El aire estaba colmado con ese aroma navideño que sólo se siente una vez al año. El árbol, enorme y repleto de adornos coloridos, descansaba en el living, llenando la casa, aún más, con su espíritu de fiestas. Incontables cajas de todos los colores lo rodeaban. Hacía mucho tiempo que ya no se escatimaba en regalos en nuestra familia.
Era la época del año en la que el vecindario hacia competencias indirectas, disputándose el premio imaginario a la casa más luminosa, al Santa Claus más llamativo, al árbol mejor decorado. Caminar por la ciudad en diciembre era sinónimo de ser encandilado por todas las luces de colores que adornaban la calle y los árboles. Era casi mágico, más aún durante la noche.
También era la época de más calor. A pesar de que la Navidad al estilo estadounidense, ambientada en un paisaje pintoresco y nevado, era muy atractiva, yo siempre había preferido el calor australiano.
Como todos los años, celebraríamos en mi casa. Era casi una tradición desde que mi padre se había borrado del mapa. Al parecer, su desaparición había unido a la familia.
Mis dos tíos, uno de ellos casado y con hijos, y mis abuelos venían todos los veinticuatro de diciembre a celebrar Navidad con nosotras. Y, en Año Nuevo, íbamos a pasar los primeros días del año en la casa en la playa de mi abuelo.
Era siempre así, y esa Navidad no sería la excepción.
Exactamente a las 7pm, todo estaba listo para recibir a la familia. La mesa estaba puesta, decorada con el típico verde y rojo navideño, la comida preparándose, y las tres ya vestidas. Odiaba usar tacos.
El centro de mesa y alguna velas terminaban de decorar todo.
Los días habían pasado sin que mi madre y yo intertercambiaramos muchas palabras. Nos limitamos a decirnos lo necesario. Prácticamente nos ignorábamos al vernos en las mañanas, y a la noche no nos deséabamos dulces sueños. Era una situación horrible, sí, pero ninguna iba a ceder. Yo no pensaba pedir disculpas por haber cometido un simple error, y ella no iba a admitir bajo ninguna circunstancia que yo tenía razón.
Ambas teníamos el mismo carácter imposible de manejar.
O al menos eso creía.
Un rato antes de que todos comenzaran a llegar, me interrumpió mientras terminaba de acomodar la mesa.
-Hija... -dijo casi murmurando. Luego de voltear, me encontré con ella parada a un metro, con sus manos juntas, su mirada en el piso. Yo simplemente la miré. Como dije, no desperdiciábamos palabras para con la otra.- No quiero que estemos peleadas, Kate.
Lo decía en serio, lo pude notar en sus ojos. Me pedía disculpas de forma sincera.
-Yo tampoco... -me limité a decir, con los brazos cruzados.
-Te prometo, te prometo que no me entrometeré más, a menos que así lo quieras -contestó, acercándose de forma inesperada a mí, rodeándome con sus brazos. Su lado sentimental florecía muy pocas veces, y daba miedo cuando lo hacía. Justo cuando comencé a sentirme incómoda, el timbre sonó.
La cena de Navidad pasó increíblemente rápido, y sin ningún tipo de problema. Obviamente, estuvieron presentes los clásicos temas de conversación. Mi abuelo mencionó lo contento que estaba por el buen año que tuve en la facultad, y el mayor de mis tíos expresó el orgullo que sentía dado que Ashley había pasado otro año siendo maravillosamente fuerte.
"Ser fuerte", así lo llamaban.
No tardó mucho en llegar la típica pregunta acerca de mi estado sentimental, momento en el cual Ashley y mi madre se miraron de la manera menos disimulada posible, y todos notaron que algo pasaba. No les di muchos detalles. Y Ashley tampoco lo hizo cuando, sin querer, o tal vez queriendo, y mucho, escapar de todas las preguntas, mencioné que ella también tenía algo para contarles.
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Let me be the one to save you || a.i.
Fanfiction¿Qué pasa cuando las relaciones dejan de ser de a dos? ¿Qué pasa cuando se convierten en relaciones de a diez, de a cien, de a millones? Kate conoce a quien cree es el amor de su vida de forma inesperada. Todo parece ir bien hasta que nota que no e...