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—¡¿Qué estoy qué?!

Michele observó con asombro a Elora. Tenía que ser una broma y una de muy mal gusto. Cruzó sus brazos, esperando pacientemente el momento en que admitiera que solo le estaban tomando el pelo, pero los segundos pasaban y el semblante ligeramente preocupado de la Alfa no cambiaba.

—Pero soy un Beta... —susurro apenas audible para él, bajando la mirada hasta el piso.

No es que no le emocionara la noticia, lo hacía, pero tenía miedo de que fuera un sueño y que al despertar nada de esto hubiera pasado. Nunca se había hecho ninguna ilusión, después de todo, pertenecía a aquella parte de la población que nunca podría tener un hijo. Nacer como un Omega era un boleto directo a ellos, pero ¿un Beta? Ese tema era complicado.

Aún recordaba cuando de niño le había mencionado a su madre que algún día le daría muchos nietos y que su casa nunca estaría en silencio, no había entendido en ese entonces porque su madre lo miraba con tristeza antes de abrazarlo, pues en su inocencia, no entendía que eso nunca pasaría, no cuando con quien planeaba emparejarse era Emil, su amigo de la infancia y un Alfa. La cruda verdad llegó un par de años después.

Aunque uno tuviera la libertad de escoger a su pareja, había cosas con las que no podían luchar, como lo era el instinto. Michele sabía que Emil veía con ternura a los pequeños que siempre corrían de un lado a otro, incluso había notado en más de una ocasión, una mirada algo triste cuando veía a Ezequiel. Su instinto de Alfa deseaba un hijo, pero él no podía dárselo. O eso creyó.

—¿Estas segura? —preguntó con miedo, llevándose una mano a su cuello de manera inconsciente, justo donde se encontraba la marca que Emil había dejado hace varios años cuando se habían unido. Deseaba tanto que mágicamente entrara por la puerta y con solo una sonrisa, lograra calmar el desastre de emociones que tenía.

—Tan segura como mi instinto, mis años de experiencia y tus resultados de sangre lo confirman.

Michele dejó salir todo el aire que había estado reteniendo en sus pulmones, la última creencia de que era una broma abandonando su cuerpo en el proceso. Colocó una mano sobre su boca, el peso de la noticia finalmente entrando en su cerebro.

—Estoy embarazado —susurró.

Elora sonrió con ternura, pasando suavemente una mano por su espalda para tranquilizarlo. Comprendía que era una noticia que nunca creyó que le darían, ella misma aún no entendía cómo es que siquiera era posible, pero sea cual sea la respuesta, estaba feliz por el castaño.

—¿Hace cuánto fue que tuviste relaciones con Emil? —preguntó casualmente.

Michele no pudo evitar que un sonrojo intenso invadiera su rostro. Ni siquiera podía soportar a su cuñada cuando le hacía comentarios con doble sentido durante las cenas familiares, mucho menos iba a poder con la forma de ser tan directa de Elora cuando se trataba de embarazos.

—Hace- —tragó en seco, no pudiendo creer que llegaría el día en que tendría que hablar de su vida sexual—. Hace como una semana.

Aparto la mirada, con vergüenza. Si era realmente honesto, había tenido relaciones con su pareja el día anterior, cuando desearon borrar por un rato el estrés que poseían a raíz del accidente, pero Elora no necesitaba saber eso y era consciente de que para un embarazo se necesitaba por lo menos una semana antes de que se mostrara algún síntoma e incluso eso podía variar. El que se guardará ese pequeño detalle no cambiaría nada.

—Supongo entonces que es hora de la charla —comentó sonriente mientras jalaba una silla y se sentaba frente a él—. Nos espera un largo camino.

 Nos espera un largo camino

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Besos de Hielo - Omegaverse - ViktuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora