25

3.2K 400 48
                                    


—¿Qué haces aquí? —esta vez fue el turno de Roseta de preguntar, mirando tiernamente al Omega, tratando de ocultar el miedo que sentía en todo su ser.

—Yo... —su voz sonó dudosa, no muy seguro de saber cuál sería la reacción de la Beta al enterarse de que había venido con otra manada.

—Yuuri, ¿qué sucede?

—Yo... yo vine con otra manada.

El silencio predominó por varios segundos, la mirada de Roseta sin expresión alguna, como si lo que hubiera salido de sus labios fuera una mentira. Lo examino detenidamente con sus ojos grises, buscando alguna herida o un indicio de que las cosas no iban bien. Para su tranquilidad, no encontró nada, al menos que pudiera ver.

—¿Y... y te tratan bien?

Una sonrisa apareció en su rostro sin siquiera darse cuenta, gesto que Roseta notó y un nudo en su garganta se formó casi al instante, aguantándose las ganas de llorar.

—No son nada parecido a ellos —la miró con ternura—. Deberías venir con nosotros.

—Sabes que es imposible —dijo con pesar la mujer—. ¿Sabe el líder de la manada lo que te pasó? —el azabache se quedó callado y apartó la mirada—. Yuuri...

Se alejó un poco de ella, abrazándose a sí mismo, sintiendo como su cuerpo temblaba levemente al recordarlo.

—No lo vi necesario.

—¿Sabes por qué estamos aquí?

El Omega la miró con confusión, no entendiendo muy bien a qué venía la pregunta.

—Es la reunión habitual de los líderes de diferentes manadas, ¿no?

La Beta suspiró con cansancio, acercándose al joven y sosteniendo su rostro delicadamente entre sus manos.

—La razón de esta junta es por la desaparición de Omegas y Betas en otras manadas —dijo tranquilamente, deseando no preocuparlo—. Y tú y yo sabemos quiénes son los culpables.

Yuuri sintió como si le cayera un balde de agua helada en la cabeza, dejando de ser consciente de su alrededor y con las náuseas creciendo en su interior. Roseta volvió a abrazarlo, acariciando su cabello como lo había hecho incontables veces cuando el Omega no era más que un pequeño cachorro.

—Me gustaría poder darte buenas noticias al menos una vez —comentó con pesar—. Yo no puedo decir nada o tendré mis días contados y sabes muy bien que no puedo dejar a los otros solos —agarro su mentón y lo hizo mirarla—. Pero tú si puedes, ya no estás bajo su influencia, lo único que tienes que hacer es decirle al líder todo lo qué pasó hasta ese día.

—No puedo —dijo con la voz a punto de quebrarse—. No quiero recordar.

—Lo sé Yuuri, lo sé, pero tienes que hacerlo. Se que te escucharán, piensa en todas las personas que salvarás y a las que liberarás, tienes que intentarlo. Por favor Yuuri. ¿Acaso quieres que tu nueva manada pase por lo mismo que las demás?

Lágrimas empezaron a caer de su rostro, el miedo creciendo descontroladamente en su pecho. No podía dejar que les pasara nada, a nadie, pero ¿cómo podía hacerlo cuando sus recuerdos eran tan dolorosos que se tragaban sus palabras? ¿Qué pensaría Viktor de él?

Su cuerpo se congeló al recordarlo. Viktor. ¿Cómo sería capaz de contarle todo? ¿Cuál sería su reacción al darse cuenta de que le había mentido?

—Va a odiarme —susurro con un nudo apretando su garganta.

—¿Yuuri? —Roseta lo miró confundida—. ¿Quién va a odiarte?

Besos de Hielo - Omegaverse - ViktuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora