Los primeros días de convivencia fueron un sueño.
Había algo bueno en el hecho de saber que, al volver a mi casa luego de un fatídico día, él estaría allí, esperándome.
Sin darnos cuenta, habíamos emprendido una increíble aventura juntos. No había nadie más junto a quién me hubiese gustado levantarme cada mañana, y en verdad estaba feliz de que hayamos decidido hacer esto.
Todas las mañanas, Ashton me llevaba en su auto a la universidad, dado que no sólo no podía manejar por un par de meses más, porque mi licencia había sido incautada, sino que tampoco me sentía segura para hacerlo. Habían pasado ya varios meses desde el accidente, pero cada vez que veía a Ashley, recordaba lo que podría haber pasado, y mi consciencia se retorcía de angustia. Mi instinto protector sobre mi hermana menor se hacía cada vez más fuerte.
Luego de dejarme a mí, Ashton se iba al estudio. Los chicos estaban trabajando muchísimo en su álbum debut. Había escuchado algunas de las canciones, y me había sorprendido del esfuerzo que habían puesto en ellas. Se merecían todo lo que tenían, y más.
Ellos encontraron en el departamento una gran ventaja también. Era algo así como un escape al resto del mundo. Los tres pasaban bastante tiempo allí, e incluso algunas noches.
Ashley también visitaba seguido, casi todos los días, y me encantaba tenerla allí. De cierta forma, su presencia me mantenía con los pies sobre la tierra.
Yo, por mi parte, visitaba a mi madre de vez en cuando, y seguía intentando convencerla de que todo esto era algo bueno. De alguna u otra forma, siempre terminábamos hablando sobre el mismo tema: cómo no quería que yo salga lastimada, y que no todo es lo que parece, y que debía tener cuidado de no terminar cometiendo los mismo errores que ella había cometido.
Ashton podía ser un idiota a veces, pero no se acercaba a ser ni una décima parte de lo idiota que había sido mi padre.
Mi madre se encontraba algo sensibilizada por el tema porque se estaban por cumplir exactamente 17 años desde que él cruzo la puerta de entrada de nuestra casa y se marchó para siempre de nuestras vidas.
Uno creería que, pasados tantos años, las heridas estarías sanadas, y las almas despojadas de tanto tormento. Pero no. Mi madre no había podido superarlo, a pesar de que, según los rumores transmitidos por mi entrometida hermana, tenía un hombre en la mira; ni Ashley, quien aún me relataba de vez en cuando cuán responsable se sentía por todo; ni yo, que cada vez que caminaba sola por la calle, con nada más que mi mente como compañía, no podía evitar pensar que cualquier hombre que cruzaba mi camino podía ser mi progenitor.
Era imposible no sentirme así, intrigada. Intrigada por todo.
Diecisiete años era muchísimo tiempo, pero todos los sentimientos continuaban siendo tan vívidos como ese día.
No ayudó mucho que el mundo se enterase, tampoco.
Aparentemente, las fans habían sido informadas de esa parte de mi vida que tanto odiaba. No me sorprendía, en realidad. Estaba más asombrada de que el tema no hubiese aparecido antes teniendo en cuenta que, primero, mi relación con Ash había madurado mucho; y segundo, sabían o averiguaban todo.
Se enteraban de las cosas incluso antes de que ocurriesen, y eso, en parte, era admirable, pero también aterrador.
Eso ocurrió con el tema de la mudanza. Los rumores comenzaron a correr apenas uno o dos días después de habernos decidido a hacerlo, y terminaron de confirmarse cuando nos vieron entrando nuestras cosas.
Ya nada me sorprendía, y muy pocas cosas me afectaban. Pero que se entrometieran tanto en una parte tan sensible y personal de mi vida era algo doloroso. Se refirieron a Ashley y a mí como "las huérfanas" por algunos días, e hicieron teorías estúpidas de por qué él nos había abandonado.
Claramente, lo hacían sin tener una mínima noción de lo mucho que lastimaban, y Ashley y yo intentamos no tomar todo muy en serio.
Pero hacerlo no es tan sencillo como decirlo.
Obviamente, la explosión se información y comentarios y opiniones en la red nos trajo a la mente varios recuerdos que de verdad no necesitábamos.
-Pueden ser bastante malvadas cuando quieren -comenté mientras me desplomaba en el sillón del departamento junto a Ashley, quien observaba la pantalla de su notebook con suspicacia.
Le ofrecí una lata de refresco, pero no lo quiso, así que me incliné y lo apoyé sobre la pequeña mesa en frente del sillón.
Intenté continuar hablando, pero noté que no me estaba prestando atención, ni siquiera había volteado a mirarme.
Dije su nombre un par de veces hasta que notó mi existencia.
-Simplemente intento no darles tanta importancia, Kate -replicó.
-Pero algunas palabras duelen, ¿verdad? -incurrí, buscando algún punto de inflexión que permitiese que ella se abra conmigo. Casi nunca lo hacía, y tampoco tenía amigos a quienes confiarles semejantes cosas, y ni siquiera se preocupaba en buscarlos.
-¿Estás intentando que te repita otra vez lo culpable que me siento por toda la mierda que tuvimos que atravesar? Porque creo que ya lo sabes... -comentó sin mirarme, otra vez.
-No, Ashley. No. Sólo quiero saber cómo te hace sentir todo esto.
-Horrible, ¿cómo crees que me voy a sentir? -su tono de voz era tan frío que congelaba mis ganas de intentar ayudarla.
Me estampé contra el respaldo del sillón, y encendí el televisor. Sabía que tenía mucho que estudiar, pero no me sentía tan culpable por no estar haciéndolo como para levantarme y buscar mis libros.
Me frustraba mucho saber que nos costase tanto hablar sobre el tema.
Ashton volvió un rato de silencio puro después, junto con Luke, quien luego de un par de saludos, se llevó a mi hemana y a su naciente sonrisa con él. Era la única persona que podía sacarle una sonrisa con tanta facilidad.
Y Ashton... Bueno, Ashton sabía lo que pasaba, y en relación a eso, actuaba.
Vivir con él me había enseñado que los problemas no cesarían, pero que jamás tendría que volver a enfrentarlos sola.
Me abrazó, me consoló y preparó mi comida favorita.
Se aseguró que comiese algo, porque, según él, no me veía probar bocado alguno durante el día, y puso el hombro cuando me pasé un largo rato cuestionándome qué estaba mal conmigo para que mi propio padre se quisiera alejar de mí y mi familia.
-Nada, Kate, nada está mal contigo. Él es el problema -su mano recorría la parte alta de mi espalda de arriba a abajo mientras intentaba tranquilizarme- Tú eres perfecta.
-No lo soy -sollocé.
Y tampoco pretendía serlo.
-Para mí lo eres -buscó mis labios al terminar la frase.
Sin importar cuántas veces me lo dijera, yo seguía viendo en mí a la persona más defectuosa sobre la faz de la Tierra, y dados los hechos recientes, estaba sensibilizada al extremo de que cualquier cosa me hería.
Negué con la cabeza, y me dispuse a secar el rastro de las lágrimas en mi rostro.
-Ok, está bien, no lo eres -dijo con un dejo de enojo en su voz- No eres perfecta. Eres insoportablemente ordenada, e incluso algo mandona. Tienes un carácter muy fuerte, y bailas horrible, y eres desesperante cuando te encaprichas con algo, y analizas todo demasiado, y te amo como nunca he amado a alguien, con todo y esas imperfecciones.
Una sonrisa quiso aparecer en mi rostro, pero la retuve.
-Eres un idiota -contesté.
-Sé que nunca lo vas a aceptar, pero para mí, e incluso con todos tus defectos, eres perfecta -me dió un beso rápido y se paró, dejándome expectante en el sillón. Vi cómo revisaba un poco su mochila, y volvió a mi lado con un sobre en su mano- Y si no me crees, deberías leer esto.
Me entregó el sobre, e inmediatamente reconocí la letra en la que prolijamente estaba escrito "Para Ashton".
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Let me be the one to save you || a.i.
Fiksi Penggemar¿Qué pasa cuando las relaciones dejan de ser de a dos? ¿Qué pasa cuando se convierten en relaciones de a diez, de a cien, de a millones? Kate conoce a quien cree es el amor de su vida de forma inesperada. Todo parece ir bien hasta que nota que no e...