Con una sonrisa plegada en sus labios dejó el celular a un lado en su cama y miró el techo pensativo. El sonido de un suave toque en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
-¡Hermanito!
-¿Qué ocurre Sara? –se adentró la chica y se aventó en la cama con fuerza, haciendo que su cuerpo salte en la superficie acolchada. Sebastián viró el rostro y miró a su hermana con una sonrisa, se posó de medio lado, coloco su cabeza apoyada en su brazo y espero a que su traviesa hermana menor hablara sobre cualquiera de sus inventos.
-Se acerca mi cumpleaños –canturreó.
-Aja... ¿Y?
-Pues, que quiero celebrarlo.
-¿Aquí? Pero si nos acabamos de mudar –su hermana lo miro con cara de pocos amigos y encogió sus delgados hombros.
-Parece que no me conoces hemanito, ya tengo muchos amigos.
-No creo que sean amigos, no los conoces bien.
-Me da igual, son personas y con ellas llenaría la casa completa.
-Mi respuesta es...No –dijo el mayor, rotundo.
-¡Vamos Sebas! No seas aguafiestas.
-No voy a cumplir tus caprichos Sara, no soy papá.
-pero eres mi hermanito...
-Y no permitiré que hagas una fiesta en nuestra casa.
-Entonces debes dejarme ir a un antro ¡Son mis dieciocho!
-¡Ni hablar! ¿Y exponerte al peligro de la calle? Te has vuelto loca –Sara lo miro con el ceño fruncido y sus labios haciendo puchero. Sebastián torció los ojos. No suele ser un hombre duro, al contrario. Sin embargo, con su hermana era otro tema, era la única persona con la que se había mostrado posesivo y sobre protector ¡Ni siquiera con su única novia la cual duró muchos años! quizá por haber tomado su rol de hermano mayor y ahora de padre allí en USA. Después de la muerte de su madre, su padre y él habían sido protectores con ella.
-Te estás volviendo amargado...
-No es cierto –se acercó a ella y la tomo por los hombros para darle un abrazo, la chica poso la cabeza en su pecho y lo rodeo más arriba de la cintura, Sebastián se colocó en posición boca arriba- Sabes que siempre hemos sido protectores contigo, eres la única mujer de casa. Y yo siendo hombre, sé por lo que están expuestas las mujeres en la calle. No me perdonaría que algo malo te sucediera Sara. Quiero que entiendas.
-Lo sé, pero algún día tendrán que soltarme, dejarme vivir...-susurro la chica. Él se quedó en silencio pensando en sus palabras, era cierto, pero no se veía preparado para ello.
-¿Qué tal si te hago un lindo regalo y vamos a cenar ese día? Podrías invitar a unas amigas.
-Umm...no lo sé...lo pensaré.
-Bien, ahora, ve a dormir. Mañana tengo que trabajar.
-Bien. Te quiero hermanito.
-Buenas noches Sara –le dio un beso en la frente y espero a que saliera de su habitación para recostarse más cómodamente y cerrar los ojos. En su mente solo apareció una persona: con hermosos ojos azul cielo y cabello platino...
La luz que se filtraba por los grandes ventanales de su habitación azotó sus ojos, por lo que con pereza los abrió y se reincorporó para mirar la hora en el reloj digital de su mesa de noche oscura. Ya eran las cinco y treinta de la mañana, todavía bastante temprano. Se estiró un poco y decidió ir a correr, desde que llegó no se había ejercitado y era algo que le gustaba mucho porque despejaba su mente y lo relajaba, debería buscar algún gimnasio para no perder la rutina que llevaba en Italia. Lavó sus dientes, su rostro y se peinó con los dedos, buscó ropa entre los bolsos dentro del armario que aún no terminaba de sacar luego de la mudanza y se colocó ropa de deporte.
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Nos volveremos a encontrar
RomanceELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...