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Yuuri observaba anonadado el paisaje que tenía enfrente. Nunca había ido a la Capital, pero de lo que había escuchado podía crear una imagen de cómo luciría, nada comparado con lo que tenía enfrente.

Habían llegado en una hora concurrida y se sorprendió de la cantidad de personas que transitaban tranquilamente por las calles, cada uno enfocado en lo suyo. Había varias casas y puestos que se extendían por kilómetros, pero no pudo obsérvalos bien, ya que la manada se había desviado hacia otro lado, por donde se encontraba una casa lo bastante grande como para almacenar a cien personas.

Lucas se detuvo a dos metros de la puerta principal, de la cual salió una señora de cabellos rojizos y lacios, sonriendo ampliamente en cuando vio al Alfa.

—Al fin llegas —dijo abrazándolo—. Los cuartos están listos, le diré a Marjoline que los lleve a sus respectivas habitaciones —dijo alegre hasta que su mirada se detuvo en cierto azabache—. Tú debes ser Yuuri.

Se acercó lentamente, con una sonrisa siempre adornando su rostro. El Omega se sentía algo incómodo, no sabiendo cómo reaccionar frente a la Omega pelirroja que lo veía con ojos dulces y maternales.

— ¿Podrías bajarlo Viktor? —pregunto amablemente—. Me gustaría poder verlo de cerca.

Aunque el peliplata era consciente de cómo se sentía el azabache, se agacho, dándole paso libre a la Omega a acercarse.

—No seas tímido, baja de ahí —dijo extendiendo una mano hacia él, quien la tomó algo nervioso—. Me alegra conocerte al fin, Lucas me ha hablado de ti. Soy Milena, su madre.

—Un gusto conocerla —comentó más relajado.

— ¿No es una lindura? Qué suerte tienes —dijo mirando con complicidad al peliplata.

Viktor miró a su mejor amigo, quien desvió la mirada como un niño pequeño al que acaban de descubrir haciendo una travesura.

"¿Le dijiste?"

"¿Qué querías que hiciera? Es mi madre, sabe cómo sacarme la información sin que me dé cuenta."

"Pudiste haber mentido."

"Es mi madre de la que estamos hablando, no podríamos engañarla ni aunque creáramos el crimen perfecto."

Lucas y Viktor agacharon la cabeza, recordando todas esas veces que la Omega había descubierto sus travesuras con solo mirarlos. Una cualidad que con el tiempo Lucas había aprendido.

—Entremos a la casa, deben de estar cansados. ¡Marjoline! —canturreo.

A los minutos llego una Beta de cabello rubio y mirada dura, tenía alrededor de unos cuarenta años, pero aparentaba muchos menos.

— ¿Sí?

—Llévalos a sus habitaciones, yo me hago cargo del nuevo.

Asintió y pronto los miembros de la manada empezaron a seguirla, todos menos un peliplateado, que miraba atentamente a la pelirroja.

—Tranquilízate, no voy a interrogarlo —comentó alegre la matriarca mientras sujetaba a Yuuri del brazo.

Viktor no confiaba para nada en la mamá de su mejor amigo. Cuando Lucas había conocido a Delia, su mamá se había pasado una hora haciéndole preguntas a la Omega, sin darle un segundo para respirar. Milena era bastante protectora con sus seres queridos, y cómo Viktor era considerado como parte de la familia, no esperaría menos de ella.

—Si no vas a tu habitación, voy a llamar a tus padres —sentenció con voz dulce, a lo que el Alfa se vio obligado a irse rápidamente, nada como una amenaza disfrazada con dulzura—. Estos Alfas de ahora —comentó riendo—. Ya que finalmente estamos solos, podemos hablar tranquilamente. Tengo entendido que no tienes manada —comenzó diciendo mientras llevaba a Yuuri por los pasillos de la casa.

Besos de Hielo - Omegaverse - ViktuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora