CAPITULO 15

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Muy bien, T, tenemos que hablar seriamente.


Llevábamos menos de diez minutos de camino hacia los Hamptons, pero yo estaba demasiado preocupada como para posponer la conversación. Me giré en el asiento delantero del Mercedes y me subí las gafas de sol a la cabeza para poder ver a Trunks con claridad.


Él me miró de reojo, sus ojos ocultos tras las Ray Ban oscuras.


—Suena interesante.


Respiré hondo.


—Tengo alguna queja sobre lo de anoche.


Levantó una ceja con expresión escéptica por encima de las gafas de sol, pero mantuvo la vista sobre la carretera.


—No sobre esa parte de la noche —dije golpeando juguetonamente su brazo—. Me refiero a la parte anterior. La última estuvo bien.


—¿Solo bien? —preguntó con el ceño fruncido.


—Más que bien —contesté riéndome—. Fue espectacular. Increíblemente espectacular. —Mis muslos se tensaron solo con pensar en el sensual placer que habíamos experimentado la noche anterior en el apartamento. Un atisbo de inseguridad apareció sigilosamente bajo mi elogio, haciendo que me preguntara si él sentiría lo mismo. Reuní valor para preguntarle—: ¿Qué te pareció a ti?


—Bien.


Su sonrisa me hizo saber que estaba bromeando, pero, de todos modos, le di un pequeño pellizco en la pierna. Otra excusa para tocarle.


Soltó una mano del volante y me agarró la mía con la que le había pellizcado.


—¡Cuidado! Voy conduciendo. —Se llevó mi mano a la boca y me mordió el dedo antes de soltarla—. Pero ¿tienes quejas?


Aparté los pensamientos que había provocado su boca sobre mi piel.


—Sí que las tengo. No estaba preparada para la situación en la que me pusiste. Tengo que conocer más detalles con antelación. No sabía que los Warner iban a estar en el concierto de anoche. ¿No podrías, al menos, haberme puesto sobre aviso?


Trunks se quitó las gafas de sol y me miró fijamente, como si tratara de evaluar mi grado de seriedad.

Yo hablaba muy en serio. Estaba cansada de dar siempre palos de ciego con él y con el mundo por el que me hacía serpentear con tanta ligereza.

Guardó las gafas de sol en el compartimento que había sobre su espejo. Ya no las necesitaba, pues el sol se estaba poniendo y nosotros nos dirigíamos hacia el este.


—Excepto por tu manía de poner las manos todo el rato encima de mí...


—¡Eh, no exageres!


—... Estuviste magnífica. —Él también hablaba en serio, lo cual me sorprendió. Yo me había sentido de todo menos magnífica—. ¿En qué habría cambiado tu modo de actuar cualquier información que yo te hubiera dado?

INTENSO DESEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora