Su teléfono lo sacó del trance el cual se había sumido. Secó sus ojos con el dorso de su mano y lo contestó de inmediato.
-¿Hola?
-¿Vienes en camino? Te necesitan los investigadores –escuchó la voz de Eliot, el padre de la rubia, al otro lado de la línea. Miró su reloj de muñeca con el ceño fruncido, dándose cuenta que había pasado una hora ¿Tanto tiempo había estado soltando lágrimas que se escapaban por si solas y sumido en sus pensamientos?
-Iré en seguida, lo siento. Perdí la noción de tiempo.
-Bien, aquí te esperamos.
-Está bien
Se levantó, dirigió al baño y respiró profundo intentando no pensar en la noche anterior, como había hecho el amor en la bañera tan apasionadamente, con ese deje de tristeza por lo que estaban pasando, fundiéndose el uno con el otro, de una manera tan extraña, como si fuera la última vez que se entregaría, como si fuera una despedida.
-Quizá si lo fue...-se encontró diciendo. Sacudió la cabeza al darse cuenta de los que decía- No, no seas idiota, los encontrarás y estarán bien, y ese maldito la pagará, pagará todo lo que hizo y está haciendo –soltó con rabia. Lavó su cara y luego salió nuevamente del apartamento para conducir a la oficina de los investigadores. Donde de seguro estarían los que él había contratado junto a los del padre de Elizabeth.
Al llegar, estacionó y se encontró con los guardias de Elizabeth afuera, custodiando la zona. Cerró los ojos respirando profundo para tranquilizarse, sabía que no había sido culpa de ellos, pero tal vez si hubiesen estado más al pendiente...si hubiesen hecho correctamente su trabajo.
Negó con la cabeza y salió del auto. Se adentró en el edificio policial y caminó hasta la oficina, al llegar tocó para avisar que entraría y sin esperar respuesta abrió.
Como pensó, allí estaban el grupo de investigación del padre de Elizabeth junto al suyo. Todos lo saludaron con un asentimiento de cabeza educado y siguieron en lo suyo, en aquellas computadoras portátiles que tenían abiertas, además de varias carpetas y hojas esparcidas por la mesa de metal.
-Sebastián.
-Eliot.
-Qué bueno que llegas, tenemos un par de preguntas que hacerte –le hicieron seña para que tomara asiento, el asintió y se sentó junto a Eliot.
Eliot lo observó por unos segundos, tenía los ojos hinchados y rojos, el cabello y la vestimenta arrugada y el semblante caído. Se notaba que la estaba pasando muy mal. No hubo duda de que realmente la amaba con intensidad.
-¿Cuándo fue la última vez que la viste?
-Esta mañana, la llevé a la universidad.
-¿Le has dicho a tu investigador que llamaste a su amiga y ella dijo que la última vez que supo de ella, había ido a trabajar?
-Así es...
-¿Ella te llamó?
-Un par de veces, pero estaba reunido con mis investigadores –señaló a su equipo con la cabeza- Tenía el celular en silencio y no me percaté...
-Nos enteramos esta tarde que el hijo perdido de Dominik era su jefe-intervino Martínez, uno de los investigadores del castaño.
-En ese preciso instante, salí de inmediato a buscarla al trabajo, sabía que estaría allí, la llamé pero no contestó y cuando llegué ya se la habían llegado.
-Pero, no comprendo... ¿Se la llevaron a la fuerza? ¿Nadie vio nada?
-Marry, su compañera de trabajo, me comentó que salió con ese hijo de puta. Quizá ella iba de salida y el la acorraló cuando estuvieron solos.
STAI LEGGENDO
Nos volveremos a encontrar
RomanceELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...