Parálisis - Víctor

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Tomé la mano de Matías; luego, la de Ximena

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Tomé la mano de Matías; luego, la de Ximena. Ellos, a su vez, agarraban de la mano a otros chicos y chicas; todos empezamos a formar un enorme círculo. Matías apretó mi mano con fuerza, como si temiese que me fuera a escapar.

Una extraña neblina cubría el suelo, por lo que nuestros pies eran casi invisibles. El rostro de todos los que integrábamos el círculo era frío, serio y pétreo; como si estuviera hecho de mármol...

─Jugaremos en el bosque, mientras el lobo no está... ─cantábamos sin ganas. El círculo iba rotando sobre sí─, porque si el lobo aparece, a todos nos comerá. ─un silencio absoluto.

Habló Diego; él estaba hasta el otro extremo del círculo, su voz era seca y rasposa: ─¿Lobo, lobo, estás ahí? ─y la neblina cambió a una tonalidad morada. Nos detuvimos, frente a nosotros apareció una sombra amorfa, alargada y escuálida. Fue tomando forma poco a poco, hasta que se convirtió en la Iris que yo conozco.

─Sí. Allí voy. ─y corrimos.

Abrí los ojos rápidamente. La luz del Sol entraba por mi ventana. Respiré jadeando y me limpié el sudor que escurría por mi frente. Me incorporé y miré en el cesto de basura el disco que anoche me había mandado Iris. Un tornado revolvió mi estómago y nacieron las ganas de vomitar.

Mi teléfono estaba en el suelo; ni siquiera lo agarré cuando salí a darme un baño con agua tibia. Duré alrededor de una hora en la ducha; no quería saber nada del mundo exterior, ese mundo en el que estaba la extraña Iris Walker acosándome.

No desayuné. Me negué a probar bocado... por primera vez en mucho tiempo necesitaba a mi padre; por lo menos teniéndolo en casa podía estar un poco más tranquilo.

Al cabo de unos minutos, me puse a llorar. Las lágrimas ardían al pasar por mis mejillas.

Estaba allí: tirado en la cama sin poder levantarme por el miedo que esto me generaba. Pensé en Matías; pensé en hablarle... pero no quería encender mi teléfono porque no quería ver un nuevo mensaje de Iris.

Estaba completamente aterrado.

Decidí dormir. Sin embargo, al cabo de unos pocos minutos desperté con la sensación de que alguien me estaba viendo. ¡Nada estaba bien! Me temblaban las manos y cada diez minutos me aseguraba de que la puerta de mi casa estuviese bien cerrada.

Encendí el televisor pero no le puse atención.

Tic, tac... sonaba el reloj.

Me llené de valor y fui por mi celular; lo prendí y traté de ignorar las decenas de mensajes que me habían llegado de un número desconocido.

Te dije que nos viéramos en el bosque y desperdiciaste tu oportunidad de conocerme...

... decía el último de ellos.

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora