Génova- Italia
Sebastián Buitrago
Con un dolor de cabeza que sentía que su cerebro explotaría, se dirigió a su consultorio para atender a sus citas del día. La noche anterior había tenido una gran fiesta por el cumpleaños de su mejor amigo, no debió beber tanto, se lamentó durante todo el trayecto.
-Buenos días Tizzy –saludó a su secretaría con una sonrisa amble en su rostro.
-Buenos días Sebas, tu primer paciente espera.
-Bien, dame cinco minutos para ir a por un café.
-¿Quieres que lo traiga por ti? –pregunto la rubia mirándole el rostro. Este sonrío más ampliamente con picardía.
-Te lo agradecería.
-¿Con leche y sin azúcar?
-Como me conoces –bromeo alejándose y acercándose a su consultorio. Abrió la puerta, se adentró y colgó su abrigo en el perchero para posteriormente colocarse su bata blanca. Se acercó a la calefacción y la encendió, luego se sentó en su escritorio metalizado y encendió su ordenador. Segundos después su puerta se abrió y enseguida el aroma a café inundó su consultorio, cerró los ojos disfrutando de él.
-Aquí tienes.
-Gracias Tizzi, por favor, has pasar al paciente.
-Bien –Sorbió un poco de la cafeína y tecleo en su ordenador para saber cuál era el paciente. Pronto la presencia del pequeño Tommy se adentró en el lugar y se sentó en el diván que había a una esquina. Sebastián tomó su tableta y salió de su escritorio para acercarse a el pequeño.
-¿Cómo te encuentras hoy Tommy? –preguntó animado a el pequeño. Tommy lo observó torciendo sus labios y encogiendo sus hombros.
-He tenido mejores días.
-Bien, cuéntame ¿Cómo te sientes?
Y así comenzó una jornada laboral bastante larga, su dolor de cabeza poco a poco fue disminuyendo con el café, cada dos por tres buscaba uno nuevo para poder despertarse. No había dormido nada y para ser verdad, tenía una resaca de mil demonios. Solo esperaba que su padre no lo encontrara en esas condiciones o realmente tendría problemas.
Sebastián era un hombre bastante profesional, a su corta edad, se había graduado en psicología y ya hacía maestrías para especializarse en otros ámbitos. Era el hijo mayor y poseía un campo financiero bastante amplio, vivía con su padre, un español que recidía en Italia desde hace muchos años y quién poseía una clínica en la que era dueño y gerente. Así como un centro de rehabilitación.
Su hermana menor; que era igual a su madre. Una chica con grandes talentos musicales. Él también poseía algún que otro talento pero no lo sacaba muy a menudo. El chico trabajaba en la clínica en la que su progenitor era dueño y en la que tenía un alto cargo. Su hijo además, era dueño de una empresa musical que había heredado de su madre tras su muerte, quién era una famosa cantante estadounídense fallecida por una enfermedad del corazón. A pesar de que a Sebastián no le gustaba ese campo, se hacía cargo desde lejos de dicha empresa discográfica. Esperaría a que su hermana tuviera la edad y madurez adecuada para traspasarla a ella, ya que era su especialidad. Él había salido como su padre, un hombre de negocios y centrado en su vida.
Por otro lado Sara era otra historia, tan carismática, animada, guerrera y fiestera como su madre. Vivía cantando y bailando por doquier, estaba en una academia donde era de entre las primeras alumnas y a tan solo diecisiete años de edad ya había conseguido muchos méritos.
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Nos volveremos a encontrar
RomantizmELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...