Capítulo 14. Comenzando a...

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Casi todos los sectores laborales del edificio estaban almorzando, por lo que he de suponer que no estaría la secretaria que de alguna u otra forma vigilaba la entrada de su oficina, como en los cuentos de niños y acerté cuando las puertas del ascensor se abrieron dejando al descubierto su escritorio vacío. Mire de reojo la cámara de seguridad que había a un costado del ascensor, más tarde me haría responsable de aquello o no haría nada si los rumores se comienzan a esparcir.

Camine hasta la puerta y me asegure con mi oído de que no estuviera con alguien, sabía que a veces pedía que le trajeran algo a la oficina o que le encantaba almorzar con alguien que le diera un tema para hablar, en este poco tiempo la había observado más de lo que suelo mirar a una mujer. Estaba sola y no se sorprendió cuando yo me atreví a abrir la puerta, una leve sonrisa aparece al tiempo que agacha la mirada, la primera del día y como si hubiera sabido de antemano que yo me aparecería por allí.

No puedo evitar molestarme más.

- claro, pasa. Si, adelante -habla sarcásticamente, mientras toma una de las frutillas que hay sobre un plato, encima de su escritorio y la cual lleva hasta sus labios- ¿se le ofrece algo? Joven Mathews?

Tiene los labios pintados de carmín, una blusa rojo indio y una falda negra. Estaba claro que así era más sensual a la vista de cualquiera. Aparte mis ojos de su rostro y mi espalda de la puerta para encaminarme hasta estar en frente de su escritorio, tomando asiento sin preguntar o que se me fuera autorizado. 

Vuelve a sonreír y me mira con sus ojos azules.

- adelante, toma asiento -vuelve a hablar sarcásticamente- si desea joven Mathews, puede tomar un aperitivo.

Ofrece con su mano para después volver a tomar una frutilla.

- ¿Por qué? -es lo primero que se me viene a la mente.

Su expresión se vuelve seria. Sé que mi interrogación es simple, pero mi voz ha sonado tan neutra que hasta yo me encuentro sorprendido de mi mismo.

- por que ¿Qué?

Me de vuelve la pregunta ladeando un poco su cabeza, sin cambiar su expresión.

- ¿por que le ha dicho a Corman, que yo no la lleve devuelta  a casa porque mi amigo supuestamente estaba enfermo?

Ríe por lo bajo.

- deberías de agradecerme de que no le he dicho que me ocultas información personal. Que hace dos semanas saliste de prisión y que intentas ligar conmigo ¿se me ha olvidado algo?

Están propio de ella, al parecer, dejar a las personas sin palabras.

- podría haberle dicho que simplemente no quería ser escoltada por alguien que no es de fiar.

Ya había caído en su juego. Caí en cuenta de eso un poco tarde y lo hice cuando me molesto que todos estuvieran por enterados sobre el interés de Verónica hacia mi, cuando escuche su mentira salir de la boca de Corman, cuando me tomé el atrevimiento de venir hasta aquí. Quizás era lo que ella había planeado que sucediera, algo me decía que sabía cada uno de mis movimientos, que antes sus ojos cualquier mentira que dijera ella la detectaría.

- pensé que venias a decirme la verdad -confiesa alzando sus cejas y dejando caer su espalda en el respaldo de la silla- me sorprende que una pequeña mentira te moleste.

- hay más cosas fastidiándome.

Me iba a colocar de pies para marcharme cuando ella me tomó de la corbata y me jalo hacia su cuerpo para unir nuestros labios, fue tan inesperado su movimiento que no pude evitar mi asombro como el apoyarme al escritorio con mis manos para no caerme. Deguste el sabor de la frutilla combinado con su saliva, sus movimientos demostraban una necesidad y hambruna que yo acepte, porque yo también había estado deseando involuntariamente el besarle.

