Capítulo 10 parte 2. OCULUS SORS

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Katiena se separó rápidamente de la puerta: ¿Había oído bien? ¿Érebo, el dios de la oscuridad, quería destruir el mundo? No podía ser cierto...

Ella nunca creyó las historias sobre el fin del mundo que su abuela le contaba, le parecía completamente imposible que algo tan grande como el mundo pudiese llegar a su fin; pero al parecer sí era posible, y por alguna extraña razón que no comprendía esto pondría en serio peligro a Adara.

Sabía que Thánatos no la dejaría salir jamás al mundo mortal, y menos para intervenir en el destino de su hija... pero de repente una idea le sobrevino a la mente: había alguien que tal vez la podría ayudar, alguien con quien había entablado amistad en aquel lugar en los últimos tiempos, una dea que no tendría problemas para dejarla salir de allí.

Esperó paciente hasta que escuchó salir al último deus y corrió pasillo arriba hasta chocar frente a una hermosa silueta...

Perséphone sujetó a su amiga antes de que ésta cayera al suelo tras chocar con ella. Llevaba cerca de unos meses hablando con esa chica que tan especial era para el tío de su marido, sin entender bien qué podría haber visto el deus Dulcis Mortis en la tierna muchacha. Ésta le agradaba sobremanera, pues le recordaba a la tierra y a sus hermanas ninfas.

-¿Por qué tanta prisa, Katiena? Dispones de toda la eternidad, recuerda que estás muerta -le dijo con un guiño.

-Tienes que ayudarme, Perséphone...

-Claro amiga. ¿Qué necesitas?

-Ven -dijo ésta empujando a la dea hacia sus aposentos.

-¿Qué ocurre Katiena? ¡Me estás arrugando la túnica...!

-Necesito que me saques de aquí...-le susurró Katiena a Perséphone casi imperceptiblemente, como si temiera que alguien pudiera escucharla.

Perséphone enmudeció. Sabía perfectamente que ella no tenía tal poder, y mucho menos podría contradecir los deseos de uno de los Deos Mortem.

-No puedo hacer eso...

-Tienes que poder... Por favor... -le imploró Katiena.

-Pero, ¿por qué quieres irte? Thánatos te trata bien... Y si sales de aquí siendo un espectro tu alma irá al Tártaro... lo sabes, ¿verdad?

-Lo sé Perséphone, y no te lo pediría si no fuera un asunto de vida o muerte. Acaba de concluir una reunión el los aposentos de Thánatos, se ha reunido con Moros y varios dioses más...

-¿Una reunión clandestina? ¿Sin Hades...? Uff... hoy va a estar insoportable... -suspiró Perséphone.

-Lo peor es que le han robado algo de un ojo al Destino, y Érebo quiere utilizarlo para destruir el mundo.

Perséphone miró a Katiena con extrañeza. Aquello que le contaba su amiga no tenía mucho sentido, pero su estado alterado la hacía pensar que no podía estar mintiendo.

-¿Y qué puedo hacer yo?

-Sacarme de aquí. Necesito poner sobre aviso a alguien del mundo mortal.

-¿A quién? No sabía que tuvieras amantes ahí... ¿Lo sabe Thánatos? ¿lo consiente?

-¡No es ningún amante! Es alguien de mi familia, lo único que me queda con vida. Debo pedirle que se mantenga a salvo.

-Querida amiga... ¿sabes que si llegase el fin del mundo ni siquiera nosotros los deus podríamos ponernos a salvo, verdad? ¿Qué te hace pensar que un mortal podría sobrevivir?

-No lo sé, pero tengo que avisarle... no puedo quedarme aquí de brazos cruzados sabiendo lo que sé sin hacer nada al respecto.

Dicho esto la hermosa Katiena rompió en llanto. Su desesperación era palpable, y su amiga se compadeció de ella. Aquello que iba a hacer era una locura, si la descubrían ni siquiera el hecho de ser la esposa de Hades la libraría de su condena... «¿pero qué más daba?», pensó. Ya estaba en el Inferos...

Corrió hacia el armario de la gran pared azul de su cuarto y rebuscó entre los cajones unas pequeñas gemas mágicas que su madre le había regalado el día de su boda. Katiena dejó de llorar mientras la observaba expectante.

-Ten -dijo depositando en su mano una pequeña piedra preciosa de brillante color rojo.

-¿Qué es esto?

-Es un rubí mágico. Él te llevará hasta esa persona a la que deseas avisar. Pero no podrás quedarte más que unas horas en el mundo mortal, o de lo contrario no podrás regresar -dijo apuntándole con el dedo-. Y ni pienses que voy a permitir que te quedes en el mundo mortal para que te deporten al Tártaro...

-Tranquila, no lo haré. Muchas gracias Pers...

-No tan rápido -la detuvo Perséphone-, escúchame primero. Debes utilizarla correctamente o podría llevarte a cualquier otra parte del mundo, así que presta atención: Sólo podrás utilizarla para un viaje, con su respectivo viaje de vuelta, así que no debes equivocarte de lugar.

-Pero no sé dónde se encuentra...

-Eso no es problema. Sujeta la piedra con ambas manos y frótala suavemente en tus palmas, ¿notas el calor?

-Sí.

-Ahora visualiza a la persona que quieres ver, recuérdala lo más detalladamente posible: sus ojos, boca, nariz... cuando tengas su imagen nítida en la mente sólo tendrás que repetir:

«Hoc est quod volo,, accipere me cum ipsum». (Este es mi deseo, llévame a él).

Katiena asintió entusiasmada.

-El viaje será algo incómodo y puedes incluso marearte, es algo normal. El rubí te llevará al lugar donde reside la persona que buscas, pero será tu trabajo encontrarla.

-De acuerdo Perséphone, creo que lo he entendido.

-¡Espera! Deberás esconder la piedra en el lugar donde apareciste, pues sólo volviendo a ese lugar podrás regresar. Para volver aquí sólo tienes que sujetar la piedra y decir:

«Accipere me in domum meam», (Llévame de vuelta a mi origen)

y visualizar tu alcoba; esto es importante, ya que si no visualizas tu alcoba podría hacerte aparecer en cualquier lugar, y no quiero ni pensar lo que ocurriría si apareces ante Thánatos...

Katiena comprendió de inmediato la importancia de visualizar su alcoba al regresar y asintió.

Con un suave abrazo le agradeció la inestimable ayuda que le acababa de prestar y regresó sin más tiempo que perder a sus aposentos para preparar todo lo necesario para su vuelta al mundo mortal. No podía llamar la atención: si quería encontrar a su hija debería ser discreta.

Miró de nuevo aquel rubí y lo dejó encima del lecho mientras ella se daba un baño y se preparaba para su viaje furtivo.

DEA NOCTIS {El Origen} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora