Capitulo 26

839 56 35
                                    

Trunks estaba ya en casa, sin la chaqueta, cuando volví al ático esa tarde.

Se acercó a mí cuando salí del ascensor y me saludó con un beso exuberante que hizo que me volviera loca.

—Vaya, hola a ti también.

—Llegas tarde —dijo con sus labios sobre los míos.

—¿Y?

—Estaba preocupado.

Su boca recorrió mi mejilla y se detuvo en el lóbulo de mi oreja.

Abrí los ojos tanto por la sorpresa como por lo delicioso de lo que me estaba haciendo en ese punto sensible.

—¿Te preocupaba que me hubiese pasado algo?

—Que no vinieras.

Le empujé hacia atrás para mirarle a los ojos.

—Trunks Brief, ¿por qué te preocupaba que te dejara plantado? —Era una estupidez simplemente pensarlo—. ¿No te das cuenta de que soy del tipo de chicas que se aferran a su hombre?

Él volvió a inclinarse hacia delante para acariciarme la nariz con la suya.

—Si te comportaras como la chica lista que eres, ya me habrías dejado plantado hace semanas.

—Qué bien no comportarme como una chica lista.

—Qué bien para mí, sí.

Me soltó y me quitó el bolso del hombro para guardarlo en el armario. Después, entrelazando sus dedos con los míos, tiró de mí para que le siguiera por el recibidor en dirección a la sala de estar.

—¿Sabes una cosa?

Admiré su espalda mientras le seguía, sus firmes músculos visibles a través de la camisa.

—Que no tienes que trabajar esta noche.

Me detuve en seco y mi mano se soltó de la suya.

—¿Cómo es que siempre lo sabes todo?

—No siempre. —Se giró para mirarme con una sonrisa juguetona en sus labios perfectos—. Pero, en lo que a ti concierne, hago un esfuerzo. Uub me ha llamado esta tarde y me ha preguntado si me parecía bien que te organizaras tus propios horarios.

—Y tú has contestado: «Sí, porque así adaptaré mi agenda a la de Pan para que podamos follar lo máximo posible». —Me reí por mi terrible imitación de la voz de Trunks.

—Le he dicho que me parecía una buena idea. —Inmediatamente, volví a estar entre sus brazos—. Pero estaba pensando lo que has dicho tú.

Su boca daba vueltas alrededor de la mía, provocándome.

—Te quiero. —Él me apretó más.

—Espero que poder cambiar tus horarios no sea la única razón de tu cariño por mí.

—No lo es, créeme.

Esta vez fui yo quien le besó, lamiéndole el labio superior. Cuando se apartó, tenía los ojos nublados por el deseo.

—La cena está lista, preciosa.

Me llevó al comedor, donde la mesa estaba preparada con un centro de orquídeas blancas, dos candelabros con velas encendidas, una botella de vino abierta y dos servicios preparados en un extremo.

Con un gesto, señaló las velas.

—Quedarían mejor si no hubiese tanta luz aquí.

—Sí, es horrible que tu ático tenga ventanales desde el suelo hasta el techo y que dejen entrar tanta luz del sol —bromeé—. Ahora en serio, es precioso.

INTENSO DESEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora