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Camila sintió que no podía llorar más, su rostro estaba empapado de lágrimas, así que condujo unas cuantas horas más por la ciudad, y cuando aparcó frente a casa, tuvo que durar al menos media hora, tratando de lucir normal, para no levantar sospechas, es decir, acababa de amanecer en otra casa.

Era sábado, así que lo más probable era que Roger estuviera en casa, o talvez no, ya no sabía lo que hacía con su tiempo, él la había alejado completamente, así que se sentía completamente aislada aun estando a su lado.

No había ideado una excusa, aunque él había estado tan distante que no sabía si iba a ser necesario. Entró a casa y casi chocó de frente con Roger, el cual llevaba pantalones de chándal y camiseta. Tenía una copa en las manos, parecía que bebiera cava, lo que la hizo fruncir el ceño, apenas eran las diez de la mañana.

Él la miró de arriba abajo y siguió su camino, y por alguna razón su rechazo le dolió, no sabía cuándo había pasado de ser su pareja a ser una simple extraña. Llevó su mano hasta su boca, incapaz de seguir soportando el llanto, y corrió hasta su habitación.

Se dio un baño y se metió en la cama, necesitaba de alguna forma superar lo que había pasado con Dexter, necesitaba dejarlo ir, era justo y necesario.

Camila miró con pánico la camilla en la que era trasladada a la sala de parto. Se suponía que Lucille debía de nacer en dos semanas, no ahora. Tenía mucho miedo, nunca antes había dado a luz.

Roger tomó su mano. —Estoy aquí, cielo.

—No me dejes sola —rogó con lágrimas en los ojos—. Por favor.

Y después de dos horas de labor, sonrió entre lágrimas al ver a Roger sostener a una pequeñita Lucille. —Es hermosa —dijo acunándola en su pecho y besando su pequeña cara.

—Es nuestra —susurró Camila.

Pensó que él no la había escuchado porque lo había dicho en tono tan bajo, sin embargo, él la miró y su corazón se aceleró. —Es nuestra —repitió, sacando valor y sonriéndole.

Quería descansar, pero no podía dejar de ver a la niña, apenas llevaba unas horas con ellos, y ya la amaba. Roger entró en la habitación y sostuvo a Lucille en sus brazos. —Vamos a dejarla en su cuna —dijo levantándola de la cama y acostándola suavemente en la cuna.

—Tienes que descansar, Camila —dijo Roger, ajustándole las almohadas—. La niña ya está con nosotros, podrás seguir tocándola mañana.

Él estaba a punto de apagar la luz, cuando lo llamó. La verdad es que, en los últimos meses, él se había convertido en más que un amigo. Ya no lo veía como el chico que la cuidaba, lo veía como su compañero de aventuras, como su cómplice en todo, eran un equipo. —¿Podrías dormir conmigo? me siento mejor cuando estás aquí —dijo tocando el espacio vacío a su lado.

Él se metió debajo de las sábanas, y la abrasó. Ella se pegó más contra su cuerpo y él besó su hombro desnudo. —No me hagas esto.

Ella se giró, y eso fue el peor error que pudo haber cometido, porque sus labios quedaron muy cerca. —¿A que te refieres? —susurró, mirando de su boca a sus ojos.

—Me gustas —dijo él, acariciando sus labios.

—Entonces bésame.

—¿Qué pasa con Dexter?

—Él eligió su destino, ahora yo elijo el mío —dijo chocando sus labios con los de él. Y supo con ese beso, que sería el inicio de una historia de amor.

**

Camila resopló. Secó sus lágrimas y continuó mirando por el gran ventanal. Había llegado a un punto muerto en su vida, y ni siquiera lo había notado, ya no le importaba con quien estaría, solo quería ser feliz con su bebé, lo merecía.

La niña entró en la habitación, se paró frente a ella y la observó. —¿Estás bien? —Preguntó con voz diminuta.

Ella asintió, incapaz de pronunciar media palabra. Quería estarlo, quería tener una sonrisa en el rostro, pero simplemente no podía. Estar envuelta en el mundo de Dexter, no había sido su culpa, pero seguir ahí, y no apartarse de su presencia, la hacía igual o más culpable que el resto.

Vio el día transcurrir por la ventana, no tenía ganas de hacer nada. Sintió que la cama se hundía detrás de ella, Roger la abrasó por la espalda y la acurrucó contra él.

Ella sonrió con los ojos aguados, recordando todas las noches en la que durmieron de esa forma, en el tiempo en el que ambos se querían y eran una familia feliz.

Sollozó, y sintió que él la abrasaba con fuerza. Sabía que el antiguo Roger estaba por algún lado, solo tenía que encontrar una forma de traerlo de vuelta.

Camila llegó a casa después de un agitado día de trabajo, dejó todas sus cosas en el sofá y frunció el ceño al ver a Lucille con lágrimas en los ojos, sentada en la mesa.

—No puede ser tan difícil, tienes cinco años, sumar es fácil, son números sencillos.

La niña secó sus lágrimas y sostuvo el lápiz nuevamente. —No sé hacerlo —dijo lentamente.

—Entonces reprobarás el año escolar, ¿Eso quieres? Todos avanzarán y tú te quedarás atrás.

Camila tragó forzado. —Roger... Yo me encargaré —dijo tocándole el hombro e invitándolo a que se fuera.

Lo primero que hizo fue quitarle el cuaderno, y parar a la niña de la mesa. —Vamos a ver una película, pediré pizza para cenar.

—¿Ese es tu plan para que la niña aprenda? ¿Crees que estás ayudándola?

Camila respiró hondo. —Lucille ha perdido semanas de clases, es normal que esté un poco desorientada.

—No está desorientada, simplemente no sabe hacer las cosas. No es como los demás niños, parece que tiene un retraso, o algo así.

—No voy a permitir que la trates como retrasada...

—Talvez sí lo es.

—¡Es mi hija! —gritó enojada. Y con eso le hizo saber que ella era la encargada de Lucille y que él no tenía nada que ver con la niña. Él se sorprendió tanto que retrocedió, y Camila después de unos segundos, se arrepintió de decirlo—. Lo siento —dijo, pero él retrocedió y se fue. 

*******

Todo va tan mal :c

Continuará..

VOLVERÉ II.Where stories live. Discover now