CAPÍTULO 2

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—Vaya, esto sí que está pesado —dice riendo—. ¿Cómo pensabas llamar el ascensor?

—De hecho, acabas de salvarme la vida.

Al abrirse el ascensor entramos y yo presiono el botón de mi piso.

—¿Eres nueva, verdad?

—Sí, mi papá y yo nos acabamos de mudar —digo mientras subimos—. Por cierto, soy Hannah.

—Alison —dice asintiendo—. ¿De dónde vienes, Hannah?

—Bueno, yo nací en Wisconsin, pero mi padre es italiano y mi madre latina

—Uau, qué genial —sonríe de nuevo, es como su don—. Me gusta el color de tu cabello.

—Gracias.

—¿Y tu madre, no vino con ustedes?

Trago saliva incómoda, ella no es un tema del que quiera hablar con una desconocida.

—Ella murió hace unos meses.

Alison hace un sonido desde su garganta sorprendida y abre la boca.

—¡Lo siento tanto! —tuerce el gesto—. Siempre está en mí ser tan imprudente.

Sonrío al ver su gesto, tiene largas pestañas y la figura de su cuerpo bien definida, sin duda hace ejercicio. Su blusa rosa se le ciñe al cuerpo y sus jeans ajustados realzan sus piernas.

—Descuida, no pasa nada.

El ascensor se abre y Alison me acompaña hasta la puerta del departamento, entramos juntas y ella pone la caja en el suelo del living.

—Hola señor —hace un gesto con la mano hacia mi padre y él se lo devuelve con una sonrisa.

—Gracias, Alison. Te debo una.

—Descuida —me guiña un ojo—. No pasa nada.

Sale del departamento y cierra la puerta a su espalda. Me siento junto a papá en el sofá admirando el desorden frente a nosotros.

—Conociste nuevas personas muy rápido, cariño —dice papá con las extremidades extendidas sobre el sofá.

—Esa chica me salvó de haber roto lo que había dentro de las cajas.

Papá se ríe y abre una de las últimas cajas que traje: la vajilla.

—Bueno, le agradezco también que no hayan roto la loza. ¿Conociste a alguien más?

—No... bueno, sí. Un chico, pero es un idiota.

Él se echa a reír nuevamente, burlándose de mí.

—A todos les llamas idiotas, Hannah.

—Lo sé, pero él es el rey de los idiotas, papá, te lo juro —digo seria—. ¡Me llamó enana! ¿Qué clase de insulto es ese?

—Tal vez no sea un insulto...

—Sé que lo era, y creyó que podía intimidarme con eso —bufo y papá ríe—. Sabes que no soy de esas chicas.

Decidimos dejar la conversación a un lado y comenzar a ordenar el departamento. Más bien él, porque apenas me dejó ayudar. la sala es amplia y está junto a la cocina, los dormitorios son más pequeños pero acogedores. Me voy a mi habitación y ordeno mis cosas, después de varias horas volvemos a sentarnos en el sofá, ya con todo el departamento organizado.

—Sería más fácil con tu madre aquí —dice agitado.

—Tienes que aprender, Evan —le reprocho riendo—. Mamá no iba a estar para siempre.

Suelta una pequeña risa melancólica  y se levanta nuevamente del sofá, se dirige a la cocina y empieza a preparar la cena.

—¿Quieres que te ayude?

—De hecho, no tenemos sal. ¿Podrías ir a ver si los vecinos son amables con nosotros y nos dan un poco?

Asiento y me levanto. Tomo un vaso pequeño de vidrio de la cocina y salgo del departamento hasta el de en frente. Toco la puerta tres veces y después de un minuto la puerta se abre.

—Mi padre y yo acabamos de mudarnos —señalo la puerta con mi pulgar—, y queríamos saber si...

Mi frase queda colgando en el aire al notar quién está recostado en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

—Vaya, con que eres la nueva —dice mirándome.

Pongo los ojos en blanco, el idiota. Lleva la misma ropa de hace un rato.

—Sí, soy "la nueva" —hago comillas con mis dedos. 

—¿Qué te trae por aquí, enana?

—¿Eso es un insulto? —digo frunciendo el ceño—. ¿Crees que puede alterarme que me llames así?

—Yo sólo estoy diciendo la verdad.

—Y yo decía la verdad cuando te dije idiota hace unas horas —digo sin expresión—. ¿Sabes qué? Olvídalo, iré a otro lado.

Comienzo a caminar hacia mi departamento y él me toma del brazo bruscamente.

—Dime qué necesitas, tal vez esto cuente como buena acción del día.

Sonríe, pero puedo ver en sus ojos que no le interesan para nada las buenas acciones.

—Sal —digo rodando los ojos—. Necesito sal.

—Espera aquí, no tardaré mucho.

Toma de mis manos el vaso y se adentra en su departamento dejando la puerta entreabierta. Trato de ver hacia adentro pero no lo logro, si abro más la puerta se dará cuenta. De repente la puerta vuelve a abrirse y sale él con mi vaso lleno de sal. Lo extiende hacia mí y justo cuando voy a tomarlo, lo quita.

—¿Cuál sería la palabra correcta? —sonríe mostrando sus dientes—. Creo que sabes cuál es.

Debí verlo venir antes, se invierten los papeles...

—No te lo pedí.

Trato de quitar de sus manos el vaso pero lo pone por encima de su cabeza, tomando ventaja de su altura.

—Sí me lo pediste, viniste aquí a pedirme un favor. Ahora da las gracias, o te devuelvo el vaso vacío.

Siento como la sangre hierve dentro de mí, alzo una ceja mirándolo, negándome a ceder.

—Puedes devolvérmelo vacío si quieres, hay más personas en este edificio.

—De acuerdo, la sal se queda conmigo, y tu vaso también.

Cierra la puerta en mi cara y me deja allí parada, sin la sal y ahora sin el vaso. Empiezo a tocar la puerta con la palma de mi mano de forma desesperada hasta que vuelve a abrirla y me mira impaciente.

—¿Qué quieres? —dice con voz ronca, y un escalofrío recorre mi cuerpo al escucharlo.

—¡Dame mi vaso!

—Te lo daré, y también la sal. Sólo debes darme las gracias.

Lo miro furiosa, y él me responde con su sonrisa arrogante. Respiro profundo y esfuerzo a salir las palabras de mi boca.

—Gracias —digo en un susurro.

—¿Disculpa? No te escuché, repitelo.

—Estás disfrutando esto, ¿No es así?

—Claro que sí —asiente y ríe por lo bajo.

—¡Eres un idiota! —le grito

Trato de alcanzar nuevamente el vaso pero es inútil, sus brazos son largos y ni siquiera saltando puedo alcanzarlo. Él se ríe de mí, de mi desesperación y de mi enojo, sus carcajadas son un sonido irritante.

—De acuerdo —calma su risa—. Ten, ya me reí lo suficiente hoy.

Me da el vaso con la sal hasta el borde y seguido cierra la puerta de nuevo en mi cara, esta vez más fuerte, tanto que el viento hace que mi cabello se mueva.

Es mi primer día aquí y la primera persona que conozco es un idiota arrogante y repulsivo. ¡Buen trabajo, Hannah!

Ilumíname La Vida © [D&L#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora