Capítulo 28

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-¿Qué sucede?

-Dice que los sobres no están

Sebastián frunció sus cejas castañas mirándola.

-¿Estás seguras que las dejaste allí?

-Sí, segura. Las cartas me llegaron al trabajo. Las deje en la gaveta de mi escritorio.

-Quizá no las ha visto.

-Le diré que busque bien

Estás segura? Por favor, busca bien, es importante.

A los pocos segundos llegó su respuesta, justo cuando el ascensor abría sus puertas. Salieron a un lujoso pasillo de cerámica blanca brillante, las paredes eran de cristal y dejaban ver la altura en la que se encontraban y parte del paisaje. Impresionante. Sebastián sacó la llave del apartamento.

Segurísima, no hay absolutamente nada.

-No tiene sentido.

-¿Qué dice?

-No hay nada, en absoluto.

-¿Pudo tomarlo alguien? –preguntó el castaño abriendo la puerta blanca. Hizo un ademán para que la chica se adentrara y luego el pasar detrás de ella. Dejó la maleta a un lado.

-Bienvenida.

-Wow...-miró todo maravillada, olvidando por un momento los mensajes.

El cristal, la madera, el cuero blanco, los colores cafés, negro junto al blanco, predominaban. Desde la entrada se podía visualizar la sala y unas escaleras blancas con barandales de cristal, a un costado. La sala era más baja, por causa de un escalón en el suelo que la separaba del suelo de la entrada y escaleras.

Habían dos sofás largos de cuero blanco con cojines cafés. Una mesa de centro con patas de metal y superficie de vidrio. A ambos lados del sofá más grande, que se encontraba frente a la mesa y frente al televisor plasma colgado en la pared. Posaban dos mesas pequeñas decorativas en madera oscura. Detrás de la sala, en un piso más alto, estaba el comedor, con una mesa de madera para seis personas.

Las paredes bañadas en blanco, con cuadros colgados. Uno de ellos le llamó mucho la tensión y sin poder evitarlo sonrió, era una mariposa. Miró a Sebastián, este miró lo que ella y encogió sus hombros.

-Es pura casualidad –La chica rio.

-Ven, te mostraré la cocina y luego las habitaciones –asintió y lo siguió por un costado de la escalera, detrás de esta había una puerta sobre que los llevaba a la cocina. En ella había una encimera de granito oscuro, con electrodomésticos de color metalizado y estantes blancos. Era espaciosa y muy bonita.

-Es muy lindo tu hogar.

-Gracias, ahora también es tuyo –la chica se sonrojó y salió del lugar.

-Hay tres habitaciones. La mía es la principal, la de Sara es la que está al final de pasillo. Y una para invitados cerca de la principal.

Subieron las escaleras. Elizabeth estudio que desde la planta de arriba se podía ver hacia abajo, ya que no había pared, sino más barandal de vidrio. Le encantó las vistas desde allí. La habitación principal era la primera puerta que se visualizaba al subir las escaleras. Sebastián abrió la puerta de madera y la hizo pasar.

-Ahora dormirás aquí, conmigo –la chico torció la boca con vergüenza.

La habitación era bastante amplia, la cual dependía de colores oscuros, entre negro, gris y algunos toques blancos, junto a un suelo de madera semi oscura. Caminaron por un pasillo para llegar al centro de la habitación, donde había una cama gran con bordes negros y metalizados, posada junto a una pared negra que desprendía una luz. A un lado, un enorme armario con paredes de cristal, los gaveteros se veían desde fuera ya que las puertas estaban corridas. Un montón de camisas de colores claros, de vestir, colgadas se dejaban ver. Había docenas de gavetas de todo tipo. La chica se impresionó. Por último, visualizó las cortinas negras corridas, que no dejaban ver hacia afuera. Pero Elizabeth pudo adivinar que era ventanales de piso techo, que seguramente dejaban apreciar maravillosas vistas.

Nos volveremos a encontrarDove le storie prendono vita. Scoprilo ora