Capítulo 42

456 44 20
                                    



Respiré hondo y me quedé mirando la puerta del apartamento trescientos doce. Aún no tenía claro si quería seguir adelante. Lo cierto es que no recordaba haber decidido llegar tan lejos. Pero ahí estaba, con el corazón palpitándome y las manos sudorosas, considerando los pros y los contras de levantar el puño hacia la madera y llamar.

Dios, ¿por qué estaba tan nerviosa?

Quizá me vendría bien respirar hondo unas cuantas veces más. Fue lo que hice -dentro, fuera, dentro, fuera- mientras examinaba lo que me rodeaba. El pasillo era largo y estaba vacío. Las paredes se hallaban revestidas de cuadros abstractos con marcos dorados. Aunque el edificio era bonito y se encontraba en una buena zona de la ciudad, la moqueta se veía vieja y raída. Había pétalos de rosa desparramados por el suelo delante de algunas puertas. Debía de tratarse de los restos de algún gesto romántico. «Qué bonito».

Al otro lado, se abrió el ascensor. Miré hacia allí y vi a una pareja que caminaba en dirección contraria a donde yo estaba. El hombre, vestido con un bonito traje, apoyaba la mano sobre la parte baja de la espalda de la mujer. Ella llevaba el cabello rubio recogido en un moño perfecto. Incluso desde atrás, era hermoso mirarlos. Era evidente que estaban enamorados.

Qué curioso me resultaba ver romanticismo por todas partes. Quizá se tratara de mi estado anímico.

Volví a girarme hacia la puerta que tenía delante. Era normal y corriente, pero había algo en ella que me parecía siniestro.

«Bueno, más vale que acabemos con esto de una vez». Me subí el bolso más arriba del hombro y llamé.

Pasó casi un minuto sin que nadie contestara. Apoyé la oreja en la puerta y escuché. No se oía nada. Quizá me hubiese equivocado de apartamento. Me miré la mano en la que me había escrito la dirección con bolígrafo rojo, pero se había borrado por el sudor.

No importaba. Sabía que era allí.

-Pruebe con el timbre -me aconsejó un hombre desde el otro lado del pasillo.

-¿El timbre? -pregunté. Pero ya se había metido en su apartamento. Aunque no había visto ningún timbre, busqué en el trozo de pared que

estaba junto al marco de la puerta. Allí vi un pequeño botón circular. Qué raro que no me hubiera percatado antes. Acerqué un dedo tembloroso y llamé.

Un fuerte ladrido surcó el aire y casi me hizo dar un brinco mientras el corazón empezaba a palpitar con fuerza en mi pecho. Normalmente no me daban miedo los perros, pero ya iba tan nerviosa que hizo falta muy poco para que me sobresaltara. Oí movimiento en el interior y una voz que le hablaba con severidad al perro. Unos segundos después, la puerta se abrió.

Ireza apareció en la puerta con una expresión más amistosa que la que normalmente me dirigía. Su sonrisa excesivamente luminosa hizo que sintiera un escalofrío en la espalda. Iba vestida de modo informal con una camiseta desgastada y unos vaqueros, para nada el atuendo que solía llevar cuando trabajaba en la tienda de ropa de Bra. Iba descalza y tenía las uñas de los pies pintadas de esmalte rosa claro. Parecía relajada. Cómoda.

Yo me sentía casi lo contrario. Su sonrisa se agrandó.

-Has venido. -Eso creo.

No se movió para dejarme pasar, así que me quedé donde estaba, cambiando, incómoda, el peso del cuerpo de un pie a otro. ¿No oía cómo se entrechocaban mis piernas? Estaba segura de que sí.

-¡Huy, perdona! Entra.

Se echó a un lado para dejarme pasar. Di un paso vacilante y paseé la mirada por su apartamento. Era bonito. No como el de Trunks -más bien, no como el de Trunks y mío-, pero más bonito que el estudio donde yo vivía antes, en Lexington Avenue. El espacio era aséptico y frío, aunque completamente inmaculado, salvo por la mesa de la cocina que se encontraba a mi izquierda. Estaba cubierta de montones y montones de periódicos y me recordó a la parte superior del mueble archivador del despacho de Uub en el Sky Launch.

INTENSO DESEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora