-No...-Sebastián se removió un poco en la cama escuchando un susurro agitado a su lado ¿Qué pasaba? –No ¡No! –el grito desgarrador de Elizabeth lo sobre saltó por completo despertándolo. Con el ceño fruncido miro a todos lados en la oscuridad, no podía ver nada. La cama a su lado seguía en movimiento, la respiración de la chica se oía desesperada. Tanteo a un lado en la mesa de noche y encendió la lámpara dándose de lleno en los ojos, achinándolos por la molestia miró a su lado derecho donde estaba Elizabeth.
Tenía el rostro empapado en sudor y más pálido de lo normal, sus labios se habían tornado morados, el cabello se le pegaba a los lados mientras el pecho le bajaba y subía con desespero. Preocupado se acercó para despertarla.
-No me toque...no –susurraba la chica sin escucharlo. Su corazón se encogió al percibir sus palabras. Se arrodilló en la superficie acolchada y tomo sus hombros para así poner estrujarla un poco.
-Ely....
-Por favor...-lloró la muchacha dejando salir lágrimas por las comisuras de sus ojos, aun con los parpados cerrados.
-¡Elizabeth! –gritó ya desesperado por la situación. La muchacha abrió los ojos como platos y tomo una bocanada de aire tan profunda, como si hubiese estado conteniendo la respiración debajo del agua. Sus pupilas estaban tan dilatadas que el azul de su iris había desaparecido. Sebastián ayudó a su cuerpo tembloroso a sentarse mientras recuperaba completamente la consciencia. Elizabeth dejó salir el llanto desconsolada.
-Ya...sólo ha sido una pesadilla...-tranquilizó acariciando su espalda mientras la abrazaba contra su pecho. Elizabeth lo rodeo por la cintura con sus brazos dejándose hacer- Estoy aquí...
-Gracias...-susurró la chica entre hipidos. El cabello lo tenía empapado, se pegaba a su rostro y cuello- lo siento –se disculpaba separándose poco a poco del fuerte cuerpo del muchacho cuando ya estuvo más calmada.
-No te disculpes, todo está bien.
-Creo que debería refrescarme –soltó apenada viéndose sudada. Sebastián sonrió y asintió.
Se levantó con cuidado y se dirigió al cuarto de baño encerrándose en él. Sebastián se levantó y cogió su móvil para verificar la hora. Eran las dos de la mañana, observó que tenía dos mensajes, los abrió y leyó.
¿Vendrás a cenar esta noche?
¿Dónde estás?
Ambos eran de Sara. Tecleó una respuesta rápida para luego dirigirse a la cocina a por un vaso de agua.
Lo siento hermana, regresaré en la mañana. Te quiero.
Se sorprendió cuando la chica respondió.
También te quiero ¿Cuándo me dirás qué está sucediendo? ¿Tienes novia?
¿Qué haces despierta a estas horas?
¿Qué haces TÚ despierto a esta hora, eh? e.e
Sebastián colocó los ojos en blanco al ver el emoticón de ojitos que había colocado, como si fueran pícaros.
Ve a dormir Sara...
Está bien pesado, adiós. Buenas noches.
Cuando regresó a la habitación. Elizabeth estaba vestida con una suave pijama y estaba tendiendo nuevas sabanas. No quería recostarse en las sábanas sudadas. Sebastián negó con la cabeza incrédulo pensado que era una exageración.
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Nos volveremos a encontrar
RomansaELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...