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—Entonces vámonos —dijo uno de los hombres—. Te llevaremos con él.

Ella observó a Lucille, la niña sonreía entre lágrimas, y eso hizo que su corazón se partiera en muchos pedazos, la abrasó fuerte. —Traerá a papá ¿Bien?

—Por favor —la niña le rogó.

Camila besó su frente. —Te amo —dijo antes de irse.

Sentada en la parte de atrás de la camioneta no supo cómo sentirse, había estado atrapada toda su vida en una maldita mentira, no podía entender lo que hacía. Estaba a punto de salvar al hombre que le había arruinado la existencia.

Sintió repentinamente ganas de detener la camioneta y solo regresar. Una parte de ella sentía que él no merecía su ayuda, sin embargo, otra parte sabía que lo amaba, tanto para no dejarlo morir.

Se paró frente a la casa abandonada, la cual no tenía ni siquiera puertas. Entró lentamente y vio a Dexter casi atragantándose con su propia sangre encima de un cartón. Miró a su alrededor, todo olía asqueroso, ni siquiera había un baño decente, franco estaba en la esquina, con el arma en sus manos mirando a Dexter tratar de sobrevivir por su propia cuenta, y eso fue todo.

Dexter ya había sufrido suficiente. Nadie había soportado tanto dolor como él. Había pasado de tener una empresa y mucho dinero, a vivir en lugares inhabitables, a sufrir heridas, y pasó por todo eso solo.

Sin pensarlo, se arrodilló junto a él y le tomó la mano. Él abrió los ojos y la tristeza la embargó al ver sus ojos llorosos. —Perdón —dijo tosiendo sangre.

—Tienes que ir con Greta, Dexter.

Él negó. —No lo merezco —dijo y las lágrimas se desbordaron por sus mejillas.

Camila rompió a llorar. —Tu hija no ha parado de llorar. No puedo volver a casa sin ti.

Él respiró con dificultad. Apretó los ojos con fuerza. —No quiero que me vea así.

Ella se encogió de hombros. —Prefiero que te vea así, no le puedo decir que su padre murió por no querer recibir ayuda.

Él se quedó en silencio unos segundos, y esa fue la señal para que lo trasladaran. Entre cinco hombres lograron subirlo a la parte trasera de la camioneta.

No supo cómo pudo aguantar el viaje de regreso a casa de Greta, pero agradeció que lo hiciera. Justo al llegar había tres enfermeras y un doctor esperando por ellos. Lo trasladaron en una camilla a una de las habitaciones principales.

Camila llegó hasta lucille y la abrasó con fuerza. Greta puso una mano en su hombro. —Gracias por traerme a mi nieto.

Ella asintió y se quedó con Lucille unas cuantas horas sentada en el sofá. La niña no pudo soportarlo, y se quedó dormida en sus brazos, Camila la llevó a la habitación y se dio un baño. Se puso ropa limpia y salió de la habitación.

En teoría, ya había cumplido, ya lo había llevado a casa, ya no era su problema. ¿Pero a quien engañaba? Si no lo veía no iba a poder dormir. El doctor hablaba con Greta, pero ella no quería escuchar más malas noticias. Vio a dos enfermeras inyectando algo en sus venas y no entorpeció su trabajo.

Tan solo se quedó ahí unos segundos, abrasándose a sí misma, viendo el sesenta ciento de su cuerpo vendado, arrastró el pequeño sofá y apoyó su cabeza en su mano.

La enfermera la observó. —¿Es su esposa?

Camila negó, pero no agregó nada, entrelazó sus dedos con los de él y besó sus nudillos. —¿Se pondrá bien?

—Eso esperamos —respondió saliendo de la habitación.

No sabe cuanto tiempo duró solo mirándolo dormir, escuchó que la puerta se abría y vio a Greta entrar en la habitación. —El doctor dice que está vivo de casualidad.

Camila acarició su cabello y maldijo. —No quiero que muera.

Greta puso una mano en su hombro. —Has sido muy fuerte hoy, necesitas sacar eso que llevas dentro.

Ella sintió las lágrimas caer por sus mejillas, pero aún así no dijo nada, solo lloró en silencio a su lado. Sus palabras no salían. Ya no. 

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:c

Continuará...

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now