CAPÍTULO 24

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Dylan.

Estaciono el coche a unos pasos de la esquina y tiro el cigarrillo. Hace bastante tiempo había dejado de fumar, pero últimamente he estado muy estresado. Miro hacia ambos lados, vigilando que nadie me haya seguido, y me adentro en la pequeña calle casi escondida, donde Robert y Dominic me están esperando con John, otro de los tantos socios que tenía mi padre. No me importa que todo apunte a que fue un accidente, tengo el presentimiento de que todo estuvo planeado, alguien le metió mano al coche de mis padres, estoy completamente seguro.

John, que tiene más o menos cuarenta años, está atado de manos y pies a una silla metálica al fondo de la calle, y al verme se sorprende.

—Pero mira quien vino a conversar —exclama con ironía—. ¡Liam Junior está aquí!

Comienza a reírse y eso me hace enojar. Me acerco a él y choco mi mano empuñada con su nariz.

—Cierra la puta boca —advierto alejándome un poco. Él se limpia la sangre que sale de su nariz con la tela de su camiseta blanca, dejando una mancha roja en el hombro de esta.

Dominic me pasa el arma, pero la rechazo. Voy a hacerlo sufrir un poco yo mismo. Vuelvo a acercarme a él, esta vez con lentitud, sopesando las preguntas que voy a hacerle.

—No vas a sacarme nada —afirma con seguridad.

Siempre estoy anticipándome en cualquier plan, y esta no es la excepción. Antes de traer a John aquí, lo investigué y recopilé todo lo necesario sobre lo más importante para él, que por supuesto, es su familia. Investigando, encontré que tiene una esposa y dos hijas de catorce y siete años, así que las sorpresas hoy se las llevará él...

—Eso ya lo veremos —digo con más seguridad todavía—. Es mejor que comiences a hablar, porque no creo que tu esposa Sarah quiera venir a hablar por ti.

Inmediatamente le cambia la expresión, pasa de la burla al desconcierto, y después al miedo. Comienza a llover fuerte, y les indico a Dom y a Rob que salgan a vigilar que nadie venga a molestar, ambos asienten y desaparecen de mi vista al doblar la esquina, a la parte principal del callejón.

—No te atrevas a tocarlas —dice en tono duro.

—Vas a darme toda la información que te pida —no dice nada—. ¿Has entendido?

Sigue sin decir nada. Cierro mis manos en puños y comienzo a golpear su rostro hasta que él comienza a quejarse del dolor y yo siento que mis nudillos ya no pueden más. Al separarme de él, aún bajo la espesa lluvia, noto que tiene sangre por todo el rostro, su nariz está envuelta en sangre y su labio partido... y ni hablar de sus pómulos y sus ojos, también llenos de sangre. Mis nudillos están rojos y se nota una leve mancha de sangre, que no sé si es mía o de él. Un atisbo de satisfacción me invade por completo y sonrío. No hay nada que me dé más placer que golpear a alguien para descargar la presión.

—Está bien, Junior —gruñe con dificultad—. Te lo diré —dice por fin.

—Te estoy escuchando.

—Le dicen El Bambino —se queja del dolor—. Es lo único que sé.

Comienzo a pensarlo... pero no se me viene nadie a la mente.

—No me vengas con esa mierda —paso una de mis manos por mi rostro, rogando que la incesante lluvia pare, pero sólo se hace cada vez más fuerte—. Sé que sabes más.

—Es muy discreto y precavido, Junior —comienza a irritarme con ese maldito apodo. Él toma un profundo respiro entre el dolor—. Nadie ha visto ni siquiera su rostro, trabaja en silencio, es como si no existiera.

Ilumíname La Vida © [D&L#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora