-Tienes que comer algo Elizabeth...
-De verdad no tengo hambre.
-Por favor –suplicó el chico mirándola. Elizabeth suspiró y tanteo la cena que Sebastián había comprado. Metió el tenedor en su boca y arrugó la cara.
-¿Qué pasa?
-No...puedo...-pero no terminó de hablar, se levantó y corrió hacia el baño.
-¡Ely! –se levantó y fue tras de ella, al entrar al baño la observó reclinada en el váter devolviendo el estómago. Se colocó a su lado de cuclillas, y sostuvo su cabello, mientras acariciaba su espalda.
Cuando la chica terminó, bajó el agua y lo miró avergonzada.
-Está bien, no comas más –bromeó él para hacerla sentir mejor. La chica hizo una mueca con su boca.
-¿Puedo ir a dormir?
-¡Claro! –La levantó y espero a que ella se lavara la boca. Luego salieron del cuarto de baño caminando hacia la cama. Sebastián la detuvo para desnudarla, le gustaba que ella durmiera sin nada. Ella se dejó hacer, mientras él la desnudaba con paciencia, acariciando con sus dedos de aquí a allá, por donde sus manos se posaban. Luego le dio un tierno beso y la recostó en la cama, cubriéndola él mismo con las sábanas.
-¿No vendrás?
-No, en un rato. Quiero hacer algunas cosas.
-Vale –besó su frente y salió de la habitación. Se dejó caer en el sofá por unos segundos, cerrando sus ojos con la cabeza reposada en la superficie acolchada. Respiró profundo sintiendo dolor en su cabeza.
Volvió a levantarse, recogió la cena, botó las sobras y buscó su ordenador portátil. Tecleó en el buscador el nombre de aquel maldito hombre que estaba comenzando a ser en una pesadilla
Dominik Paterson
Bajó por la información de la primera ventana que abrió hasta dar con un enlace de la casa de cuidados. Lo abrió en una nueva pestaña y leyó la dirección de esa vieja casa. No había demasiado que leer, hasta que sus ojos toparon con una pequeña fotografía bastante viaja donde salía Dominik más joven, junto a una mujer y un chico de más o menos doce años. Frunció el ceño aumentando la imagen. Era rubio con ojos verdosos. Pero no podía distinguir muy bien el rostro porque la imagen estaba muy distorsionada.
-Así que éste es tu hijo... ¿Cómo te llamas?
Leyó hasta dar con su nombre Patrick Paterson. Tomó el nombre y buscó, pero lo que salía lo desconcertó. El hijo estaba muerto. Abrió los ojos sorprendido y miró las imágenes del accidente donde murió, donde según iba a casa de sus abuelo en Canadá.
-Tián –alzó su rostro sobresaltándose. Miró a Elizabeth, se había colocado una camisa de él sin nada más abajo.
-¿Qué sucede cariño?
-¿Vienes? Te...necesito –la miró por unos segundos, luego cerró la portátil y se quitó los lentes de montura. Se levantó y fue tras de ella hasta la recamara de la habitación del hotel donde estaban.
-¿Te encuentras bien? –La chica negó con la cabeza, se sacó la camisa quedando desnuda frente a él y susurró tomándole de la mano para colocarla en uno de sus pechos desnudos.
-Hazme olvidar...
Sebastián amasó su pecho entre su mano con cuidado y se acercó para besarla. Esa noche volvieron a hacer el amor apasionadamente hasta caer rendidos abrazándose el uno al otro.
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Nos volveremos a encontrar
Lãng mạnELizabeth Williams es una estudiante estadounidense de diseño, con tal solo veintiun años de edad, ya lleva un gran peso sobre sus hombros que no la deja vivir, está atormentada y destruida. Sebastián Buitrago, un italiano de buen corazón...