Imágen multimedia: Salón de conferencias Hotel Mandarin Oriental, New York.
Los siguientes ocho días volaron, Elizabeth cada día se sentía más nerviosa por el evento en la que tendría que ir, solo faltaban cuatro días para ello. Se vio obligada a comprar un vestido, cosa que pagaría su padre, para llevar a la lujosa ceremonia. No había vuelto a ver a Sebastián, no fue a sus últimas tres citas, no contestó las llamadas del consultorio para la confirmación. Él tampoco había dado señales de vida, nada de mensajes, enviarle comida, ir a verla, nada. Por un lado lo agradecía y por otro la desconsolaba.
Con respecto a su trabajo, todo iba de maravilla, se estaba adaptando muy bien a su curso de introducción y ya su jefe había hecho una excepción con ella, sólo porque ya estudiaba diseño, ahora estaba enfocándose en el pequeño curso por el ámbito de decoración.
Sus compañeros de trabajo eran muy amigables, ya había acordado en salir algún día a tomar unos tragos. Caminaba por el centro comercial después de su jornada, en busca de ese vestido que tenía que comprar.
-¡Oh! ¡Desearía ser tú! –Suspiró Marry, su nueva compañera de oficina- Ver esos sexys hombres en traje por todo el salón, con la elegancia derrochando por todos lados. Me gusta esa vida pija – se mofó haciendo un gesto gracioso con la mano. Elizabeth se carcajeo escuchando las ocurrencias de la castaña, estaba loca. Merry era tres años mayor que ella, de cabello castaño a la altura de los hombros, ojos cafés y sonrisa alegre. Era un poco más alta que ella, con unos metro sesenta y ocho, no llegaría a los setenta, aunque aun así, ambas eran bastante bajas.
Se adentraron en una tienda con elegantes vestidos y comenzaron a pasearse por el lugar viendo percheros con distintos tipos de vestidos, maniquíes y zapatos de tacón alto.
-Buenas noches señoritas ¿Qué estaban buscando?
-Solo estoy mirando gra...
-¡Queremos ver los vestidos más lindos y sexys que tengas! –soltó su compañera interrumpiéndola, la dependienta la miró y asintió
-Pasen a los mostradores ¿Desean algo de tomar?
-No gracias.
-Bien – la mujer les preguntó la talla y salió disparada a buscar lo que le dijo la castaña.
-No tenía planes de comprar, además ¿Qué es eso de "sexys"? –demandó imitando su voz y frunciendo el ceño.
-¡Vamos Elizabeth! Eres demasiado linda como para estar en trapos feos –soltó con guasa haciendo sonreír a la rubia- Tu padre te ha dado una buena pasta y tú vas a comprar algo que valga la pena. Ese día yo misma iré a tu casa a ayudarte a arreglar –Elizabeth la miró alzando una ceja escéptica. Era un tanto confianzuda para ser verdad, pero no le dio importancia, seguro cuando conociera a Lissa serían la bomba nuclear. Sonrió para sus adentros pensando en su amiga ¿Dónde estaría ahora? Tenía días sin sentarse a hablar con ella, ahora siempre estaba apurada y la evitaba ¿Habría hecho algo malo? ¿Estaría molesta?
La muchacha que las atendió llego pronto, con unos cinco vestidos en su mano, enfundados en enormes y alargadas bolsas transparentes.
Elizabeth se levantó y caminó con la chica hasta un pequeño cubículo con espejo de cuerpo completo. La mujer tendió en un perchero los vestidos, le sonrió y cerró la puerta dejándola sola. Elizabeth respiró profundo mirando las prendas y tomo una para probársela.
Se quitó la ropa, la coloco con cuidado en un sillón pequeño acolchado y se miró en el espejo por un momento. Estaba bastante delgado, sus costillas se acentuaban, al igual que los huesos de su cadera, observó el pequeño tatuaje que posaba en su lado derecho, esa pequeña mariposa de color café intenso, algunos efectos en naranja y con sombras negras suaves, pero que es su piel blanca, resaltaba. Dejó salir un suspiro recordando el significado de ella.
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Nos volveremos a encontrar
RomanceELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...