Capítulo 24. INGRID.

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Elysios, Olympus.

Mientras tanto, en el Olympus una pareja observaba tranquilamente los nuevos acontecimientos relacionados con Adara...

—Amor, ¿pero por qué jugar así con ella? Sólo cuenta con quince años. Además, sabes que no podrá engendrar…

—Pandora, es su destino.

—No me vengas con esas Moros, que nos conocemos…

—Adara necesita incentivos, cariño. Tiene que reencontrarse con su otra mitad, y está demasiado cómoda en el lugar donde la dejé. No podemos intervenir directamente, pero como dios del destino que soy tengo mis trucos.

—¿Y crees que obligándola a casarse ella se rebelará y huirá?

—Si queda un mínimo rastro de la magna Nyx, Dea Noctis, lo hará —respondió Moros confiado.

Pandora observó a su amado con admiración: tan inteligente y sutil, y aunque caprichoso, tan lleno de bondad…

Su relación había avanzado y afianzado enormemente en los últimos años, y Moros lograba robarle algún que otro beso esporádicamente; esto a ella ya no la molestaba, podría decirse incluso que le encantaba. Pero él seguía evitando el espinoso tema de manifestar qué era ella para él, y hasta que esto no estuviera zanjado la semidiosa no le entregaría su corazón. Aunque cada vez le resultaba más complicado mantenerse firme, sobre todo en momentos como este, cuando sus cuerpos estaban tan cerca el uno del otro…

Sentados junto al Omnituens Lacus, el lago que todo lo ve, se hallaban observando el agua por la cual veían lo que ocurría en el mundo mortal. Él se encontraba a su lado, apoyando su brazo en la espalda de ella; notaba claramente su respiración en el cuello, su calor corporal la hacía sonrojarse sin remedio, así que lentamente se separó de él con el pretexto de trenzarse el pelo.

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Mansión Nocte, Olympus.

Al otro lado del Olympus Eris y Érebo trazaban el plan a seguir para lograr sus viles objetivos…

—Esto es mejor de lo que esperaba, hija. Moros nos ha hecho la mitad del trabajo.

—¿A qué te refieres, padre?

—Ven, acércate —le dijo haciéndole un gesto para que se aproximase— ¿Ves aquello? El vástago de Thorlak ha pedido en matrimonio a Adara.

—¿Y qué interés tiene esa joven para nosotros? —dijo Eris con indiferencia, casi con desprecio.

—¿Acaso estás ciega? ¿Que no ves claramente que esa muchacha es tu madre? Sólo tuve que verla una única vez para saber que ella era la otra mitad del alma de mi esposa.

—Si tú estás seguro padre, yo también.

—Este es el plan en el cual tendrás que realizar tu mejor interpretación.

—Sí, padre.

—El reino de Rogaland estableció hace algunos años la paz con el reino de Agder, y esta paz no ha sido quebrantada en ningún momento desde entonces. Tu trabajo consistirá en arrebatarles esa paz…

—¿... Y provocar una guerra? —preguntó Eris interrumpiendo a su padre.

—Sí, y un matrimonio.

—¿Otro?

—Sí, Eris. Deberás manejar al joven Gunnbjörn a tu antojo y proveerle de lo que más ansie.

—Eso es fácil, padre. Pero el matrimonio no es necesario para esto.

—Si quiero desterrar a tu madre durante un cierto período de tiempo deberé matarla, y necesitaré títeres para tal fin.

DEA NOCTIS {El Origen} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora