Capítulo 5 parte 2. KATIENA.

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-¿Irnos? Pero el destino dijo un día...

-Vamos a mis aposentos. Tenemos mucho que aclarar, y este no es el lugar apropiado para ello. Además, a partir de ahora quedas a mi cargo, y tengo normas que deberás acatar.

Katiena tomó al bebé en brazos y lo siguió.
Salieron de la estancia, y la oscuridad los invadió: no había luces ni antorchas, apenas se podía distinguir a Thanatos en esa penumbra, a pesar de que por su origen divino su piel era luminiscente. Katiena lo llamó:

-¡Espera! Esto está muy oscuro.

-Querida, estás en el Tártaro, aquí todo es oscuro y maligno. Deberás acostumbrarte lo antes posible.

Caminaron por un pasillo muy largo, y al final de éste una tenue luz les recibió. Katiena sintió que su esperanza brillaba tanto como aquella luz; sin darse cuenta apresuró el paso, pero Thanatos habló de nuevo:

-No toda la luz es buena, a veces la oscuridad puede ser mejor opción.

La muchacha no comprendió a qué venía ese comentario, pero al atravesar el haz de luz lo entendió perfectamente.

Aquello era una prisión: habían celdas a ambos lados del pasillo, todas repletas de espectros sollozantes. Se le encogió el corazón y abrazó con más firmeza a su bebé. Mientras recorrían el pasillo se convirtió en el centro de todas las miradas: algunos podría decir que con lascivia, otros con odio; se apresuró a seguir el paso de Thanatos. Éste la observaba de reojo, podía sentir todo lo que ella sentía, y confió en que la muchacha fuera lo bastante fuerte como para soportar lo que estaba a punto de ver... Pasaron a otra sala, de paredes rojas y frío intenso; cubrió la carita la pequeña con cuidado para que no respirara el gélido aire, y su curiosidad la llevó a asomarse a una de las celdas. Lo que contempló la hizo gritar horrorizada: un espectro con cuerpo humano atado de pies y manos a una silla gritaba de dolor mientras un diablillo le perforaba los ojos con un artilugio puntiagudo.

Katiena corrió hacia Thanatos; el miedo se estaba apoderando de ella, aquel lugar sin duda era mucho peor de lo que había escuchado acerca de él. En un acto reflejo cogió la mano de Thanatos, gesto lo sorprendió, pues nadie osaba tocarle a menos que fuera alguno de sus hermanos. Pero el terror que desprendía esa muchacha le sobrecogió; aunque pensándolo bien, si iba a ser su protegida como había ordenado Moros, cuantos más demonios contemplaran lo próxima que se encontraba de él, más segura estaría; le estrechó la mano reconfortándola, y Katiena lo miró asustada. Pasaron por la sala de las torturas en silencio, cogidos de la mano, con los lamentos de las almas errantes de fondo.

La luz volvió a resplandecer cerca del final. Ya no había celdas, ahora se veían puertas con números, semejantes a habitaciones de hotel. Anduvieron un largo trecho hasta llegar a unas grandes puertas dobles; éstas eran de color negro con grabados muy hermosos, pero algo lúgubres. Por encima de ellas, en dorado destacaba el número de la habitación: XV.

-Esta es mi alcoba, Katiena, y a partir de ahora también la tuya. Tocó una de las puertas y ésta se abrió automáticamente. Accedió a su interior, y la estancia se iluminó; Kati le siguió. Era un habitáculo enorme, parecía más un palacio que una habitación: incluía varias camas, dos triclinios, y sendas puertas que seguramente darían a otras estancias.

-La puerta de la derecha es tuya, puedes acomodarte ahí.

Ella asintió, y se dirigió hacia la vieja puerta de madera. La abrió, y al entrar ésta se iluminó; ante ella tenía una habitación modesta, pero mucho mejor que lo que había llegado a conocer jamás en vida: una cama de matrimonio destacaba sobre el resto del mobiliario, también había un gran armario de dos puertas, un escritorio y una puerta que daba a un baño personal, compuesto por una ducha, un lavabo y un inodoro. ¡Y era todo para ella! Estaba feliz y agradecida; dejó a su pequeña en medio de la cama con sumo cuidado para no despertarla, la rodeó de almohadas para evitar que se cayera, y salió para agradecerle a ese deus su hospitalidad. Lo encontró sentado en un elegante triclinio de color burdeos, con aspecto relajado. Ella, algo cohibida, se acercó a él.

DEA NOCTIS {El Origen} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora