CAPÍTULO 33

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Dylan.

Cierro la puerta y me dan ganas de volver a salir al ver a MI hermana con el imbécil del ex de Hannah en MI sofá. Desde que lo golpeé aquella vez, nuestra convivencia no es la mejor que digamos, lo tolero, pero solo porque Alison me lo pide, sino ya le hubiera roto hasta el último hueso. Los ignoro a ambos y voy directo a mi habitación. Mi teléfono comienza a sonar y mientras rompo el archivo que por idiota mandé a la impresora, respondo.

—Qué sucede, Álex.

Pongo el teléfono entre mi oreja y mi hombro mientras me deshago del papel.

—Necesito que vengas a mi oficina —comienza a decir—. Ya he conseguido los dos hombres que me pediste.

—Cítalos para esta noche —vuelvo a coger el teléfono con mi mano—. Estaré ahí a las siete.

—Todo listo, te espero entonces —dice por ultimo y cuelga.

Dejo el teléfono sobre el escritorio y me meto a la ducha, hoy ha sido definitivamente el mejor día de mi vida... acabar dentro de ella ha sido el mayor placer que he experimentado, sentir su cuerpo bajo el mío derritiéndose de placer, haciéndola mía... no creo que haya alguna otra cosa a partir de ahora que me guste más que estar dentro de ella. Y ahora se va por quién sabe cuánto tiempo, ni siquiera pude disfrutar de sus besos por mucho más tiempo, tendré que esperar hasta que vuelva... o no.

Salgo de la ducha y mientras espero que sean las siete, decido hacer algo de ejercicio. Me pongo mi ropa deportiva, cojo los audífonos y mi reproductor de música y al salir de mi habitación vuelvo a encontrarme con aquel imbécil y a mi hermana en el sofá, como si no tuviesen nada más qué hacer.

—¿Vas a tardar? —pregunta, y estoy seguro a qué se debe.

—No lo sé —respondo simplemente, salgo del departamento y sin quererlo me encuentro a Hannah y a su padre esperando el ascensor con dos maletas cada uno en sus manos.

Ninguno de los dos me ha visto, me acerco a ellos, y toco a Hannah en el hombro, se sobresalta y se gira para mirarme, cuando nuestras miradas se encuentran, sonríe y resisto el impulso de encerrarla dentro del ascensor y hacerla mía nuevamente. No tiene ni idea del efecto que causa en mí esa sonrisa inocente que pone cuando me ve. Le sonrío de vuelta y ella se gira de nuevo, quedando frente a su padre.

—Espérame abajo —le dice seriamente, él la observa con cautela—. Dame cinco minutos, papá.

Asiente a regañadientes y antes de que se cierren las puertas del ascensor me lanza una mirada amenazante, como si quisiera matarme ahí mismo.

—¿Por qué tantas maletas? —pregunto señalando la única que queda, ya que las otras se las llevó su padre—. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte?

Se cruza de brazos sin responder y mira hacia todos lados menos a mí. Esto no es bueno.

—Hannah...

Vuelve a mirarme, y la expresión que tiene en este momento es indescriptible.

—Una semana —habla rápido—. Hasta el próximo sábado.

Me quedo en una pieza... no es posible que ni siquiera he compartido un día entero con ella y ya tenga que dejar de verla por una maldita semana.

—¿Qué? —pregunto, evidentemente sorprendido—. ¿Por qué demonios vas a quedarte tanto tiempo?

—No lo sé —se encoge de hombros—. Papá se volvió loco y dijo que quería pasar tiempo conmigo.

Rápidamente caigo en cuenta... no la quiere conmigo.

Ilumíname La Vida © [D&L#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora