Capítulo 23 parte 2. SKJALDMÖ

96 31 19
                                    

Reino de Agder, Escandinavia.

Después del frío invierno que habían pasado, por fin los campos abandonaban su manto blanco y florecían con fuerza. Adara admiraba aquel precioso espectáculo en todas y cada una de las vísperas del verano, esos veranos en los que en su región nunca se ponía el sol... Los adoraba, era su estación favorita.

Salió apresurada de su cabaña en busca de su mejor amiga, esa tarde irían al bosque a recoger frutos.

-¡Sigrid, ¿estás lista?! -La llamó Adara desde el exterior de la casa.

-¡Ya voy! -contestó su amiga- Sí, mamá... -Se escuchó decir a Sigrid con tono resignado. Adara sonrió para sí misma.

Su amiga salió instantes después de casa oyendo los regaños de su madre, y cogiendo de la mano a Adara ambas jóvenes comenzaron a correr hacia el bosque.

-¿Qué has hecho ahora, amiga? -preguntó Adara divertida.

-Mejor di qué no he hecho... -contestó Sigrid, y ambas jóvenes se echaron a reír.

»Pero cuéntame tú, amiga: ¿sigues teniendo ese extraño sueño?

-Sí, todas las noches sueño con lo mismo, es algo que me va a volver loca... Sé que se trata de un aviso.

-Sí, ya... Un aviso del dios del sueño ese en el que crees... -la interrumpió Sigrid escéptica.

-Sí... y aunque no me creas, existe -Su amiga la miró con incredulidad, pero le hizo un gesto para que continuara hablando. Adara prosiguió:

»Se está celebrando un matrimonio, hay un apuesto muchacho rubio algo mayor que nosotras que espera por mí; y también veo un drakkar que me llama poderosamente la atención, que me invita a ir hacia él y embarcarme... Y entonces despierto.

-Pues amiga, no sé si tendrá algún significado, pero estoy segura de que o te casarás en breve o viajarás.

-¡No puedo casarme! Lo sabes Sig, tengo un propósito más grande en la vida...

-Sí, ya sé... encontrar la mitad de tu alma... -contestó la pelirroja poniendo los ojos en blanco (había escuchado hasta la saciedad aquella creencia de boca de su amiga).

-¿Quién te dice que tu marido no podría ser esa mitad?

-Tú no lo entiendes... -dijo Adara frustrada al sentirse incomprendida por su amiga.

-Lo que yo creo es que te asusta tanto el matrimonio que te convertirías en guerrera antes que casarte, y eso que eres pésima en el manejo del hacha...

-No me asusta, es sólo que no puedo casarme, Sig.

Su amiga le lanzó una mirada suspicaz y se echó a reír, Adara tras unos segundos de confusión también comenzó a reír.

Pasaron horas recolectando frutos y luchando fieramente entre ellas como auténticas valkirias, como hacían siempre desde su infancia.

Sus cuerpos se habían desarrollado y se habían convertido en dos hermosísimas muchachas: Sigrid, la hija del jefe del clan, poseía una tez blanca como la nieve al igual que Adara, y su cabello era rojo intenso como el fuego; era tan bella como traviesa, trenzaba su pelo a menudo y le encantaba trenzar la argentada melena de Adara. Adoraba el arte de la batalla y soñaba algún día ser una gran skjaldmö y luchar junto a los más afamados guerreros de su padre.

En cambio Adara, a sus quince años, con su largo cabello que le llegaba hasta la cintura y su peculiar tono plateado junto con sus joviales ojos grises, enamoraba a todos a su paso, tanto jóvenes como adultos; algunas de las mujeres del pueblo la envidiaban y extendían rumores sobre ella diciendo que era una völva, y que no era humana, que practicaba la magia negra y por eso su cabello había perdido el color..., otras decían que estaba maldita, y el resto que era hija del dios Thor y que había nacido de un rayo. A Adara esta última teoría le gustaba especialmente: «Nacida de un rayo...», pensaba ella divertida siempre que lo escuchaba...Gracias a esto ostentaba el título de protectora del reino de Agder, un gran honor para cualquier ciudadano.

Llegaron a la aldea mucho más tarde de lo que debían. Sigrid corrió hacia su casa, pues le esperaba una buena regañina. Adara por su parte caminó tranquilamente hasta la suya, ya que sus padres raras veces la regañaban, ella era muy responsable y no solía desobedecer.

-¡Madre, mira todo lo que he recolectado en el bosque! -dijo mientras entraba alegremente en la cabaña.

La escena que allí se encontró la dejó sin palabras y con un nudo en la garganta: su madre estaba llorando abrazada a la pequeña tela en la que Moros la había envuelto cuando se la entregó.

Adara sintió como una corriente eléctrica recorría su espina dorsal: esto no presagiaba nada bueno...

-¿Qué ha pasado, madre? -Dejó rápidamente su cesta en la mesa y corrió junto a ella.

-Hija... está pasando... El día que tanto temía ha llegado... -consiguió decir al fin Astrid entre sollozos.

-¿Está Moros aquí? ¿Ha venido a cumplir mi destino?

-No hija, ese día aún no llega, este es mucho peor...

-¿Está bien papá? ¡Ay madre, habla ya! -exigió Adara dominada por los nervios.

-Tu padre está reunido con el jarl ahora mismo, ha venido un emisario desde Geirstad para hablar sobre paz con el gran jefe.

-¡Oh, mamá...! ¡Pero eso es bueno! -dijo Adara aliviada y algo contrariada.

-No Adara, eso no es bueno para ti. Tú eres la völva de la que todos hablan, eres la hija de Thor. ¿A quién crees que ese presuntuoso hijo de Thorlak 'el avaro' va a elegir como esposa?

-¿Pero por qué deberá elegir esposa aquí?

-Si algo he aprendido de los humanos, cariño, es que todo se soluciona con sangre o con matrimonios concertados. Y puesto que el emisario ha venido en son de paz...

-Madre, aun si tuvieras razón nada asegura que me elija a mí como esposa.

-¡Ay, cariño...! Eres la más hermosa, dulce y amable de todas las muchachas del reino. Además, gracias a los cuentos que inventaron esas viejas envidiosas acerca de ti se piensa que eres hija de Thor, y ese muchacho estará deseando hacerte su esposa por el simple hecho de ganarse un lugar privilegiado en el Valhalla sin necesidad de morir en batalla.

-Pero tú sabes que eso no es cierto, madre.

-Lo sé cariño...

-Habrá algo que podamos hacer... ¡No puedo casarme madre, mi destino es otro! -exclamó Adara al borde del llanto.

-No sé de qué manera podemos evitarlo... Esperemos que tu padre haya conseguido impedirlo...

Horas más tarde, Hans regresó a su hogar satisfecho, esta vez había logrado tiempo. El emisario de los geirstandeses había llegado raudo y veloz pidiendo la mano de la völva para el hijo del jefe de su clan (eso y varias hectáreas de tierra para sellar la paz), y Hans actuó con sabiduría: aceptó que su hija contrajera matrimonio, pero sólo si renunciaban a recibir las tierras que exigían, además de honrar con un tributo al reino de Agder.

Tras pactar las condiciones el emisario partió de retorno a Geirstad. Era por todos de sobra conocido que el jefe Thorlak 'el avaro' era el líder más tacaño de toda la península escandinava, de ahí su apodo. Hans estaba seguro que con lo que le habían exigido como tributo abandonaría la idea de la proposición de matrimonio. Feliz, ingresó a su hogar y anunció las buenas nuevas a las mujeres a quienes amaba más que a su propia vida.

DEA NOCTIS {El Origen} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora