CAPÍTULO 29

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Al terminar de limpiarle la sangre del rostro entre sus quejidos, sus gestos y mis risas, lo ayudo a quitarse la camiseta para seguir con su torso, que también está tan golpeado como un saco de boxeo. No ha dicho ni una palabra en todo el rato que llevo curándole, y odio mantenerme mucho tiempo en silencio... de verdad que lo odio, y más teniéndolo a él frente a mí, ya que de lo único que me dan ganas es de preguntarle muchas cosas. Me abstengo de hacerlo, no quiero seguir preguntándole a alguien de quien no obtendré respuesta alguna.

Me quedo observando su torso un rato más antes de pasar un pañuelo con alcohol por la zona afectada... a pesar de tener un montón de moretones por todos lados, desde su clavícula hasta su ombligo, sigue viéndose espectacular con sus bíceps bien marcados y duros, dejándome impresionada cada vez que lo miro.

—¿Vas a quedarte mirándome toda la noche? Porque si es así, entonces te acompaño —llama mi atención, y desvío la mirada de su torso a sus ojos, que me observan con un brillo de diversión—. O podrías dejarme aquí e ir con tu nuevo amigo Mark...

Frunzo el ceño... ¿qué es lo que está diciendo? Me dan ganas de reír... no puedo creerlo.

—¿Acaso estas celoso? —bromeo mientras paso el pañuelo por su torso y él se queja.

—No sé cuál es el significado de esa palabra —responde, de nuevo quejándose mientras paso el pañuelo—. Pero si llegase a verlo contigo, quedaría peor de lo que yo estoy en este momento, eso te lo aseguro.

No sé si emocionarme o aterrarme, ya que en este momento parece un muñequito de trapo en mal estado. Pongo los ojos en blanco y me levanto del suelo.

—Si has venido solo a que te limpie las heridas, evita los cumplidos —digo en tono serio.

—No era un cumplido —replica intentando levantarse, pero está tan adolorido que no puede—. Estoy diciendo la verdad.

—Cállate —tiro a la basura ambos pañuelos sucios y vuelvo a colocar el alcohol en su lugar—. Necesito saber, al menos, lo que te ha pasado hoy —él se queda en silencio, y yo comienzo a enojarme—. ¿Y bien? ¡Habla!

—¡Me pediste que me callara! —dice en tono divertido—. Pues entonces me callé.

—¡Dylan!

—Mi nombre en tus labios suena tan bien... —vuelve a ponerse serio—. Dilo de nuevo.

—No lo diré —casi grito, y él pone su dedo índice sobre sus labios, indicándome que haga silencio.

—Con los golpes de la puerta supongo que debí haber despertado a tu padre, pero no lo veo... ¿no está aquí?

—Él no ha llegado de su viaje de trabajo —respondo distraída, me siento a su lado en el sofá y cruzo mis piernas.

—¿En qué se supone que trabaja tu padre? —pregunta desconcertado. Me echo a reír.

—Se invierten los papeles ahora —murmuro al dejar de reír y sonrío, reprimiendo las ganas de hacerlo otra vez. No te lo diré hasta que tú no me digas en qué trabajaban los tuyos.

—Hannah...

Se gira para quedar mirándome directamente, y yo hago lo mismo... quedamos frente a frente otra vez, y yo comienzo a perder los nervios y el autocontrol. Sus ojos azules tan oscuros me observan con precaución y a la vez con deseo... y creo que es la misma mirada que yo le doy a él. Desvío mi vista de él hacia el reloj de la pared sobre la puerta... mierda, ya casi es media noche. Pierdo por completo la noción del tiempo cuando él está cerca, solo estamos él y yo, y lo demás no importa.

Ilumíname La Vida © [D&L#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora