Capítulo 7

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Había pasado el domingo en un abrir y cerrar de ojos. Elizabeth permaneció en su casa todo el día, adelantando tareas y trabajos. Ya había aceptado el nuevo empleo del centro comercial después de haberlo pensado. No le había gustado la entrevista en el pequeño restaurante de camarera, la jefa era una gruñona tosca, que miraba todo con asco, el lugar era un poco mal trecho y los clientes le desagradaban. Por haber un pequeño bar, había muchos borrachos. Lo descartó de inmediato. Por otro lado estaba, su ahora nuevo jefe, le perturbaba, de tan solo pensar en su cercanía le asqueaba. Pero se dijo que se mantendría al margen y lo evitaría en lo posible. Le gustaba este trabajo, tenía mucha relación con sus estudios y le vendría de maravillas para llenar su currículo.

El domingo pasó de manera agradable a excepción de una pequeña llamada que recibió de su madre, invitándola a un evento importante en el que, para su desgracia, tenía que asistir. Se quiso quejar, decir que no, gritar y llorar. Pero prefirió aceptar sorprendiendo a su madre. Eso era lo que haría ahora, mostrarse indiferente en los eventos y desaparecer los otros días en que no tuviera que verla, por lo menos hasta graduarse y alejarse de su vida.

Cuando ya las clases iban a terminar, fue hasta la cafetería para comprar un té, antes de ir a su consulta con el doctor Buitrago, no había llegado al consultorio y ya se encontraba temblando. En ese momento, Adrián se acercó.

-¡Hola! –saludó animado.

-Hola Adrián –saludó regalándole una pequeña sonrisa.

-Te ves bien hoy –halagó con una mueca amistosa. La chica rio y agradeció con un asentamiento- Oye...crees que...pues...-carraspeo nervioso- ¿Podamos reunirnos a finalizar el proyecto?

-¡Claro! Le avisaré a Lissa.

-Ya le he dicho –respondió apresurado, Elizabeth frunció el cejo- Pero tiene un compromiso hoy, no podrá ir.

-Oh...

-¿No te molestaría entonces? –la chica lo sopesó, lo estaba conociendo y no se veía un mal chico ¿Qué podría pasar? Solo harían el trabajo y luego se iría. Tomo un poco de aire y aceptó.

-Bien, nos vemos a las siete, es la hora que podré.

-¡Vale! ¡Llevaré pizza!

-Okay, nos vemos Adrián –dijo amistosa.

-Adiós.

Se encaminó pensando en el nerviosismo del chico hacia la parada de autobús, tomo uno y viajó mirando todo pasar por la ventana hacia su cita con Buitrago, el té le había ayudado a sentirse más relajada.

Nada más llegar y la secretaría la hizo pasar con amabilidad.

-El doctor se ha retrasado un poco, pero pase, puede esperar dentro del consultorio.

Se adentró en el consultorio y se sentó en la silla metálica frente al escritorio, a esperar por el doctor. Observó toda la decoración, se notaba que era un consultorio de mujer, pase a saber que era el de la doctora O'connor. El escritorio era de superficie de vidrio, las patas metálicas a juego con las sillas de cojines crema en donde estaba sentada. Unos cuadros con paisajes naturales adornaban las blancas paredes, más allá estaba el diván de cuero negro con un cojín colorido y frente a él un sillón individual parecido al diván de cuero y una mesa de madera oscura, donde había una lámpara de mesa y una caja con toallas de papel.

Sobre el escritorio había un ordenador de pantalla plasma, un cubo con lapiceras, una libreta y algunas esculturas pequeñas de cerebros y otras partes que no entendía.

-Señorita Williams –saludó con la voz ronca el doctor, giró su rostro y lo miró. Llevaba un traje oscuro con camisa clara y corbata azul. Un abrigo grueso encima, que quitó y colgó en una pechera. Estaba entrando en el invierno y el frío comenzaba a ser insoportable. Se colocó su bata blanca y caminó hasta su escritorio. Lo observó sacar de un maletín de cuero su Tablet y otros utensilios de trabajo, su IPhone 6 que dejó a un lado y se colocó los lotes de montura cuadrados, ese estilo Ray ban.

Nos volveremos a encontrarDove le storie prendono vita. Scoprilo ora