New york- Estados Unidos.
-¡No! ¡Por favor! No me haga daño.
-¡Cállate! ¡Tú niño, tócala como te he dicho! ¡Ahora! –vocifera el hombre de cabeza rapada tan fuerte que hace saltar a las dos criaturas frente a él. La niña llora en voz baja mientras sus pequeñas piernas se mueven como si de una gelatina se tratase, su rostro está contraído por el pánico y sus ojos azulados están completamente rojos por el llanto. El niño a su lado la mira con angustia, mientras se acerca con cuidado para hacer que el energúmeno que se encuentra frente a ellos con cámara fotográfica en mano, le ha ordenado.
-Muy bien...así....oh si, más abajo –dice sentándose a un par de metros separados de sus cuerpos, mientras comienza a fotografiar.
-Beth, no mires lo que está haciendo ¿Me oyes? –la niña solo mira a todos lado asustada, mientras el chico de ojos enormes la toca pausadamente, como el viejo le ha ordenado. El hombre jadea lejos de ellos mientras los flash no dejan de aparecer.
-¿Qué está haciendo? –susurra temblando de pies a cabeza y sintiendo unas irrefrenables ganas de devolver todo lo que lleva dentro de su pequeño estómago.
-Solo no lo veas Beth ¿Si?
-¿Por qué nos hacen esto? Mi mami no me cree...ya no quiero venir más.
-Lo sé pequeña. Te prometo que haré lo que sea para llamar la atención de nuestros padres- de pronto, el hombre se acerca dando gigantes zancadas para llegar en unos segundos, al lado de los niños, toma al chico de los ojos expresivos y lo lanza a un lado. Beth grita fuerte y tapa su boquita con las manos. Mira al hombre malo, con los ojos y la cara roja acercarse a ella.
-Mejor lo haré yo....-la toma con una sonrisa macabra en sus labios.
-¡No! –grita la chica sobresaltándose de la cama, con el cabello pegado a su rostro a causa del sudor, el pecho subiendo y bajando rápidamente por su respiración. Frunce el ceño un poco perdida, mirando a todos lados. Al percatarse de donde se encuentra, deja salir un suspiro y cierra los ojos tratando de recuperar la compostura. Los abre al escuchar nuevamente ese sonido que la ha sacado de su pesadilla. Sale de la cama apartando la gruesa colcha y va a por su celular que se encuentra en la mesa peinadora. Mira el número, aun respirando un tanto agitada y pone los ojos en blanco al ver el remitente. Desplaza el dedo por el táctil y contesta colocando el aparato en su oído.
-¿Dónde carajos estás? –grita esa voz chillona que tanto ha llegado a detestar desde hace un tiempo.
-En mi apartamento mamá.
-¿Aún no estás lista? ¡Maldición Elizabeth, te dije que estuvieras aquí a las ocho en punto! –frunce el ceño y se aparta el celular de la oreja para mirar la hora. Ocho quince.
-Mierda...-susurra, volviendo a colocarlo en su oreja.
-¡Te quiero aquí en veinte minutos! ¡Ni un minuto más ni un minuto menos señorita! –cuelga su madre, haciéndola soltar un suspiro de frustración. Camina pesadamente hasta su armario y abre para ver su contenido, pasando algún perchero, toma uno de los vestidos elegantes que su madre le ha comprado y lo coloca en la cama. Posteriormente, hace lo mismo con uno tacos altos a juego y busca un bolso de mano.
Otra vez esas malditas pesadillas habían vuelto a su sistema, pensaba mientras se duchaba, estregando un poco más fuerte de lo normal su piel con una esponja y el jabón líquido, como si de esa manera pudiera borrar esas feas imágenes de su cabeza. Un par de lágrimas corrieron por sus mejillas ligándose con el agua tibia que salía de la ducha, sorbió por la nariz y las aparto con rabia. No podía seguir pensando en ello. Se vistió, secó su cabello en suaves hondas y se maquilló como su madre le había enseñado. Se miró en el espejo y suspiró con tristeza mirando su cuerpo.
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Nos volveremos a encontrar
RomanceELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...