Se despertó sudando como desquiciado. Abrió los ojos y se encontró con todo en penumbras. El cuerpo desnudo de su chica seguía apoyado entre su costado y su pecho, con una pierna posada encima de la suya. Su brazo todavía la abrazaba. Aparto el cabello rubio de su cara para observarla, pase a la oscuridad. Sonrió con el pecho cosquilleando con esa extraña emoción que de hace unos días lo invadía. Su rostro se veía apaciguado y relajado, parecía un pequeño ángel de piel de porcelana.
Con cuidado se levantó sintiendo ya insoportable el calor. Tomó el control del aire acondicionado y lo encendió - Mierda, iba a morir de calor –pensó
Se encaminó al cuarto de baño, todavía desnudo, y se adentró en la ducha para refrescarse. Cerró los ojos dejando la cabeza caer hacia atrás, con el agua cayendo por todo su cuerpo dejó salir un largo suspiro. Las imágenes de lo sucedido horas atrás lo inundó en ese momento. Sonrió sin poder evitarlo, pensar en su cuerpo, es sus labios, sus gemidos, lo emocionaban y encendían en proporciones iguales.
Abrió los ojos y con la sensación de estar siendo observado, giró su rostro hacia la entrada del cuarto de baño, donde, efectivamente, Elizabeth lo observaba con las mejillas rojas y una sonrisa ladeada en sus labios.
-¡Hola!
-Hola –respondió con timidez.
La camisa sin mangas de Sebastián vestía su cuerpo.
-¿Vienes?
-¿No te parece molestia?
-¿Qué? –Soltó una carcajada- ¡No! ¡Ven aquí! –la chica salió de su escondite detrás del marco de la puerta y se acercó a la puerta acristalada de la espaciosa ducha. Sebastián cerró los dispersores de agua en forma de lluvia que salían de varios puntos del techo y paredes de la ducha y abrió la puerta.
Elizabeth miró su cuerpo desnudo sintiendo vergüenza ¡Qué tonta! ¡Cómo si no acabaran de acostarse! Su cuerpo estaba medio bronceado haciéndolo ver aún más sexy. Su pecho duro, su abdomen tonificado, aquella V de sus caderas, donde ya sabía acababa, sus piernas fortificadas, todo...destilando gotas de agua provocativamente.
Sebastián la miró observar su cuerpo, y sonriendo con coquetería, tomó el bordillo de su camisa que posaba en sus muslos, para subirlo por su cuerpo y sacarlo por su cabeza. La chica lo ayudó alzando sus brazos para facilitar la salida de la prenda. Luego los dejó caer una vez más a los lados de su cuerpo y subió sus ojos azulados a los avellana. Sebastián le tendió la mano y la hizo entrar a la ducha.
-¿Fría o caliente?
-Fría...muero de calor –El chico asintió y encendió la ducha de golpe a propósito, para ver el cuerpo de Elizabeth reaccionar ante el impacto del agua. La chica dio un pequeño respingo dejando salir un jadeo sorpresa. Sebastián sonrío triunfante mirando su cuerpo erizarse y sus pezones endurecerse.
-Deliciosa...
-Vas a matarme –la tomó por el rostro y la beso desesperadamente. Elizabeth lo recibió gustosa, acariciando las sensaciones que allí se presentaba. La ducha con los chorros de agua, organizados dispersamente por toda la ducha, en el techo, las paredes, ocasionando una extraña salida de lluvia y masajeadores a presión que chocaban con fuerza, sin lastimar, en sus cuerpos.
Sebastián volvió a tomarla dentro de la ducha, cargándola entre sus brazos por los muslos, ella con las piernas enroscadas en su cintura y su espalda pegada al frío y grueso cristal de las puertas, la presión del agua fría cayendo por sus cabezas y chocado en la espalda del castaño. Se tomaron con tanta pasión y desenfreno que ambos sintieron ganas de llorar. El placer los estaba abrazando desmesuradamente. Elizabeth estaba absorta por las sensaciones, jamás imaginó sentirse así. Y Sebastián se sentía turbado, nunca había experimentado algo como aquello con otra mujer.
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Nos volveremos a encontrar
RomanceELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...