Capítulo 34. Desequilibrados.

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No había cambiado para nada la casa, la calle y los dibujos para nada profesionales que hicimos yo, Desqui y mi hermano, en las paredes de una cerca, viéndolos ahora, logro comprender porque mi madre pegó un grito cuando lo vio por primera vez, realmente eran horribles. Di un gran bostezo para después mirar la hora por el reloj de pulsera, si no mal recordaba ya había terminado la misa de la iglesia, por lo tanto ya debían de estar de camino y conociéndolos decidieron ir caminando que en el auto.

- amor, te dije que Anthonia estaba por ser abuela y tu no me quisiste escuchar. Vez que siempre tengo la razón.

No pude evitar sonreír al escuchar esa voz que tanto me encantaba oír cantar o hablar, pero que se volvía un tanto odiosa cuando comenzaba a regañar.

- sí, amor. Tú siempre tienes la razón.

Responde mi padre de seguro negando con la cabeza, el que sea buena acertando con los chismes, pero no con otras cosas.

Ambos van distraídos, por lo cual aun no me ven apoyado a mi auto y sonriendo al verles. Mi padre el señor Edward Mathews, va observando la portada del diario que lleva en sus manos y mi madre la señora Sara Mathews, de seguro buscando las llaves de la casa en su bolso. Ambos apenas están pasando los cincuenta, para que puedan hacerse una idea.

- Edward -advierte mi madre- no ves que acabo de decir algo importante y tú me respondes así.

- lo sé, amor...

Los ojos de mi padre, ya me han visto y de ahí viene el que sus palabras quedan flotando en el aire. Mi madre por su parte confundida lo mira, para después seguir la dirección en la que observaba, encontrándose conmigo.

Ambos se quedan quietos, dejando caer lo que llevaban en sus manos al suelo.

- hola...yo... -paso mi mano por mi nuca un poco confundido, yo no esperaba esa reacción.

Edward se acerca, me mira a los ojos y luego me abraza dejándome sin nada, palmeando mi espalda como si se asegurará de que era yo y que estaba allí.

- nunca lo hagas -susurra con la voz un poco más grave- nunca te vuelvas a alejar, hijo.

Mis ojos se nublan y no puedo evitar apretarlo contra mi cuerpo, sintiendo que la búsqueda se ha terminado, finalmente he encontrado esa calidez que solo él me da.

Se aparta llevándose una mano al rostro para querer ocultar el que ha llorado, de ahí lo más probable es que venga ese orgullo que tengo de casi nunca hacerlo. Mi madre por su parte ya lloraba y solo me abrazo en silencio.

A ellos sí que los había herido, al alejarlos.

No pude evitar sentir la nostalgia, al abrir la puerta de la cual fue mi habitación, encontrándola tal como la deje antes de marcharme. Ese pequeño cuarto en el que crecí, en donde cree mis propios sueños, mis propias aventuras imaginarias. Me acerco hasta un mueble donde se encontraba una pelota de béisbol, una historieta y una vieja fotografía en la cual salíamos Danny, Patrick y yo.

La hermandad que yo y Patrick, tuvimos se perdió luego de que este comenzara a robarles a mis padres, ya sea dinero o cosas de la casa para venderlas. Recuerdo que estuvimos casi al borde de matarnos a golpes, en ese entonces mi padre estaba en el hospital y mi madre estaba teniendo problemas con el banco, realmente estuvimos mal, nos gritamos y el desapareció de mi vida o hasta que fue a verme a prisión solo para pedirme autorización para salir con Anastasia.

No le guardo rencor por lo último ni a él o a mi exnovia, es problema de ellos.

- ¡Ben! -grito mi madre desde el piso inferior- ¡la comida esta lista!

Ella es mi Jefa. SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora