Homenaje - Alexa

1.3K 162 67
                                    

El director se puso frente al micrófono, generando una extraña estática que resonó por toda la escuela

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El director se puso frente al micrófono, generando una extraña estática que resonó por toda la escuela. Empezó a hablar con su voz de locutor de radio.

─Las cosas que han ocurrido en nuestra comunidad son verdaderamente lamentables y nos recuerdan que en este mundo somos efímeros. Tal y como lo dice la gente: no somos nada. La vida puede darnos sorpresas tanto buenas como trágicas, y hoy le hacemos tributo a un miembro de nuestra comunidad estudiantil que se ha ido; pero que siempre estará en nuestras memorias; los pasillos nos recordarán todos los momentos que pasamos junto a él... ─El director trataba de ser condescendiente con el muerto.

Giré la vista hacia mis compañeros y me di cuenta del aburrimiento impreso en sus rostros.

Sí, los discursos de los maestros en las escuelas suelen ser de lo más aburrido. Yo ni siquiera le ponía atención a sus palabras; me limité a observar el esmalte guinda de mis uñas que estaba desapareciendo desde las puntas. Alguien a mi lado susurró un "muero de hambre" justo antes de que el director nos diera libertad de salir al receso.

Al lado de la dirección se había puesto una vieja mesa con la fotografía de Diego; frente a ella había varias velas encendidas y unas cuantas flores; también había letreros y cartas de despedida. Caterina me jaló hasta allá cargando una rosa blanca entre sus manos.

─¡Qué payasa! ─le dije─. ¿Por qué diablos vas a dejarle una rosa a ese patán?

─Oye... a mí me caía bien ─comentó ella dejando la rosa blanca sobre la mesa. Admiré la foto de Diego: siempre con su mirada y su sonrisa presumida.

─Te confieso algo... ─le susurré muy cerca de su oído─. ¡Qué bueno que se mató!

Caterina me dirigió una mirada amenazante y torció los ojos.

─No digas eso, Alexa. El día de la fiesta en tu casa andaba muy pegadito de ti. ¿O ya olvidaste? ─atacó.

─Estaba demasiado ebria y no podía pensar con claridad. En ese momento él también estaba demasiado borracho como para mirar a alguien que no fuese yo...

Para serte sincera, quizá yo era la única chica de todo Villa Dorada a quien Diego nunca logró tener en su cama. Yo no quería acostarme con un patán (a diferencia de Caterina), porque sinceramente eso era lo único que él quería.

Caminamos hasta los baños de chicas; cuando llegamos me detuve frente al espejo y moví mi rojizo cabello sobre los hombros. Del bolsillo saqué un labial oscuro mate y empecé a colocármelo en los labios. Le lancé besos a mi reflejo; un par de chicas entraron al baño y me observaron con cierta burla. Les lancé una mirada asesina y agacharon sus rostros.

─Alexa. ¿Por qué crees que se mató? ─preguntó Caterina tecleando algo en su viejo teléfono, frente al espejo.

─Ay no sé... ─miré mis labios perfectamente bien pintados─. Y la verdad no me importa. ─saqué mi teléfono y me tomé una fotografía frente al espejo. Noté que la espalda de Caterina salía en ella─. ¿Puedes quitarte de allí? Vas a arruinar mi foto. ─Se alejó y entonces empecé a tomarme algunas fotografías.

Fui hasta mi galería y sorpresivamente la primera carpeta que se abrió era la de Messenger de Facebook. Allí miré las fotos que pensé que había borrado tiempo atrás. No sólo estaban los tontos memes que me compartían mis amigos y las fotos de santos y oraciones que me mandaban mis tías; sino que también estaban las fotos de Diego...

Ahora te voy a contar un secreto: esas fotos eran muy comprometedoras; en ellas se podía ver a Diego como Dios lo trajo al mundo.

Recuerdo que me las mandó aproximadamente un mes antes de su muerte. Justo en la etapa en donde él pensaba que yo caería fácilmente ante sus impulsos. Atesoré esas fotos y no te voy a negar que me excitaron; pero no era para tanto. Conocía a un par de chicas que morirían por verlas; como Caterina, o esa tonta de Ximena que se vanagloriaba de conocerlo desde niños.  ¡Pobre estúpida! Si supiera lo que él decía de ella.

Ya sé lo que estás pensando: ¿Si vi a Diego desnudo, por qué no acepté tener relaciones con él? Sencillo: no quería acostarme con media comunidad estudiantil. Ya sabes lo que dicen: cuando tienes relaciones con alguien, no sólo lo haces con esa persona sino con todas con las que ha estado... y a decir verdad, hay chicos más guapos en el pueblo y fuera de él. Sí, Diego lo era, pero no era el único.

Después de que coloqué una nueva foto de perfil en Facebook, salí junto con Caterina a las canchas de futbol para ver el partido que disputaba el equipo de mi preparatoria contra el de otra. Caterina se mostraba distante, con la vista perdida en algún punto desconocido.

─Ya deja de pensar en él ─le comenté. Volteó a verme y vi que unas tontas lágrimas comenzaban a salir de sus ojos.

Puse los ojos en blanco y me reí.

─¡Por Dios! No puede ser posible que estés llorando.

─Pero... ¿Por qué, Alexa?, ¿Por qué lo hizo?

─Esa es la pregunta que se hacen todos. Quizá nadie lo sabe...

─Pudo haber dejado una carta póstuma, o algo así... ─comentó ella, recostando su cabeza en mi hombro. El equipo de mi escuela metió un gol en portería contraria y hubo un barullo de gritos y festejos.

─No lo sé. Quizá sí dejó una nota y la tienen sus padres. ─le dije, sólo para calmarla.

No soy una mala amiga, aunque lo parezca. Y la verdad me sentí en ese momento un poco triste por lo que estaba viviendo Caterina; Diego era su amor platónico, pero nunca le enfadó que él estuviera insistiéndome durante casi un año.

─Te envidio, Alexa. ─había dicho una vez.

─¿Por qué? ─obviamente sí sabía por qué. Digamos, ¿qué chica no me envidia?

─Porque puedes darte el lujo de elegir a tus parejas. ─expresó tontamente.

No le dije nada, sólo me reí.

─Caterina. ─palmé su hombro y ella se incorporó. Me miró con sus ojos de perro triste─. ¿Quieres que investiguemos sobre la muerte de Diego?

Me encantaba jugar a los detectives cuando era niña. Y ahora, a mis diecisiete, he visto un par de series televisivas de investigadores que resuelven crímenes. Ya sé que lo de Diego no es un crimen, sino un suicidio; pero usualmente los suicidas dejan pistas de lo que los ha orillado a matarse. Y si eso no es cierto, pues no me eches la culpa a mí, sino a esas series...

─¿A qué te refieres? ─lo sé, a veces Caterina era un poco torpe.

El árbitro dio un pitazo que marcó el fin del juego de futbol. Me puse de pie y jalé de la mano a Caterina; la mirada morbosa de algunos chicos se posó sobre mí.

Entonces nos alejamos de las canchas y trasladé a Caterina hasta las escaleras que ascendían a los pisos superiores del edificio H.

─Dime, Alexa... ¿Qué quieres decir?

─A veces me desesperas un poco. ─volteé a verla y puse una sonrisa de complicidad─. Tú quieres saber la causa de la muerte de Diego. De hecho es algo que yo también quiero saber... ─no estaba mintiendo─. Y si es cierto lo del suicidio, probablemente les haya escrito una carta a sus padres antes de morir. O un video... ¿qué sé yo...?

─¿Quieres que busquemos eso que él dejó como testimonio de su suicidio? ─inquirió ella.

─Ay tonta... ¡Hasta que se conectan tus neuronas! ─me burlé, tocándole la frente.

─¿Qué propones? ─puso también una sonrisa de complicidad.

Me le acerqué al oído y le dije: ─Vamos a ir a su casa por la noche... y averiguaremos lo que lo orilló a suicidarse.

Y ojalá nunca hubiéramos ido.

Ojalá.

Porque, lo que allí encontramos...

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora