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— ¿Cómo te ha ido en estos últimos dos días? —pregunta Mila con sorna mientras miraba a Viktor, quien tenía recargada la cabeza sobre sus brazos.

—Podrían haber ido mejor —susurró en respuesta.

El Alfa estaba agotado. Ezequiel se esmeraba por acaparar a Yuuri de todas las formas posibles. Eran pocos los momentos que podía pasar con su Omega y eso lo frustraba. Todavía recordaba cuando el pequeño lo había empujado de la cama y no lo había dejado volver a acostarse. Desde entonces el peliplata dormía en el piso en su forma lobuna, negándose a perder ante un pequeño Alfa. Aunque era claro para todos los que estaban sentados en esa mesa que Viktor estaba perdiendo la guerra.

—Ni siquiera parece acordarse de sus padres —comentó Chris mientras veía a lo lejos a Yuuri jugando con el pequeño Alfa.

—Tiene bastante con que entretenerse —añadió Phichit—. Es triste ver que un niño te roba toda la atención, ¿no crees Viktor?

—Tus comentarios no ayudan —respondió aún sin levantar la cabeza, sus párpados pesaban y sentía que en cualquier momento se quedaría dormido.

—Mírenlo, Ezequiel parece todo un angelito —dijo Sara mirándolo con ternura.

—Tendrá cara de ángel, pero es todo un demonio por dentro.

— ¡¿A quién llamas demonio, anciano?!

Viktor levantó la cabeza con rapidez y sus ojos se llenaron de alegría.

— ¡Yurio! —gritó al tiempo que salto de su lugar para abrazar al rubio, quien tenía cara de confusión—. ¡Fueron los tres días más largos de mi vida! No vuelvas a dejar a tu hijo con nosotros.

—Yo no te lo encargue, Yuuri fue quien se ofreció. ¡Y no me llamo Yurio!

—Lo que digas Yurio.

— ¿Y qué tal te fue con Otabek? —pregunto rápidamente Sara al ver el semblante del rubio, el cual estaba a nada de perder la poca paciencia que tenía.

—Creo que no hace falta preguntar —añadió Chris de forma picarona—. Desaparecieron por tres días, es obvio que les fue de maravilla.

El comentario de Chris causó un sonrojó bastante intenso en Yuri, quien solo apartó la mirada. Chris tenía razón, después de todo, pero no admitiría eso frente a los demás.

—Deja al niño en paz —dijo Mari uniéndose a la conversación, un pedazo de pastel de chocolate en su mano derecha—. No estamos es un lugar apropiado para contar los detalles sucios.

— ¡Mari! —gritó el rubio aún más avergonzado que antes.

—No te hagas el santo Yurio —dijo picara—. Que bien sabes que Ezequiel no vino de la nada.

— ¿En que se ha tornado está conversación? —preguntó el rubio, deseando haber ido primero por su hijo.

— ¡Otra vuelta Yuuri! —gritó Ezequiel agarrando la mano del azabache.

—Quizá después, estoy algo mareado —dijo con una sonrisa—. ¿Por qué no haces un ángel de nieve mientras esperas?

—Está bien —dijo resignado y con el ceño ligeramente fruncido.

—Veo que tienes habilidad con los niños.

—Delia —dijo al ver a la Omega parada a pocos metros—. No te oí acercarte.

—Esa era la idea —añadió sonriente—. Me gustaría hablar contigo a solas, ¿se puede?

—Pues...

Besos de Hielo - Omegaverse - ViktuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora