CAPÍTULO 38

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Es perfecto, y siempre va a ser perfecto si estoy con él... me he convertido en una idiota enamorada, pero se siente tan bien que no me importa. Definitivamente me hizo olvidar de todo el estrés del día, de la semana... y de toda mi vida. Fue una horrible semana, y mucho más la noche pasada, agradezco que por fin haya terminado. Ambos estamos en ropa interior sobre la cama... más bien él sobre la cama, y yo encima suyo, me acaricia el cabello mientras yo hago lo mismo con su pecho. El sol se filtra por el gran ventanal de la habitación y casi llega hasta nuestro lugar en la cama.

—Tienes algo con mi cabello —digo en broma mientras él sigue acariciándolo

—Me gusta mucho —murmura bajito—. Es tan bonito como tú.

—A mí me gustan mucho tus ojos —respondo aun con la mejilla pegada a su pecho—. Pero acariciarlos sería un intento de homicidio, ¿no crees?

Comienza a reír y su pecho se agita, enviándome un escalofrío por todo el cuerpo, ya que estoy totalmente encima de él.

—¿Estás segura de que quieres seguir con el plan de hoy? —pregunta de repente, haciéndome volver de mi ensoñación—. Podemos dejarlo para otro día...

Anoche antes de dormirnos le conté sobre la pelea con mi padre, y estaba igual o incluso más sorprendido que yo. Levanto la mirada para encontrarme con la suya algo compasiva. Niego con la cabeza y vuelvo a recostar mi cabeza sobre su pecho, aspiro el placentero aroma de su cuerpo y comienzo a besar sus pectorales bien trabajados.

—A cuál respondiste? —pregunta de nuevo, provocando que me eche a reír.

—No quiero quedarme aquí —me giro para bajarme de su cuerpo y quedar a su lado—. Quiero ver qué es lo que tienes preparado.

Sube y baja ambas cejas con expectación, y luego me dedica esa sonrisa encantadora que me hace temblar las piernas. Justo ahora y teniéndolo a mi lado, completamente a mi merced, me siento en una nube de algodón. Me apoyo sobre mis codos y con mis manos sostengo mi cara para admirar aún más al chico que tengo delante de mí. Grande, imponente, y con ese aire misterioso que siempre lo acompaña, y que siempre lo hace ver más atractivo de lo que ya es. Nos quedamos mirando mutuamente durante un buen rato, sonriendo y casi sin parpadear. No me importa que haya silencio, en este momento no tengo ni una pizca de incomodidad.

—Creo que he perdido la batalla —comenta de repente y sin dejar de mirarme. Suelta un profundo suspiro y vuelve a sonreír, esta vez más abiertamente, dejándome ver un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha.

Frunzo el ceño sin comprender lo que acaba de decir.

—Creo que no entiendo —digo riendo—. ¿Qué quieres decir?

Duda un momento en decirlo, pero al final pone su mano sobre mi mejilla y acaricia con su pulgar mi populo, lo pasa por mi labio inferior y vuelve a dejarla en mi cabello.

—Esto va a sonar muy idiota, y estoy seguro de que no vas a creerme —niega con la cabeza divertido—. Pero te juro que no he sentido por nadie lo que siento por ti, y tienes todo el derecho de reírte... pero siento que definitivamente me hiciste perder la cabeza.

Quedo sorprendida ante sus palabras, pero sonrío satisfecha, ya que exactamente me pasó lo mismo con él... pero claramente no se lo voy a decir todavía.

—Estás loco, Dylan —digo con la emoción floreciendo dentro de mí.

—Sí, enana —asiente fingiendo pesar—. Estoy loco por ti.

—Somos dos, entonces —sonrío abiertamente y le doy un beso rápido antes de levantarme.

Entro a la ducha y abro la regadera mientras termino de desvestirme. Me meto bajo el chorro y dejo que el agua tibia me arrope completamente. No quiero ni siquiera recordar todo lo que ha pasado esta semana, pero sin previo aviso los recuerdos invaden mi mente. Sacudo la cabeza y dejo al agua caer de lleno en mi cabeza. Me sobresalto al sentir las manos de Dylan alrededor de mi cintura y me giro para quedar frente a él. Me da una sonrisa maliciosa y enarca ambas cejas con expectación.

Ilumíname La Vida © [D&L#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora