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Camila respiró hondo, sus manos temblaban. Nunca había estado ni meramente cerca del papá de Dexter, y mucho menos había estado en una cárcel.

Trató de mantenerse tranquila, pero no lo consiguió, contrario a eso, se mantenía dando pequeños pasos de un lado a otro, mientras esperaba a que alguien dejara salir a Charles.

Siempre había pensado que Dexter era el hombre más intimidante, hasta que vio a Charles. Ciertamente no podían negar el parentesco, eran igual de intimidantes, y sus ojos eran tan penetrables que la dejaban sin habla.

Un guardia de seguridad quitó sus esposas y le permitió sentarse frente a ella en una mesa grisácea. Él no le sonrió, ella tampoco lo hizo. No era una visita cordial. De hecho, ella tenía los ojos un poco hinchados por haber llorado, y su apariencia era un desastre.

Ni siquiera parecía que fuera una madre, parecía más bien una pequeña niña asustada. —Camila —dijo él con el ceño fruncido.

Ella solo asintió, y tomó asiento. Por unos segundos no supo qué decir, tenía tantas cosas atrapadas en su cabeza. Negó lentamente, tratando de despejar su mente. —Yo... No...

—Lo sé —dijo él, como si de repente supiera todo lo que pasaba por su cabeza.

—No —dijo ella, sintiendo las lágrimas desbordarse por sus mejillas—. No lo sabes.

Sus ojos pasaron de ser duros e inflexibles a compasivos. Respiró hondo y juntó ambas manos encima de la mesa. —Entonces háblame...

Ella lo miró directamente a los ojos. —No sé nada sobre su historia, y realmente no me interesa, nunca me interesó todo esto, ni estar involucrada, sin embargo, aquí estoy, y antes no entendía cómo había llegado hasta aquí, pero ahora lo sé. Y lo odio. Lo detesto —dijo con rabia—. Odio que parezco estar atrapada con ustedes, odio que me hubieran salvado, y se hayan mostrados como los buenos cuando me desgraciaron mi maldita vida. Odio estar en medio de esta guerra, y sobre todo odio estar aquí literalmente con el corazón en la mano pidiéndote que hagas algo para que no se maten. Estoy cansada de todo esto —su voz se quebró—. Ya no lo soporto más.

Él la miró con lástima. Genial lo que le faltaba. Secó sus lágrimas y se dispuso a irse, cuando él la tomó de la mano. —Espera.

—Siento que estés involucrada en todo esto, en verdad lo siento.

Ella le hizo señas con las manos para que siguiera hablando, como si la parte del lo siento fuera secundaria, como si él pudiera arreglar algo, como si le pudieran devolver a su padre. Ya no quería escuchar una disculpa más, y mucho menos de los culpables de todo lo que le había pasado.

—Estoy encerrado aquí, no puedo hacer más que tú.

—Ellos te respetan.

Eso lo hizo sonreír. —Me intrigas mucho, Camila —Se inclinó en la mesa—. Dexter mató a tu padre, Roger quiere eliminar a Dexter. ¿Por qué estás aquí abogando por él? ¿Por qué no dejas que Roger lo mate?

Camila no titubeó. —Porque cuando se enfrentaron, él estuvo dispuesto a renunciar a mí con tal de que no sufriera por saber la verdad. Se arrodilló y se rindió ante Roger, aún sabiendo que lo había traicionado, y teniendo motivos para acabar con él. Lo dejó todo por mí, y si eso no es un intento sincero de redención, no sé lo que pueda ser.

Charles sostuvo la mirada con ella y se sintió en ese momento como si hubieran conectado. No sabía describirlo, pero sintió su respeto. Su admiración, y no lo entendió.

Él asintió. —Está bien, Camila.

Ella sintió como si le hubieran quitado un peso de encima. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. —Gracias —dijo sinceramente, porque ya no se iba sentir una inútil que no había hecho absolutamente nada para impedir que ellos se mataran entre sí.

Él la miró tristemente. —Mi hijo tiene suerte de tenerte en su vida.

Ella se encogió de hombros. Sonrió entre lágrimas. —Tienes una nieta —dijo lentamente.

—Lo sé —dijo orgulloso—. ¿La traerás la próxima vez? —Preguntó tomando sus manos entre las de él.

Ella miró la unión de sus manos y después lo miró a los ojos. —Lo haré —dijo lentamente, antes de pararse de su asiento y dedicarle una pequeña sonrisa de despedida.

Deambuló el resto del día, no quería regresar con Greta, de hecho, no quería estar en ninguna parte. Ya no se sentía parte de nada.

Llegó en la noche, y sonrió al ver a la niña correr hasta ella y abrasarla. —Pensé que no volverías —dijo lucille con voz diminuta.

—No te abandonaré. Nunca lo haré, bebé.

Vio a los hombres de la casa moverse de un lado a otro, todos rodearon a Greta. Ella se acercó sigilosamente.

—Será mejor que lo veas, no creo que pase de esta noche si no lo atiende un médico.

Greta secó sus lágrimas. —Lo traeremos a la fuerza, trae a quien tengas que traer, no lo dejaré morir.

—Yo iré —dijo Camila irrumpiendo en la sala. Todos la observaron con cara de asombro, no los culpaba. Ella misma se había sorprendido.

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JO-DER

Continuará... 

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now