CAPÍTULO 10

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Abro los ojos de par en par, sorprendida. Intento separarlo pero vuelvo a cerrar los ojos al notar que el tipo detrás de nosotros nos está mirando con confusión. Me dejo llevar por el beso durante unos segundos, sus labios son suaves y por un momento me pierdo en ellos. Vuelvo a abrir los ojos y al darme cuenta de que ya no hay nadie, lo separo de un empujón.

—¿Pero qué estás haciendo, idiota? —le pregunto furiosa—. ¿Por qué me besaste?

Miro sus facciones con detenimiento. Sonríe, visiblemente satisfecho, y eso hace que me enoje a un nivel extremo.

—Te hice un favor, enana —dice con tranquilidad, y se humedece los labios.

—¿De qué diablos estás hablando? —casi estoy gritando, pero no me importa.

—Si no te hubiese besado yo, es muy probable que el chico de hace un rato lo haya hecho por mí.

—¿Disculpa? —digo indignada—. No necesitaba tu ayuda para librarme de él.

—¿Ah, no? —empieza a reír—. ¿Y cómo pensabas escapar?, ¿Pateando sus partes nobles?

Trago saliva, no pensé que lo supiera. Me apresuro a hablar.

—¡Ese no es el punto! —digo con la furia aún en mi garganta—. ¡Me besaste, imbécil! Y no me has dicho por qué.

Pone una mano en su frente y luego la pasa por su cabello, dejándolo alborotado.

—¡Ya te lo dije! —suena irritado—. Déjalo ya, fue sólo un beso... —ríe por lo bajo—. ¿No me digas que eres de las que se enamora sólo con un beso?

Arqueo una ceja, mirándolo fijamente. No deja de reír, parece que le faltara un tornillo.

—No soy de aquellas chicas que se enamoran fácilmente —digo con sequedad—. Y menos de idiotas como tú.

—¿Segura? —asiento—. Entonces dame uno más.

—¿Qué? —abro mis ojos de par en par—. ¡No!, estás loco.

Paso por su lado con dirección a la puerta y me detiene tomándome del brazo.

—¿Por qué no? —pregunta muy cerca de mi rostro, puedo sentir su aliento mentolado combinado con alcohol—. Acabas de decir que no te importa.

—No voy por ahí dándole besos a la gente.

Trato de soltarme de su agarre pero es evidentemente más fuerte que yo.

—Sólo es un beso —sonríe—. ¿Qué te lo impide?

—No te conozco. 

—Ni yo a ti, pero quiero que lo hagas.

Lo miro frunciendo el ceño y él arquea una ceja, está disfrutando.

—No lo haré —trato de soltarme, pero es imposible—. ¿Por qué quieres besarme?

Se encoge de hombros y vuelve a sonreír.

—Nada en especial, tu cara es graciosa cuando estás enojada, se vuelve del color de tu cabello.

Pongo los ojos en blanco y sigo intentando soltarme, hasta que por fin lo consigo.

—Sigue intentando.

Camino hacia la puerta y la abro. Cuando estoy a punto de salir, sus palabras me detienen.

—Es una lástima, enana. Pensé por un segundo que en realidad eres como dices. Veo que me equivoqué...

Me giro para verlo y está recostado en la pared, le está dando el último sorbo a su bebida. Suelto la puerta y camino hacia él nuevamente. Siento que es una estupidez lo que estoy haciendo, y que me arrepentiré después de que lo haga, pero no dejaré que me llame mentirosa una vez más. No sé que diablos hago al probarle esto, pero algo dentro de mí me dice que lo haga. Termino de acercarme y me paro frente a él, se incorpora y arquea una ceja, desafiándome.

—No vuelvas a desafiarme, idiota.

Trago saliva y corto la distancia entre nosotros poniendo mis manos en el cuello de su camisa, tomándolo por sorpresa. Cierro los ojos por instinto y pongo mis labios sobre los suyos. Al principio no reacciona pero después se da cuenta y cede. Separo mis labios y su lengua roza con la mía suavemente, enviando una sensación extraña por todo mi cuerpo. Paso mis brazos alrededor de su cuello, dejándome llevar, y sin darme cuenta el beso se alarga más de lo que yo pretendía. Algo me impide separarme de él, odio esa sensación, y a la misma vez, me agrada. Alguien se aclara la garganta con toda la intención y me hace volver a la realidad. Rápidamente me separo de él para ver de quién se trata, ambos giramos la cabeza al mismo tiempo para ver a Alison a unos metros de nosotros.

—Vaya, creí que se odiaban pero veo que no han perdido el tiempo aquí.

Comienza a reír y se acerca a la nevera, no me había dado cuenta de que llevaba varias bolsas con cerveza en sus manos. Las deja un momento en el suelo, abre la nevera y comienza a guardar las cervezas. Vuelvo mi vista hacia Dylan, aún tengo mis manos alrededor de su cuello y él tiene las suyas en mi cintura. Rápidamente nos separamos y yo me apresuro a explicarle a Alison lo que pasó.

—Fue su culpa —digo señalándolo—. Él me obligó.

—Yo no te obligué a nada, enana —dice con tranquilidad—. Tú me besaste.

—¡No es cierto! —miro a Dylan furiosa—. De acuerdo... sí te besé, pero fue por tu estúpida forma de retarme.

—No me interesa de qué forma haya sido —dice Alison riendo—. No tienes que darme ninguna explicación. Pero si deseas mi consejo, usen protección.

—¡Alison! —gritamos los dos al mismo tiempo.

Ella sigue riendo y me doy cuenta de que también está ebria. Después de guardar todas las botellas, sale de la cocina tambaleándose y nuevamente quedamos solos Dylan y yo.

—¿Uno más? —sonríe y se encoge de hombros.

—Cállate, idiota —digo furiosa—. No sé por qué diablos lo hice.

—Besas bien, enana.

Toca con el pulgar su labio inferior y sonríe.

—¡Ya deja de llamarme así! —grito—. ¿Acaso me ves como uno de los amigos de Blanca nieves?

—Claro que no —ríe por lo bajo—. Ya te dije que me gusta ver tu cara enojada.

Pongo los ojos en blanco. Nadie me había hecho enojar tanto como éste tipo, nada más cinco minutos de estar con él y ya me saca de mis casillas.

—Y yo quisiera dejar de ver la tuya.

—Es una pena —niega con la cabeza—. Somos vecinos, ¿Recuerdas?

Cada vez que ríe y sonríe como lo está haciendo ahora, provoca que mi pulso se acelere, y que la vena de mi frente palpite por la rabia. No debo dejar que influya sobre mí, debo mantenerme al margen, pero es imposible con todas las estupideces que salen de su boca cada vez que habla.

—Por desgracia, sí —me acerco a él y lo señalo con mi índice—. La próxima vez que me beses, te arrancaré los dientes.

Camino esta vez decidida hasta la puerta y escucho como se ríe a mi espalda, no le presto atención y sigo caminando.

—Número uno, eso ya lo veremos —dice entre risas ebrias—. Número dos, estás considerando el volvernos a besar.

Volteo a verlo y tiene esa sonrisa arrogante típica de él en su rostro, me mira con intensidad desde la profundidad de sus grandes ojos azules.

—No me subestimes, también tengo secretos. 

Le guiño un ojo y salgo de la habitación, camino por el pasillo de nuevo hasta llegar al jardín. A lo lejos puedo ver a Alison con el resto de los chicos, ya no está el tipo que intentó besarme, y eso me relaja. Me acerco a ellos y Alison me sonríe con aire cómplice, sin saber lo que en realidad pasó.

—Luego me lo explicas —dice guiñandome un ojo.

Asiento sin ninguna opción, va a costarme un montón de preguntas después, pero no sólo para mí, también para el idiota de su hermano. Aunque lo voy a negar rotundamente a otros, no me lo voy a negar a mí misma: Fue un buen beso, probablemente el mejor que he dado en toda mi corta e inexperta vida. 

Ilumíname La Vida © [D&L#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora