Capítulo 21 parte 1. ERIS

107 36 8
                                    

Magna Divina Carcerem, Confines del Olympus

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Magna Divina Carcerem, Confines del Olympus.
  
  
-¡Hoy es el día señalado! -exclamó con determinación una Eris consumida y sucia en un rincón de su celda.

Se encontraba recluida en la prisión de máxima seguridad del Olympus cumpliendo la condena que su hermana Némesis le había impuesto tiempo atrás por el ataque en Argos, y aunque disponía de todos los medios para asearse los últimos años habían hecho mella en su estado de ánimo. Tras los muros de aquella prisión cualquier ser divino padecía una completa anulación de sus poderes, por lo que en este estado no se diferenciaba demasiado de un humano común y corriente, hecho que irritaba sobremanera a la diosa de la discordia, quien consideraba a éstos seres inferiores, y hacia los que sentía un enorme desprecio.

Eris echó otro vistazo a la bandeja con fruta que le habían dejado esa misma mañana y sintió náuseas. Aquello tenía que acabar, y lo haría ese mismo día; no estaba dispuesta a dejar pasar un solo día más, su suplicio terminaría esa misma noche...

Decidida repasó mentalmente el quinto plan de fuga que había ideado. Había tratado de escapar ya cuatro veces antes, y en ninguna ocasión había tenido éxito, logrando por el contrario que su condena fuera aumentando con cada intento fallido; pero este sería el definitivo, estaba segura. Inspiró hondo con el fin de calmar sus nervios para que todo saliera según lo planeado...

Sin más tiempo que perder, cogió con ambas manos el recipiente de fruta y lo dejó caer al suelo, provocando un gran estruendo. Cuando escuchó los pasos cercanos de los guardias se desplomó intencionadamente, dejándose caer al suelo; se relajó al máximo, intentando ralentizar todo lo posible los latidos de su corazón para que creyeran que había sufrido un paro cardíaco o que había sido envenenada. Los escuchó acercarse, y sus nervios jugaron en su contra acelerando sus pulsaciones. Eris intentó de nuevo ralentizar sus latidos.

-¡Oye, tú! ¡Levanta de ahí! -ordenó uno de los guardias, un muchacho joven de estatura media y pelo rubio.

-Eres una diosa, fingir un desmayo no te va a servir de nada -exclamó su compañero.

-No reacciona -Se preocupó el rubio.

-¡Que sí, muchacho! No te pongas nervioso, mira -dijo acercando un bastón hacia el cuerpo de Eris y tocándola para hacerla reaccionar.

-No se mueve...

-¡Eris, levántate ahora mismo! No te vamos a abrir, de modo que por mí puedes quedarte así por toda la eternidad -dijo el guardia más longevo caminando en dirección contraria a la celda de Eris.

«Bien», pensó ésta. Ya sólo tenía que permanecer en esa postura todo el tiempo; cuando pasaran las horas y vieran que seguía tal y como la habían dejado acabarían por preocuparse por ella, y entonces abrirían la celda...

Estuvo en esa misma postura cerca de cinco horas, los guardias cada vez pasaban más seguido por su celda, cada vez más inquietos por la situación.

-Festo, te digo que la han envenenado. Mírala, permanece igual y ya han pasado cinco horas...

-¡Eh, tú, levántate ya! Te traemos la cena...

-Te digo que la han envenenado, o quizá ya esté muerta.

-¡Ay, por favor muchacho, cállate!

-Deberíamos entrar e intentar reanimarla. Es la diosa de la discordia, como le ocurra algo tendremos a Érebo poniendo precio a nuestras cabezas...

-¿Y si está fingiendo?

-Han pasado cinco horas... no creo que nadie sea capaz de fingir durante tanto tiempo...

-Está bien, entraremos y la trasladaremos al dispensario para que la revise un sanador si así te quedas más tranquilo.

El tintineo de las llaves alertó a Eris, que ralentizó aún más sus latidos. La puerta se abrió chirriando, y pronto escuchó los pasos de ambos guardias aproximándose. Notó la mano de uno de ellos en su cuello buscando su pulso, el cual ralentizó todo lo que pudo...

-¡Festo! Apenas tiene pulso... -dijo alarmado el más joven.

-¡Maldición! ¡Deprisa, llevémosla al dispensario! Tú cógela de las manos, y yo lo haré de los pies. Y ten cuidado, no vuelva en sí y te patee el culo, rubito...

-O te lo patee a ti... -exclamó Eris abriendo los ojos justo al cruzar el umbral de la celda.

Aprovechando el desconcierto de ambos, alzó rápidamente una de sus piernas, estrellándola con fuerza en la cara del guardia más veterano y tirándolo al suelo; el joven rubio quedó estupefacto. Eris, haciendo gala de una rapidez impropia de su estado, golpeó fuertemente al muchacho en el mentón. Pronto el primer guardia se recuperó y la atacó, enzarzándose de este modo en una pelea con ambos guardias a la vez.

Los puñetazos y patadas volaban, y Eris apenas podía esquivarlos a tiempo, pero ese sería el último día de su condena; estaba decidida a salir de ahí. Dio vueltas sobre sí misma mientras esquivaba los golpes de ambos, posicionándose donde más le convenía; ahora ellos estaban de espaldas a la celda y ella frente a ellos, si lograba arrebatarle las llaves al custodio más joven sólo tendría que empujarlos y cerrar la puerta.

Continuó esquivando puñetazos y patadas hasta que vio cómo el rubio le lanzaba un gancho directo a sus costillas; dejó que éste impactara, arqueándola por el dolor, y justo como suponía su atacante se acercó para propinarle un golpe en la espalda con su codo, dejando las llaves que colgaban de su cintura a merced de Eris. Ésta sintió el fuerte golpe en su espalda, y lanzó un alarido de dolor a la vez que su vista se desenfocaba durante medio segundo; sintió cómo sus piernas fallaban y sus rodillas impactaban con el suelo, pero sin perder de vista el objeto deseado se dejó caer hacia delante con el impulso necesario para que su mano alcanzara las llaves que le proporcionarían la libertad.

-Ya te lo dijimos, no puedes escapar -exclamó el mayor de ellos extasiado.

-¡Levanta! -La golpeó el rubio con el pie en las costillas.

Eris se retorció de dolor, su estado de debilidad y su falta de poderes divinos en aquella cárcel la hacían perder un tiempo muy valioso.

Aprovechó cuando ambos la levantaron de los brazos para abrir rápidamente sus piernas, propinándoles a ambos una fuerte patada en la entrepierna, haciéndolos caer junto con ella. El grito de dolor que ambos emitieron hizo sonreír a Eris.

-Ya os tengo, imbéciles...

Se levantó girando sobre sí misma, de una patada en la cara hizo caer al rubio dentro de la celda, y con otro rápido movimiento hizo lo propio con el guardia restante. Sin apenas darles tiempo de reaccionar, cerró la puerta, dejando que ambos se dieran de bruces contra ella en un intento por detenerla...

-¡Pobres ilusos! Y ahora, mis queridos carceleros, me voy para nunca regresar...

-¡Pagarás por esto!

-No podrás salir de aquí. En menos de una hora te traerán de vuelta...

-Que te crees tú eso... -exclamó Eris siguiendo su camino.

------------------------------------------------

Este capítulo lo quiero dedicar a esos nuevos lectores que se han ido incorporando...
Neon-3021 ZabethMedina LauraCitlalyMari
HAzz03 problematically
Y por supuesto a todos mis fieles lectores que están siguiendo esta novela desde el principio.
Muchas Gracias a Todos!

DEA NOCTIS {El Origen} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora