miedo.

De una de las camionetas salió un hombre, el cual nunca había visto en toda su vida. Y eso la aterró.  

****

SANTA MIERDAAAA :O

Continuará...

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now