-¿Quién es?
-Mi padre, dice que tenemos que hablar.
-Llámalo.
-No, no me apetece hablar con él.
-Quizá sea algo importante...
-No lo creo. Lo llamaré luego.
Asintió mientras se adentraba en el hotel. Subieron a su habitación y se pusieron ropa adecuada para navegar y luego darse un chapuzón. Tomaron algunas golosinas, las botellas que él había comprado y salieron nuevamente. Volvieron al auto y Sebastián condujo hasta una playa un poco apartada del hotel. Al estacionar llamó por teléfono al hombre que se encargaba del yate, avisándole de quién era. Caminaron por la arena hacia un gran yate que posaba flotando a lo lejos en un muelle. Elizabeth lo miró impresionada. Segundos después, un hombre salió del camarote y saludó a su dirección. Sebastián devolvió el gesto.
-Buenos días.
-Buenos días señor Buitrago, que bueno tenerlo por aquí. Señorita Williams –saludó mirando con extrañeza a la rubia- No tenía idea en que usted vendría. Su madre no me ha dicho nada –la chica tenso sus hombros y apartó su mirada sin saber que decir.
-Su madre no sabía nada, ella tampoco. La he traído de sorpresa –salió el castaño al rescate.
-Oh, pues ¡Qué bueno! Nunca la había visto por aquí, le gustará mucho la posesión de sus padres. Es uno de los más grandes y lujosas de por aquí –dijo señalando al yate- Pero vengan, adelante –Sebastián cogió la mano de Elizabeth entrelazando sus dedos y se encaminaron juntos tras el hombre canoso caminando por el muelle.
Elizabeth contempló el gran bote que se abría paso frente a ellos. Era de color blanco con una franja media de madera. A un lado se podía ver el nombre <<Mary y Eliza>> su corazón se detuvo y su boca se abrigo ¿Estaba viendo correctamente? Tenía la abreviatura de su hermana y ella. Sebastián al verla, frunció el ceño y miró lo que ella.
-Al parecer si te quieren.
-Eso veo...quizá fuera antes de que mi hermana muriera.
-No creo que hayan dejado de quererte, Ely...-dijo él mirándola. La chica encogió los hombros y negó con la cabeza.
Se adentraron por la parte trasera del lujoso yate, donde dependía una cómoda sala de estar al aire libre con asientos de cuero blanco y bordes de manera pulida oscura. En el fondo se visualizaba una pared completa de vidrios ahumados que no dejaban ver al interior de la cabina del bote.
-Bienvenidos, discúlpeme que no me presenté. Soy Arturo, el encargado y capitán de esta preciosura –sonrió el hombre de cabello amarillo canoso. La chica le devolvió la sonrisa- Pero, adelante, les mostraré la cabina –se acercaron hasta las dos puertas corredizas de vidrios oscuros y el hombre las abrió, ambos se adentraron cogidos de la mano contemplando el lugar.
-Hay sala de estar, cocina, baño y una habitación si desean descansar –anunció el hombre señalando algunos puntos.
En una esquina, al lado derecho, había una estancia cuadrada de un tamaño considerablemente grande, a pesar del lugar. Había una hilera de sofás de cuero en color café oscuro con cojines de diversos tonos en crema y naranja, que formaban una L de ambos lados, y dejaban un espacio para la entrada o salida de la salita, en el centro una mesa empotrada de patas de madera y superficie de cristal. Las paredes bañadas en un tono crema claro muy suave con diversos cuadros artísticos. En una esquina, cerca y al frente de la sala un televisor plasma dependiente de la pared.
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Nos volveremos a encontrar
RomanceELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...