La tome de la nuca maldiciendo mentalmente que el escritorio se estuviera interponiéndose entre nosotros, quería presionarla contra mi cuerpo para que la sensación de desesperación, desapareciera y no era el único con aquella necesidad, porque solo detuvo el beso para darme la oportunidad de ir hasta ella. Volví a tomar sus labios, mientras la obligaba a retroceder hasta que su espalda chocó contra el cristal de la ventana , utilice mi mano para apoyarme, mientras empuñaba mi puño. Debía mantener el control, para no hacerla mía contra el cristal. Ella despertaba la parte bestia y a la vez animal, de mí, tan deprisa que me aterraba.

Separo mis labios de los de ella, mantengo los ojos cerrados al tiempo respiro una gran bocanada de aire y apoyo mi frente con la de ella. Vuelvo a presionar mi mano.

- no eres el único que se siente de esa manera.

Abro los ojos sorprendido ante sus palabras, encontrándome con sus ojos azules con un brillo especial y único. Con sus labios más rojos y hinchados.  Inconscientemente acaricio con mi pulgar su mejilla sonrosada, me relamo los labios.

Quizás ya era demasiado tarde para salvarme de ti.

- te arrepentirás -agrega cuando mi dedo delinea la forma de su labio.

- ya es demasiado tarde -respondo para mirarle directo a los ojos- ya estoy cayendo por ti.



Estaba distraídamente jugando con el anillo que me había obsequiado mi padre, cuando yo apenas tenía dieciséis, el mismo que me había acompañado a peleas una vez que entre en la Universidad. Estaba tan distraído con el objeto que no me percaté del momento exacto en que Corman se posiciono a mi lado, de hecho mis ojos estaban en el anillo, pero mis pensamientos estaban centrados en la mujer que estaba en una reunión importante en quien sabe que parte del edificio, después de tal encuentro.

- lamento lo de la hora de almuerzo.

Aparto mis ojos de mis manos para observar el rostro de mi compañero de trabajo. Yo ya lo había olvidado.

- no es nada.

Respondo volviendo a mirar el pequeño objeto de metal.

- lo es -apartó de nuevo mis ojos de mi entretención para fruncir el ceño ante sus palabras- te estuve hablando de mi compromiso durante todo el tiempo que trabajamos juntos, claramente debe ser incomodo.

Niego con la cabeza y con desgana pasó mi mano por mi nuca, tratando de buscar una respuesta que no incomodara más la situación.

- realmente no es nada. Estoy realmente feliz por ti o por quien se quiera casar, el asunto es que yo nunca lo relacione con algún sueño frustrado, como ser el hombre con el que ella se casó, así que no te culpes por imaginaciones tuyas, la verdad es que ahora le tengo algo de fobia al compromiso.

Pestañea un par de veces, apuntándome con su mano y al parecer sorprendido por mi última confesión.

- con razón tienes veintisiete años, no tienes pareja y no estás casado.

Se suponía que yo estaba siendo sincero con él, no él, conmigo. Lo miró inexpresivo ante sus palabras.

- uno puede casarse a la edad que quiera y no necesariamente necesitas de alguien más para tener estabilidad.

- entonces tus padres no te han insistido con "ya es momento de que te cases, hijo" "yo a tu edad ya los tenía a ti y a tu hermano" "¿acaso quieres morir solo?"

Reí ante su imitación que era supuestamente al de su madre y padre.

- y eso que a los dieciocho eran "vives aun bajo mi techo, pues tendrás que obedecer mis reglas" "¿quieres ser un vago toda tu vida?" "¿Qué vas a hacer con tu vida?" "¿Cuándo me presentaras a una chica? Soy tu madre"

Volví a reír a carcajadas, tenía razón.

- a todo esto ¿Cuánto años tienes? –pregunto cuando ya puedo recuperar la compostura.

- treinta y dos.

Pongo mi mano sobre su hombro y le doy dos palmaditas.

- ya eres todo un adulto.

Su expresión cambia a una neutra e inexpresiva.

- ¿acabas de llamarme viejo?

- adulto.

Tenía que búrlame de él, después de todo me la debía por lo sucedido en el almuerzo, ya vería como lo haría con Alexander.  

Ella es mi Jefa. SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora