Capítulo 30

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Capitulo muy subido de tono, se recomienda discreción.

Despertaron sintiéndose renovados, habían descansado lo suficiente como para comenzar su nuevo día laboral y de estudios. Hoy la rubia tendría que ir a la oficina después de la universidad. No quiso decirle a Sebastián, porque sabía que comenzaría una discusión.

Sebastián la tomó en la ducha, descargando todo el deseo que había aguantado desde el día anterior. Le hizo el amor apasionadamente, susurrándole palabras lujuriosas de admiración, pero también diciendo cuánto la amaba. Elizabeth se entregó a él con todo su ser, como solía hacerlo. El acto sexual entre ellos nunca dejaba de traer nuevas sensaciones. Cada día se entregaban con más pasión, cada día se necesitaban uno al otro más. Por lo que se entregaban con más intensidad.

Sebastián salió de la ducha antes de Elizabeth, se vistió con un traje impoluto en un color grisáceo, se peinó y perfumó y cuando estaba a punto de salir de la habitación, regresó a por su ordenador portátil, que se encontraba en un sofá individual, justo debajo de la mochila de la universidad de Elizabeth. Se acercó ajustando su corbata y se inclinó para tomarla.

Elizabeth salió del cuarto de baño con una toalla envolviendo su cuerpo. Miró a Sebastián acercarse a su bolso. Su corazón se detuvo y su cuerpo se paralizó, pero su temor creció mucho más cuando el bolso se volteó y se cayó al piso, desparramando todo su contenido.

-Lo siento –se disculpó Sebastián volviendo a dejar el ordenador en el sofá y acuclillándose para recoger todas las cosas de Elizabeth. Pero detuvo su ademán de arreglar todo, cuando tres cajas de pastillas distintas toparon con sus ojos. Frunció el ceño y tomó una de ellas. Alzó la vista para mirar a Elizabeth, pero ésta había perdido el color de la cara, y lo miraba con los ojos abiertos.

-¿Qué es esto? –interrogó, pero la chica no respondió. Sebastián tomó las tres cajas junto a un sobre pequeño en color blanco. Se levantó y leyó el nombre de cada una de ellas. Eran vitaminas.

-Sebastián...-susurró la chica cuando el rostro del castaño comenzaba a enrojecerse. Lo observó abrir de inmediato el sobre blanco con manos ansiosas. Cerró los ojos y agachó la cabeza esperando su reacción. Ya se había jodido.

-¿Estás-estás...embarazada? –la chica mordió su labio inferior que temblaba sin dar respuestas. Sebastián miraba fijamente la ecografía entre sus manos. Sus corazón se había detenido al igual que su respiración.- Dios mío –pasó una mano por su cabello sin poder creerlo.

-Yo...lo siento –alzó su vista al escuchar la voz rota de Elizabeth.

-¿Lo sientes? ¿Estás bromeando? –Elizabeth subió su rostro para observarlo también. No podía descifrar el gesto de la cara de Sebastián, parecía confundido, pero no molesto. Eso la tranquilizó un poco, aunque le preocupaba el sonrojo que seguía posado en su rostro. Solo lo había visto rojo por molestia.- ¡Estás embarazada! –gritó atónito. Elizabeth se sobre salto. Pero entonces, Sebastián sonrió tan ampliamente que la abrumó ¿Qué estaba pasando?

-¡Estas embarazada! ¡Joder! ¡Un bebé! ¡Un bebé mío! ¡Nuestro! Oh mierda...esto es...increíble.

-No... ¿No estás enojado? –Sebastián estudió mejor el rostro de Elizabeth, lágrimas adornaban sus mejillas. Se acercó a ella a paso enérgico y la tomó entre sus brazos, clavando sus labios en los de la chica.

-¡Voy a ser padre! –gritó riendo. La alzó del suelo y comenzó a dar vueltas por la habitación.

-¡Sebas! ¡Te mojaré!

-Dios, vas a darme un hijo.

La bajó y tomó su rostro, mirando sus ojos azules fijamente. Elizabeth sonrió temblorosa, impresionada por su entusiasta reacción.

Nos volveremos a encontrarDove le storie prendono vita. Scoprilo ora