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Si haber salido sin permiso ya era motivo suficiente para ser regañado, Yuuri no quería saber que le esperaría en cuanto Mila viera la herida de su costado, aquella que, por los descuidos del azabache, necesitaba ser vendada otra vez.

—Yuuri, ¿ya estás listo?

Mila tocó por tercera vez la puerta del baño, preguntándose qué tanto estaba haciendo Yuuri adentro.

—Me va a tocar morir joven.

Abrió la puerta, decidiendo que no tenía sentido ocultárselo. Notaría que algo andaba mal tarde o temprano.

— ¿Y qué hicieron en ese paseo? ¿Pelear?

Mila lo obligó a sentarse mientras buscaba alcohol y unas vendas. El azabache se esperaba más gritos y miradas desesperadas, pero la beta estaba extrañamente tranquila.

—No fue culpa de Viktor —dijo Yuuri, ignorando el dolor punzante que provocaba la herida—. Yo... quería salir. Me transforme sin decirle y-

—Y eso provocó que la herida se abriera dos centímetros más. Si no dejas que sane, podría infectarse o algo peor.

Corto sus palabras con claro enojo en la voz, y Yuuri no la culpaba. Había sido descuidado y todo para nada.

—Sé que no confías en nosotros y qué quieres irte lo más pronto posible, pero al menos preocúpate por tu bienestar.

Se quedó callado. Mila mojo un poco de algodón con el alcohol y, tratando de ser lo más delicada posible, prosiguió con su tarea de curar la herida.

Las manos de Yuuri se pusieron blancas por el esfuerzo del azabache, quien apretaba las sabanas con fuerza para evitar gritar. La herida ardía con cada roce del algodón y Yuuri empezaba a preguntarse cuánto tiempo pasaría antes de que se desmayara.

—Listo. Te traeré una playera.

Yuuri se levantó de la cama, emitiendo un pequeño quejido. Acaricio suavemente la zona de la herida, tratando de mitigar el dolor. No quería que Viktor o alguien más notara su inconformidad, cosa que le extraño.

—Así que... —Mila le tendió la playera—. Pasando de todo esto, es la hora de la comida. ¿Quieres comer aquí o prefieres acompañarme al comedor?

Yuuri la miró dubitativo. ¿Comer solo o rodeado de extraños? Hace unos días, la idea de comer acompañado no sería una opción, pero en el fondo, Yuuri quería comer rodeado de gente. Como solía hacerlo cuando era pequeño, cuando el mundo aún no mostraba los tonos oscuros que tenía.

—Iré contigo.

Yuuri se esperaba algo pequeño, con pocas personas, pero era más que obvio que no tenía idea de cuantos miembros tenía la manada. El comedor estaba a rebosar de gente. Alfas, betas y, para sorpresa de Yuuri, una cantidad bastante considerable de Omegas.

Se sentía intimidado por el número de gente que llenaba el comedor, dándose cuenta que solo reconocía a Viktor. Mila lo agarro de la mano, guiándolo entre las mesas hasta llegar a su destino.

—Iré por tu plato, tú te quedas aquí.

Observo cómo Mila se iba hasta que unos brazos rodearon su cintura, seguido del aroma de Viktor llegándole a sus fosas nasales.

—Te tardaste mucho.

Las mejillas de Yuuri se tornaron de un rojo carmesí, su corazón parecía que se saldría de su pecho y sus piernas se habían vuelto de gelatina. Quiso separarse, pero sus instintos de Omega obstruyeron cualquier intención de Yuuri de alejarse. Su cuerpo estaba jugando en su contra.

Besos de Hielo - Omegaverse - ViktuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora